Del "¡Carmen, por favor!" al "¡os jodéis!": Martínez Castro, la capataz de Rajoy que ofende a los pensionistas
A las críticas por aislar a Rajoy y perder el relato de Cataluña en la prensa internacional, la secretaria de Estado de Comunicación añade ahora su desprecio a unos manifestantes.
7 mayo, 2018 01:32En ese mundo ideal de Rajoy en el que la prensa se dedicara a recoger los frutos exquisitos de la gestión del Gobierno, Carmen Martínez Castro sería su persona de confianza para mantener el orden en el campo y la docilidad de los trabajadores. Quiérese decir que el tipo de profesional que Rajoy necesita para su política de "no comunicación" es la periodista gallega.
Martínez Castro, seis líneas en la Wikipedia, colmó el sábado la paciencia de quienes -dentro y fuera del Partido Popular- le achacan la peor derrota del Gobierno ante el separatismo catalán: la del relato del procés fuera de nuestras fronteras. La secretaria de Estado habló con desprecio de las personas que se manifestaban a la llegada del presidente del Gobierno al Ayuntamiento de Alicante: "¡Qué ganas de hacerles un corte de mangas de cojones y decirles: 'Pues os jodéis'!", le confesó a Santi, un trabajador de la sede central del PP en la calle Génova que se ocupa de las conexiones y el sonido para el partido.
Dueña de la imagen de Rajoy desde hace doce años, primero como jefa de prensa del presidente del PP (2006) y desde 2011 como responsable de Comunicación de la Moncloa, Martínez Castro se consagró como pretoriana en 2008. Al salir de un encuentro áspero en Pamplona con el entonces presidente de Navarra Miguel Sanz (UPN), el líder del PP se vio acorralado por una nube de periodistas. Desbordado por las circunstancias, clamó: "¡Carmen, por favor!", con la intención de que ésta le sacara del trance.
"¿Dónde está Carmen?"
Desde entonces el "¡Carmen, por favor!" es un chascarrillo al que recurren algunos informadores -a menudo lo hace Jiménez Losantos- para retratar la mentalidad de Rajoy en relación a los medios de comunicación, pero también como forma de señalar el papel de capataz que éste le tiene asignado a Martínez Castro. La expresión tiene alguna variable extraída de situaciones reales, como la de "¿Dónde está Carmen?", manifestada con cierto nerviosismo por Rajoy cada vez que se siente acosado por los periodistas.
Unos días antes de las elecciones de 2011, cuando era un secreto a voces que Rajoy ganaría por goleada a Rubalcaba, el líder del PP agradeció en una entrevista en Televisión Española con Pepa Bueno el apoyo recibido durante la travesía de la oposición por cuatro mujeres, a las que citó por su nombre y apellido: María Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría, Ana Mato y Carmen Martínez Castro. Los telespectadores sólo conocían a las tres primeras. ¿Quién era Carmen Martínez Castro?
Nacida en 1961 en Caracas, hija de emigrantes gallegos, licenciada en Ciencias de la Información por la Complutense, la hoy secretaria de Estado cimentó su carrera en la radio, primero en la musical Radio 80, después leyendo boletines en la desaparecida Antena 3, más tarde en la COPE -donde llegó a ser subdirectora de los programas La Linterna y La Mañana con Luis Herrero-, y finalmente en Onda Cero, cadena en la que fue persona de confianza de Carlos Herrera.
Editores sí, directores no
El estar siempre en la trastienda y nunca en primera línea le reportó fama de buena carpintera pero de periodista limitada. En sus equipos se la tiene por constante, discreta, disciplinada y severa. Desde luego, su reducida impronta como periodista contrasta con la de quienes le precedieron en Moncloa, casos de Fernando Ónega con Adolfo Suárez, Eduardo Sotillos con Felipe González, Miguel Ángel Rodríguez con José María Aznar, o Miguel Barroso con José Luis Rodríguez Zapatero.
Salvo con Carlos Herrera, de la que es amiga personal -se asegura que ella fue clave para que renovara por la COPE- se podrían contar con los dedos de una mano los periodistas relevantes con los que trata. Es conocida, por ejemplo, por preferir el contacto con los editores de prensa y evitar a los directores, lo que cabe interpretar como un intento de presionar en los balances para condicionar los contenidos sin tener que discutir con los responsables últimos de la información.
Se la acusó en su día, públicamente y con detalle, de hacer filtraciones para manchar el nombre de Aznar y lo desmintió con una querella que obligó al autor, el periodista Víctor Gago, a retractarse. Sin embargo, un libro de Ignacio Villa detallaba cómo contribuyó al desprestigio personal de la ex dirigente vasca del PP María San Gil.
Foco de intoxicaciones o no, de lo que sin duda es responsable es de esa política de comunicación raquítica que caracteriza la etapa Rajoy, consistente en limitar al máximo el contacto con los periodistas al tiempo que se potencian las comparecencias a través del plasma, las declaraciones sin preguntas y el envío de comunicados de prensa. Su forma de trabajar chocó con los planteamientos de Jorge Moragas, y en ese pulso la secretaria de Estado se impuso al jefe de Gabinete.
Más sueldo que el presidente
Se cuenta una anécdota de Martínez Castro que revela que no asume ese papel gris que se le atribuye tanto a ella como al la estrategia de comunicación que abandera. Cuando un diario digital la presentó en sus páginas como "secretaria de Rajoy", llamó para recordar que era secretaria de Estado, "no una bedel".
Consejera, persona de confianza, acompañante inseparable, la simbiosis entre Martínez Castro y Rajoy es tal que muchas veces no se sabe dónde empieza una y acaba el otro, si quien considera que los medios son un problema es él o es ella, y si al despreciar de esa forma a los pensionistas -"¡os jodéis!"- acaso habla la secretaria de Estado o lo hace por boca del presidente.
Su sueldo de 112.000 euros brutos al año, uno de los más altos en Moncloa, está muy por encima del salario de Rajoy (79.000). Aunque es una de las profesionales más valoradas por el presidente, eso no acalla las críticas en el Gobierno y dentro del PP, donde muchos echan en falta una estrategia de comunicación tanto para combatir la propaganda nacionalista como para demostrar ante la opinión pública mayor sensibilidad hacia los problemas de los ciudadanos. Por eso su salida de tono captada con un teléfono móvil es la gota que amenaza con colmar el vaso.