La Guardia Civil no opina de política. Ni oficialmente ni a través de sus redes sociales. Tampoco sobre terrorismo islamista, narcotráfico, la disolución de ETA o el golpe de Estado separatista en Cataluña. Mucho menos sobre operaciones en curso, sobre la oportunidad o inoportunidad de sus despliegues o sobre las condiciones de esos despliegues. Y si lo hace, suele ser a través de alguna de las ocho asociaciones profesionales con representación en el Consejo del Instituto Armado.
Como, por ejemplo, cuando esas ocho asociaciones firmaron en noviembre del año pasado una carta conjunta dirigida al director general de la Guardia Civil, José Manuel Holgado Merino, para quejarse de las condiciones "humillantes" de los agentes desplegados en Cataluña durante los meses álgidos del proceso separatista.
O como cuando la Unión de Oficiales (UO) pidió que la Delegación del Gobierno en Cataluña asumiera el mando de los Mossos d'Esquadra. "No puede ser que cien agentes de la Guardia Civil hagan más trabajo que diecisiete mil mossos", dijeron entonces los portavoces de la UO.
Escupitajos y gritos de "hijos de puta"
Otra cosa es lo que los agentes de la Guardia Civil puedan confesar en privado y bajo condición de anonimato. Y muy especialmente, lo que puedan opinar quienes pertenecen a alguno de los tres grupos de operaciones especiales de la Guardia Civil: la Unidad Especial de Intervención (UEI), el Grupo de Acción Rápida (GAR) y los Grupos Rurales de Seguridad (GRS). Porque fueron ellos los que vivieron en primera persona el acoso separatista en Cataluña.
"Te voy a explicar una anécdota", me dice uno estos agentes. "En agosto, tras el atentado de Las Ramblas, nos enviaron a Barcelona con todo el equipo. Y la gente nos abrazaba en el aeropuerto de Barcelona. También nos decían: 'Qué bien que estéis aquí'. Un mes después, esa misma gente nos escupía. Y no es una metáfora: nos escupían literalmente, nos llamaban hijos de puta y nos decían que nos fuéramos de allí. Y era la misma gente, de los mismos barrios. ¿Cómo pudieron olvidar tan rápido lo que había ocurrido sólo un mes antes?", dice. Lo que había ocurrido, obviamente, era el nacionalismo.
Uno de esos tres grupos de operaciones especiales, el GAR, está formado por aproximadamente trescientos agentes. El GAR se creó para luchar contra ETA, aunque ahora, tras el fin de los atentados de la banda terrorista vasca, opera principalmente contra el narcotráfico y el terrorismo islamista. Sus cuarteles, sin embargo, continúan estando en Vitoria, Pamplona, Bilbao y San Sebastián.
Los GAR tienen compromisos fijos a lo largo del año, como el Rocío, el FIB o cualquier otro evento donde se reúnan cientos de miles de personas. Pero también realizan despliegues puntuales. Como los motivados por el narcotráfico en Algeciras y La Línea de la Concepción –un tema del que se ha hablado mucho durante los últimos meses, pero en el que la Guardia Civil lleva trabajando desde hace más de un año– o como el motivado por el simulacro de referéndum del 1-O.
En el Cuerpo, la sensación por lo ocurrido durante esas semanas no es buena. Los agentes con los que hablo me lo confirman. "Nosotros somos más jóvenes. Pero hay gente que lleva más tiempo, como los veteranos de los GAR en la lucha contra ETA, que nos dicen: 'Se respira el mismo ambiente de mierda que se respiraba allí por aquel entonces'. Es el mismo rechazo social, la misma incomodidad, la misma sensación de no sentirte en casa cuando estás en tu casa".
A una sola chispa del desastre
Ahora, a toro pasado, lo ocurrido durante el mes de octubre puede parecer un simulacro de revolución, pero durante los primeros días de octubre se llegó a temer lo peor. "Después del 1-O se desmadró todo. Yo he visto incluso algún corte de manga con el uniforme puesto, que es algo que no te planteas en ningún otro lado de España", revela uno de los agentes.
