El chaleco antibalas de Víctor Romero, uno de los guardias civiles que Igor el Ruso asesinó el 14 de diciembre en Andorra (Teruel), "ha impedido" que los "impactos de proyectiles" "penetraran en el cuerpo de la víctima". Así lo recoge el informe del servicio de criminalística hecho por el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid que acaba de ser incorporado al juzgado de Instrucción Número 2 de Alcañiz (Teruel) que investiga el triple crimen.
Una de las grandes incógnitas que todavía no han sido resueltas en este caso es si funcionaron los chalecos antibalas que portaban los dos guardias civiles que acudieron al Saso a dar auxilio al padre del ganadero José Luis Iranzo , el único testigo de los hechos que llamó al 062 cuando escuchó los dos disparos que Norbert Feher había propinado a su hijo.
El informe realizado por el servicio de criminalística no deja lugar a dudas: el chaleco que llevaba en el momento de su asesinato Romero evitó que los disparos que recibió en la zona costal fueran heridas mortales. Sin embargo, el atacante disparó también en la "región cervical izquierda", en el "glúteo izquierdo y derecho" y en "el muslo izquierdo". El exhaustivo análisis, en poder de EL ESPAÑOL, recoge que "las dos lesiones del costado derecho corresponderían a impactos de balas sobre una zona corporal cubierta por el chaleco antibalas". Será la autopsia la que determinará cuál de todos los disparos le causó la muerte.
En el caso del compañero de Romero, Víctor Jesús Caballero, el informe no es capaz de determinar si el chaleco cumplió con su cometido. El documento recoge que la víctima llevaba puesto un chaleco antibalas "que no era de su talla" y que "le quedaba pequeño". En este caso, las conclusiones del análisis de los trece impactos de bala que recibió se limitan a señalar los orificios de entrada y de salida sin centrarse en si las heridas provocadas por el impacto de la bala en la zona del chaleco pudo provocar la muerte del guardia.
En el sumario se observa que el chaleco de Caballero recibió cinco impactos de bala: tres en la parte inferior de la parte delantera externa y dos en la parte trasera externa. En el caso de Romero, su chaleco recibió tres disparos: uno en el anverso de la parte delantera, otro en el reverso de la parte delantera y un tercero en la zona derecha.
El informe también recoge el análisis del impacto de las balas que recibió el ganadero Iranzo, que acudió sin protección hasta su explotación ganadera para recoger a su padre. El vecino de Andorra recibió dos impactos de bala: uno en la "región torácica izquierda" y otro en "la cara externa del brazo izquierdo".
En ninguno de los tres casos los especialistas han podido determinar la distancia de los disparos porque los investigadores no enviaron la ropa que portaban los fallecidos cuando fueron asesinados. De hecho, los análisis indican que "el estudio de los orificios en la ropa es imprescindible para la estimación de la distancia del disparo". Además, inciden en que "si no contamos con la ropa que cubría la herida no podremos conocer el patrón real del disparo y, por tanto no será posible determinar la distancia a la cual se ha realizado".
El servicio de criminalística advierte que tampoco tiene ningún sentido analizar la ropa sin las heridas. "Porque no contamos con la morfología de las heridas, dato muy importante. Y, por otro, si la víctima recibe varios disparos, los residuos de uno de ellos pueden alcanzar a más de un orificio, en cuyo caso no será fácil discriminar si se trata de una entrada o una salida, especialmente si los orificios se encuentran muy próximos".