María Victoria Morera (Madrid, 1956) es la embajadora de España en Alemania. Tras el arresto, puesta en prisión preventiva y posterior excarcelación de Puigdemont, Morera tiene más trabajo que de costumbre. Ahora más que nunca ha de explicar a la opinión pública alemana el conflicto catalán.
El Alemania parece haber calado el mensaje de los separatistas, entre otras cosas, gracias a ruedas de prensa como la que protagonizaba el propio Puigdemont el pasado sábado en Berlín. Allí volvía a presentarse como un hombre perseguido por sus ideas. El separatismo está bien armado logísticamente en Alemania, donde presume de tener ahora a su “president en el exilio”.
La embajadora conoce bien el problema. Su familia paterna es catalana, está casada con un catalán y recita de memoria poesía en la lengua de Espriu. Morera declara a EL ESPAÑOL sentirse “desgarrada” por el conflicto.
Usted nació en Madrid, pero tiene familia catalana.
Toda la familia de mi padre es catalana. Mi madre era de Navarra. Vivió allí toda su vida hasta que se casó con mi padre, en Barcelona. Mi marido es catalán y tenemos casa en Barcelona. A mí me encanta Cataluña. Mi abuela me hablaba en catalán. Mi padre intentó que mantuviera y desarrollara el catalán. Recuerdo que cuando tenía diecisiete o dieciocho años, quería leer Katia, una novela romántica de León Tolstoi. Mi padre me la compró en catalán.
¿Le afecta a usted personalmente el conflicto catalán?
Creo que todos los que somos medio o totalmente catalanes estamos algo desgarrados. El poema más bonito sobre España lo ha escrito un catalán. Lo escribió Salvador Espriu: La pell de brau (La piel del toro). Ahora a Espriu los secesionistas le llaman fascista. Las vueltas que da la vida... Espriu Les desmonta sus esquemas.
Profesionalmente también habrá cambiado su situación, ahora que Puigdemont está en Alemania.
No he notado más cambios, salvo que trabajo más. Y que hablo a mucha más gente. Porque hay que trasladar a cuanta más gente sea posible lo que está pasando en Cataluña.
Hay que trasladar a cuanta más gente sea posible lo que está pasando en Cataluña
Estos días han sido particularmente difíciles para muchos españoles. Ver que Puigdemont sale excarcelado, escuchar a una ministra de Justicia, la socialdemócrata Katarina Barley, decir que eso es “absolutamente correcto”...
La ministra se ha desdicho oficialmente.
Así es, pero en el camino hay quien se ha animado, como Elmar Brok, eurodiputado de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), a pedir una mediación por el conflicto catalán.
Aquí, en la Gran Coalición, ya sea la CDU o el Partido Socialdemócrata de Alemania, rechazan la mediación.
Pero ante la gran cantidad de comentarios pronunciados en el debate público alemán que no siempre son favorables a España, ¿cómo encara usted esta situación?
Llevo mucho tiempo hablando con mucha gente del tema de Cataluña, viajando por toda Alemania, entrevistándome con políticos y realizando citas con periodistas para explicar cuál es la situación. Y esto desde hace mucho. Lo que ocurre actualmente es que hay un pico de atención a raíz de la detención de Puigdemont. Hay que recordar el trabajo previo, en general. Fruto de ese trabajo es que ningún Gobierno en Europa apoyara la declaración unilateral de independencia de Cataluña. Porque todos entendían que esto era una ilegalidad y un atentado contra el Estado de derecho.
Se dice que las relaciones entre España y Alemania son muy automáticas...
Y excelentes.
Muy automáticas y excelentes. Sin embargo, en el 'caso Puigdemont' ha habido pocos automatismos. Hay quien piensa que la orden de detención y entrega debería sólo implementarse. Y, sin embargo, la Justicia alemana parece estar además cuestionando el fondo del asunto. ¿Son tan automáticas las relaciones?
En Alemania el poder judicial está separado, como en todos los países democráticos, de los poderes ejecutivo y legislativo. Y estas decisiones judiciales, cuando se dan, hay que respetarlas.
Es fácil percibir que hay españoles dolidos en esta crisis. Al saberse esta semana que Sociedad Civil Catalana vendría la semana próxima a Berlín para contrarrestar el relato independentista, había quien decía: "¡Por fin viene alguien a defender la marca España!" ¿Ha salido dañada la marca España en Alemania con esta situación?
En absoluto. Que vengan representantes de la sociedad civil está bien. Está bien que no estemos solos aquí desde la Administración trabajando en ese sentido. Es positivo que venga Sociedad Civil Catalana, también que Javier Cercas publicara un artículo en el Süddeutsche Zeitung [titulado Por qué no se debería defender a Puigdemont], o que haga lo mismo en el Frankfurter Allgemeine Zeitung Wilhelm Hofmeister, presidente en Madrid de la Fundación Konrad Adenauer [de inspiración cristianodemócrata]. Aquí, todos sumamos.
En el 'Süddeutsche Zeitung' usted firmaba hace unos días una carta al director diciendo que el conflicto de Cataluña es un conflicto entre catalanes y recordando los hechos sobre los que la Justicia tendrá que pronunciarse. ¿Por qué escribir a ese periódico?
Ese periódico es en el que más críticas a España había habido.