"Y no estaban sólo los GAR. Estábamos los antidisturbios y también los GRS. Muchos agentes decían: 'En cualquier momento hay un detonante, alguien se carga a alguien y salta todo por los aires'. Se respiraba mucha tensión. Muchísima. Hasta que no pasó el primer mes y medio, no sabíamos muy bien qué iba a pasar con todo este tema", añade su compañero.
Pero el peligro no ha desaparecido. Si algo demostró el proceso separatista es que una ruptura unilateral es imposible. Entre otras razones porque ni siquiera los propios partidos y organizaciones nacionalistas parecen dispuestos a ella más allá de los aspavientos para consumo interno de su público. Pero otra cosa son los rescoldos violentos del procés. Los CDR.
"Los grupos de Información del Cuerpo lo tienen claro: el separatismo se ha estructurado siguiendo el modelo de la kale borroka. Y si no se le ha dado bombo a esto ha sido porque… en fin… no conviene. Pero están organizándose de la misma manera. Con la ventaja de que ahora existe WhatsApp y sólo necesitan un par de horas para colapsar lo que quieran".
Pero esto último, en realidad, no es exclusivo de Cataluña. "En Algeciras, por ejemplo, están esos chavalillos que salen en los vídeos con armas, en chalets de lujo y tal. Les pagan una moto y sólo necesitan un grupo de WhatsApp para informar de dónde está la Policía. Eso en las favelas, por ejemplo, era más primitivo. Tenían a los llamados coheteros, que tiraban un cohete cuando llegaba la policía. Ahora no se necesitan cohetes".
¿Pero cómo se ha llegado hasta aquí?
Las críticas de los agentes con los que hablo llegan hasta el Gobierno. La perplejidad es la norma. ¿Cómo se permitió que la situación degenerara hasta el punto que lo hizo? "El sentir general es que ha habido un abandono. Cuando en realidad era muy fácil solucionarlo. Los agentes de control de masas, por ejemplo, estaban sorprendidos. La decisión de usar la fuerza el 1-O fue fatal. Era tan fácil como dejar que se celebrara el referéndum falso y decir luego que no tenía validez. Pero lo que se hizo parecía la rabieta del hermano mayor, que te pega cuando no puede impedir que hagas algo. A toro pasado todo se puede criticar, pero la sensación general entre los agentes es que no se debería haber permitido que todo esto llegara tan lejos".
Al reconocimiento de que las intervenciones del 1-O no tenían sentido tal y como estaban planteadas se suma una segunda crítica. El Gobierno le dio a los separatistas justo aquello que estos deseaban –imágenes de contundencia policial– sin obtener nada a cambio. "Hay que ser contundente, es cierto. Si es necesario dar un bofetón, lo das y tumbas al tipo. Pero lo que no se puede hacer es ir de gallito y achantarte luego. Porque entonces se te vienen arriba y te comen. Los separatistas vieron que los medios de prensa europeos les daban la razón y ahí perdimos la batalla de la imagen de ese día".
Para acabar, les pregunto sobre ETA y más en concreto sobre los agentes del cuartel de Vich, que fue derruido tras el atentado de 1991 y reconstruido en otro lugar del pueblo. "En Vich han estado muy jodidos durante estos meses. Vich es lo más guarro que hay, se las han hecho pasar putas. Y luego está lo de los hoteles y lo de los gimnasios, que publicaron algunos medios y que es totalmente cierto. El dueño de un gimnasio de Gerona le dijo a unos agentes: 'Yo no tengo ningún problema con vosotros. Cuantos más clientes mejor. Pero la gente sabe quiénes sois y a los clientes no les gusta veros por aquí'. Y esa es la situación en Cataluña", finaliza mi interlocutor.