¿Debe Alemania extraditar al expresidente de la Generalitat Carlos Puigdemont? La Fiscalía General de Schleswig-Holstein, Land alemán en el que permanece detenido el expresident, lo tiene claro. Por eso pedía el lunes la extradición del líder independentista huido de la justicia española por los delitos de rebelión y malversación. A buen seguro, los fiscales no actuaban dejándose llevar por el ambiente favorable a la causa de Puigdemont que se respira en Alemania.
Según una encuesta publicada hace unos días en el diario Die Welt, el 51% de los alemanes rechaza la idea de la extradición, que sólo encuentra el apoyo de un 35% de los germanos. Desde que fuera detenido el político catalán, contribuyen a este ambiente a su favor un número importante de voces mediáticas que consideran el caso del presidente de la Generalitat como un asunto político que casi no parece tener que ver con el código penal.
En este territorio, la justicia española no siempre sale bien parada. Basta recordar esa reciente columna de la edición digital de Der Spiegel cuyo titular pedía: “¡Asilo para Puigdemont!”. “Alemania no debe extraditar a ese hombre. Se merece asilo político”, se leía en la web del prestigioso semanario germano.
Stern, otra revista, titulaba refiriéndose a la detención el otrora líder de la Generalitat: “La peor violación de los derechos humanos cometida en Europa occidental en las últimas décadas”. Hablaba un profesor universitario de Bremen experto en lenguas romances. En el Süddeutsche Zeitung, uno de los periódicos generalistas líderes en difusión, los hay que consideran a Puigdemont “el primer preso político de Alemania”, un hombre al que “no habría que extraditar”.
Heribert Prantl, de la dirección de ese diario con sede en Múnich, entiende que una extradición de “un político elegido democráticamente” supondría un paso más en la “escalada del conflicto”. Sí, en suelo alemán se habla más de “conflicto” que de “golpe de Estado” a España o “golpe a la democracia española”. Hay redacciones que dicen ser “neutrales” en lo que respecta a Puigdemont, incluso cuando resulta imposible no ver los problemas judiciales del expresident.
El debate suscitado en Alemania por la detención de Puigdemont es, con todo, muy abierto. Se encuentran opiniones de todo tipo. Pero hacen más ruido las que consideran que el castigo al expresident sería excesivo si acaba siendo extraditado a España. Otros, olvidando las cuentas pendientes de Puigdemont con la Justicia, se dedican a invitar en sus editoriales al Gobierno de Mariano Rajoy a negociar con el huido. También hay quienes entienden que dadas las circunstancias conviene hasta dudar de la capacidad del sistema judicial español de ofrecer un proceso de garantías al otrora president.
El independentismo catalán fuera de España, bien organizado y movilizado como está, se aprovecha de la atención mediática germana sobre la situación del líder separatista. De ahí, por ejemplo, la presencia estos días en medios de comunicación de Marie Kapretz, quien fuera la responsable de la Delegación de Cataluña en Alemania. Ella era la “embajadora catalana” en Berlín antes de que dicha oficina de representación cerrara cuando se aplicó el artículo 155. Esta mujer nacida en Berlín hizo carrera política en Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) poco después de instalarse en territorio catalán en la última década del siglo pasado. Desde febrero de 2016 hasta el reciente cierre de la “embajada catalana” en Alemania se ocupó de visibilizar la causa nacionalista.
En buena medida, esa tarea aún no ha terminado para ella. Hace unos días, en una entrevista concedida al diario Die Welt, afirmaba que “en España, la separación de poderes deja mucho que desear”. La apreciación parecía compartirla el moderador de un reciente debate de la radio pública alemana Deutschlandfunk, que preguntaba: “¿Puede recibir Puigdemont un juicio justo en España?”. La pregunta iba dirigida a Elmar Brok, eurodiputado de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), el partido que lidera Angela Merkel. “No tenemos ningún indicio de que España no sea un Estado de derecho”, fue la respuesta de Brok.
La opinión de Brok quedó algo aislada en una mesa redonda en la que además de alinear a Marie Kapretz y a un moderador que parecía fiarse poco de las intenciones de la justicia española también daba oportunidad de hablar a Andrej Hunko, diputado en el Bundestag de la formación izquierdista Die Linke.
Hunko estuvo entre los “observadores internacionales” del referéndum ilegal del 1-O invitados por los responsables de la consulta. Su partido y la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) han sido los que más rápido y efusivamente se han solidarizado con un Puigdemont que ahora espera una decisión de las autoridades judiciales germanas en una celda de la prisión de Neumünster. En Die Linke los hay que hablan ahora del “régimen de Mariano Rajoy” para referirse al Gobierno español.
Paul Ingendaay, periodista del Frankfurter Allgemeine Zeitung y gran conocedor de la realidad española y catalana, ha escrito que el independentismo catalán ha gozado en Alemania de simpatía en base al recuerdo que generó la rebeldía de los catalanes en tiempos de la dictadura de Franco. “Pero la constante referencia a los años oscuros se ha convertido en una leyenda victimista, y luego en un arma propagandística, en cuyo núcleo reposa la infame equiparación del régimen de Franco con la democracia española de hoy”, según Ingendaay. Él es de los pocos que defiende la democracia española en el panorama mediático teutón.
Pese a esfuerzos explicativos como los de Ingendaay, la batalla de comunicación sobre el caso Puigdemont en Alemania está perdida para España. Desde el arresto del expresident, ningún representante del Gobierno español ha dicho nada a la prensa germana relacionado con el caso del líder independentista. El futuro de Puigdemont está en manos de la justicia alemana y, en este contexto, las autoridades españolas no alimentarán el actual debate que se ha desatado en el país gobernado por Angela Merkel.
Esta discusión puede ser, de hecho, peligrosa. Si se politiza se hace un flaco favor a los jueces y un gran servicio a los independentistas. Éstos, a falta de líderes emblemáticos, Govern y autonomía, también viven de convertir en política la Justicia, ya sea la de España o la de Alemania.