Primero fueron unos pendientes de bisutería. Luego una bufanda marca Burberry guardada para el invierno. El rumor de los pequeños robos, de cosas que desaparecían de las habitaciones de las colegialas sin que nadie supiera su paradero, corrió como la pólvora entre las paredes estucadas del Colegio Mayor Antonio Caro de Madrid.
En su planta baja, dos cariátides daban acceso a las zonas comunes donde las 150 jóvenes que hacían vida en el centro especulaban sobre la identidad del ladrón que dormía entre ellas. En la segunda planta, la expresidenta de la Comunidad de Madrid vivía junto a su familia en el piso destinado al director del centro: el cargo que Cristina Cifuentes ocupó desde 1995 y abandonó tras las acusaciones de varias alumnas que la relacionaron con hurtos.
Cuando se marchó, dijo: "No me echan las colegialas, me voy yo". Un mensaje muy parecido al de este miércoles para anunciar su dimisión al frente de la Comunidad de Madrid. Cifuentes asegura que el vídeo de hace siete años en un Eroski, entregando a un miembro de seguridad dos cremas presuntamente robadas, no ha sido el motivo de su dimisión, que pensaba dejar el cargo el próximo dos de mayo. Sin embargo, su versión no ha convencido. Tampoco convenció la explicación que dio a las colegialas.
Invierno de 1999
La vida pasaba tranquila en el colegio mayor entre clases, charlas, actividades culturales organizadas por la dirección del centro… y los hurtos. Tanto, que se convirtió en un tema recurrente entre las alumnas allí hospedadas. Frente a ellas, Cifuentes mantenía una imagen de mujer progresista, pulcra en la organización del colegio y que había instalado en la residencia medidas de libertad como el fin del toque de queda o la posibilidad de que las chicas pudieran acceder a las habitaciones con otras personas.
Solo el hecho de que varias alumnas recibieran correspondencia del Partido Popular sin haber facilitado sus datos al partido enturbió un poco la relación con algunas de las chicas. "Siempre llevaba una imagen impecable y cuidaba mucho la organización de los eventos. Mientras ella fue la directora todo fue muy glamouroso", explica una de las personas que por aquel entonces residía en el colegio mayor.
"A veces nos regalaba entradas que conseguía, entiendo, por su condición de política, para que pudiéramos ir a actos culturales como el teatro, conciertos o la Copa Davis", cuenta otra de las mujeres que vivió en el colegio el último año que Cifuentes fue su directora.
Sin embargo, todo ese equilibro se derrumbó la Semana Santa de 1999. En esa fecha, según ha podido confirmar EL ESPAÑOL, una de las alumnas denunció el robo de dos bolsos de Agatha Ruiz de la Prada de su habitación. Dos complementos que desaparecieron de su cuarto cuando el centro estaba cerrado al público y todas sus colegialas en casa por vacaciones. De ahí que, a partir de ese momento, todas las sospechas se centraran en la directora.
"Desaparecían pendientes y bolsos de lujo. Solo podía ser ella", decían las alumnas.
Tal fue el revuelo, que trece años después de los hechos, cuando Cristina Cifuentes, ya delegada del Gobierno, fue entrevistada en el diario El Mundo y "abrió su armario" al periódico, las mujeres que pasaron por el colegio y seguían en contacto, se intercambiaron mensajes en los que ironizaban sobre "el fondo de armario que había ido acumulando durante los últimos 20 años" y a los que ha accedido este diario.
En verano era habitual que el centro -dependiente del Gobierno colombiano y que cerró en 2010- se abriera a personas ajenas al curso escolar para ocupar las habitaciones vacías. Por eso, era normal que gente poco conocida merodeara por sus pasillos y accediera a las habitaciones. Pero eso no sucedía en Semana Santa. Por eso, el abanico de personas que pudo hurtar aquellos bolsos se reducía a un puñado de personas: la persona encargada de la seguridad y el acceso al edificio y la familia de Cristina Cifuentes, que residía en él.
El resto de los servicios estaban de vacaciones, por lo que nadie más tenía acceso a las dependencias. La llave de las mismas se quedaba en la recepción cuando las alumnas se marchaban fuera del colegio, por lo que era sencillo acceder a las llaves y entrar en las habitaciones.
Cara a cara con Cifuentes
El nombre de Cristina Cifuentes comenzó a sonar cuando los dos bolsos desaparecieron de la habitación y se acrecentó cuando corrió la voz de que también habían desaparecido pequeñas cantidades de dinero, pulseras y otros enseres que algunas alumnas habían dejado a la vista en sus habitaciones o en los cajones más accesibles.
Pasaron casi seis meses desde que desaparecieron los bolsos hasta que las alumnas se reunieron por primera vez para poner en común el problema de los robos en una asamblea celebrada entre noviembre y diciembre de 1999. Sin embargo, dos de esos meses no fueron lectivos ya que en el período de verano la mayoría de ellas se marchó a casa. Al reanudar el curso escolar, las desapariciones arrancaron de nuevo, igual que la alarma entre las alumnas. De ahí que decidieran reunirse para atajar el asunto de los robos.
Según confirman varias fuentes presentes en aquel encuentro, varias alumnas señalaron directamente a Cifuentes como la única culpable de los robos secundadas por la mayoría. También hubo voces discordantes, que consideraron aquello un ataque personal contra la expresidenta de la Comunidad de Madrid por ser una reconocida figura del Partido Popular madrileño.
Sin embargo, el sentir mayoritario de las alumnas fue tal que se creó una delegación de colegialas. Una representación de las 150 personas que allí convivían encargada de hablar directamente con Cifuentes y señalarla como presunta culpable de los robos que se estaban sucediendo en las habitaciones desde hacía meses. Esa segunda reunión, según confirman estudiantes que residían en aquellas fechas en el colegio dirigido por Cifuentes, se produjo unos días después de la asamblea. Fue una charla tensa, donde las enviadas trasladaron a la directora sus sospechas de que ella era la culpable de los robos. Desvelaron incluso la decisión de alguna de las afectadas de denunciar los hechos al rectorado de la Universidad Complutense de Madrid y en manos de la Justicia.
A los pocos días de este segundo encuentro, Cristina Cifuentes dejó la dirección del Colegio Mayor Antonio Caro por "motivos personales" según varias de las fuentes consultadas. No hubo más explicaciones. "Su salida fue muy brusca, no hubo despedida alguna. Cuando volvimos de las vacaciones, los cuadros pintados por su marido, semejantes a los cómics de Tintín, desaparecieron de los pasillos del colegio que antes decoraban", cuenta una de las fuentes.
Cifuentes negó que su dimisión tuviera que ver con los robos. Las alumnas, por el contrario, todavía hoy lo relacionan de manera directa. Cuando explicó su marcha a parte del personal del centro, dijo algo muy concreto: "No me echan las colegialas. Me voy yo". Un mensaje parecido al que comunicó a los medios este miércoles cuando anunció su renuncia a la presidencia de la Comunidad de Madrid.