En él se describió a Puigdemont como el “primer preso político” de Alemania.
Yo creo que ya no están en eso. El Süddeutsche Zeitung ha cambiado. Ha habido un cambio en la prensa escrita. Las posiciones están más claras.
¿Cuándo se dijo usted que tenía que escribir esa carta al director, llevando la contraria a las tesis defendidas por la línea editorial?
Cuando empezaron a decir que España no era un Estado democrático, que no hay separación de poderes, que hay reminiscencias franquistas...
¿Pero qué ha pasado en Alemania para que haya calado tanto, sobre todo tras la detención de Puigdemont, la idea de esa España como un Estado opresor?
Hay varias cosas. En los artículos del día siguiente a la detención había sorpresa. Y esa sensación de ¿por qué nos ha tocado a nosotros este problema? ¿Por qué no lo han detenido en Finlandia o en Dinamarca? Ha pasado otra cosa también. El alemán no entiende, o le es difícil entender, la ilegalidad sistemática.
En los artículos periodísticos tras la detención de Puigdemont había sorpresa. Y esa sensación de que ¿por qué nos ha tocado a los alemanes este problema?
Lo que ha pasado en Cataluña para ellos es inconcebible. No se pueden, por ejemplo, imaginar que, en contra el Tribunal de Constitucional de aquí, el líder de Baviera vaya a proclamar la independencia. Para ellos es impensable. Eso, sumado al cierto romanticismo que aún existe, hace que surjan planteamientos absurdos, como que Puigdemont es un preso político. Es un político que debe responder de sus acciones.
¿Se esperaba usted la puesta en libertad de Puigdemont tras su detención en Schleswig-Holstein?
La verdad es que no. Pero respeto la decisión del tribunal.
¿Ha podido jugar un papel todo ese montón de artículos y comentarios públicos favorables a Puigdemont?
No puedo entrar a juzgar la decisión judicial.
¿Y en qué medida se ha trasladado el conflicto catalán a Berlín? El 1 de abril se manifestaban en la puerta de Brandenburgo 200 personas en apoyo a Puigdemont y a la causa independentista.
Comparado con lo que suele haber en la Puerta de Brandenburgo, no es mucho. En la manifestación anterior, había un grupo de 20 o 30 independentistas. Como allí también había una manifestación de kurdos. La manifestación de los kurdos acabó absorbiendo a esos manifestantes. Acabaron todos juntos. 200 manifestantes no es nada, sobre todo en esa zona, en la que casi todos los días hay manifestaciones.
En cualquier caso, el sector separatista, aquí en Berlín, parece estar bien organizado.
Eso es otra cosa. Esto es algo que yo también cuento aquí. Por ejemplo, la comisión de Sanidad del Parlamento catalán, en la anterior legislatura, no se reunía desde junio. Es decir, si tú dejas, como Gobierno, de ocuparte de la Sanidad, de la Educación, de la mejora del bienestar y todos tus esfuerzos se concentran en la independencia, entonces tienes más medios que los demás.
Es como si dijéramos aquí que ya no damos atención consular a los españoles, ya no nos preocupamos de la atención educativa, ni nos preocupamos por las empresas españolas, ni la agricultura ni nada. Lo dejamos todo, y las 140 personas que trabajamos aquí las dedicamos sólo y exclusivamente a contrarrestar. Si hacemos eso ganaríamos, pero dejando cosas de lado. Y esto es lo trágico de la actual situación. Esto se está eternizando y los intereses de los catalanes, la Sanidad, la Educación, se están dejando de lado. Allí hace falta gobernar. No vale estar todo el rato pidiendo la independencia y no gobernar.
Usted tuvo que intervenir en el debate público. ¿Ha echado en falta otras voces de la Administración?
Creo que ha habido muchos comentarios en toda la prensa. Uno que se agradece mucho es el del presidente en Madrid de la Fundación Konrad Adenauer. Los medios están intentando ofrecer todas las posiciones políticas.
En Cataluña hace falta gobernar. No vale estar todo el rato pidiendo la independencia y no gobernar
¿Qué reacción obtiene cuándo usted explica su visión del conflicto catalán, que es un conflicto entre catalanes, y no entre un Gobierno opresor y defensores de la libertad?
Las explicaciones que doy del conflicto, la gente las entiende. Lo que pasa es que hay que darlas una y otra vez. Pero yo siempre estoy preparando argumentos. Y lo hago con mucho dolor porque quiero a Cataluña y porque, por ejemplo, quiero que mi marido siga siendo catalán y español.
Puigdemont habló en Berlín de diálogo y de una solución política. ¿Qué opina usted?
El diálogo de verdad es hablar sin cortapisas. Y para eso, ¿dónde mejor que hablar que en el Parlamento español? A Puigdemont le invitaron a ir allí ocho veces. Y no fue. Puigdemont no estaba ofreciendo diálogo. Se presentaba con un victimismo falso. El diálogo que quieren los independentistas es un diálogo sobre independencia sí o sí. Quieren hablar de cuándo se hace la independencia, cómo y de qué manera.
Si viene aquí, a la embajada, ¿recibiría a Puigdemont?
Supongo que sí. Pero no me preguntará por venir, seguro. No ha querido nunca acudir a más altas instancias. No fue al Parlamento. No vendrá aquí.