No le sentó bien a Quim Torra (Blanes, Gerona, 1962), próximo presidente de la Generalidad gracias al dedazo del prófugo de la Justicia Carles Puigdemont, que Ignacio Vidal-Folch escribiera en 2002 un artículo en el diario El País riéndose de los hallazgos “de gran valor histórico” que los arqueólogos habían encontrado por aquel entonces bajo el viejo mercado del Borne, epicentro del victimismo catalanista y del falseamiento histórico nacionalista de la Guerra de Sucesión española.
En realidad, Vidal-Folch lo tuvo fácil para ironizar sobre el enésimo globo independentista. Porque esos hallazgos “de gran valor histórico” consistían en la práctica en “una acequia, dos pesebres, tres letrinas” y, literalmente, el esqueleto de una rata. “Pero esta rata, muerta tal vez a causa de un disparo de Felipe V en persona, esta rata asesinada, en fin, por el centralismo, tiene algo heroico, es, por decirlo así, una rata patriótica, una rata venerable, una rata valiosísima para la recuperación de la memoria histórica”. Eso escribió Vidal-Folch en un artículo que, para añadir más insulto a la injuria, tituló Chuky y la rata.
Tan mal le sentó a Torra, en fin, que en fecha tan tardía como 2016 aún despotricaba del columnista de El País en uno de sus artículos para el diario nacionalista Avui. Lo cual no parece decir mucho a favor de su capacidad para superar el resentimiento pero que, por otro lado, no tiene nada de raro cuando se conoce que Quim Torra fue durante casi tres años director del centro cultural del Borne, el organismo encargado de la museización de ese mercado que él consideraba “clave” en la historia de Cataluña y "símbolo del fin del Estado catalán”, pero que en los ambientes barceloneses menos contaminados por las manipulaciones históricas del nacionalismo se conoce como “el Valle de los Caídos catalán”.
En julio de 2015, Torra fue nombrado presidente de la asociación separatista Òmnium Cultural, también conocida como "Òdium Cultural" entre los catalanes no nacionalistas, tras la renuncia de su antigua presidenta, Muriel Casals, que había aceptado poco antes la oferta de Convergència y ERC para presentarse a las elecciones autonómicas del 27 de septiembre de ese año en su lista unitaria. “Toca centrarse en el fabuloso objetivo independentista”, dijo Torra entonces.
Afirmaciones racistas
No fueron pocos los que recordaron entonces algunas de sus afirmaciones más abiertamente racistas. Como la de “vergüenza es una palabra que los españoles hace siglos que no han eliminado de su diccionario”. O la de “evidentemente vivimos ocupados por los españoles desde 1714”. O la de “los españoles sólo saben expoliar”. O la de “nosotros vamos en coches particulares y nos lo pagamos todos, no hacemos como los españoles”.
Pero quizá las dos frases más inquietantes y que más recelos han despertado entre los catalanes no nacionalistas tras su nombramiento son las siguientes. “El fascismo de los españoles que viven en Cataluña es infinitamente patético, repulsivo y borde”. Y “Sorprende el tono, la mala educación, la pijería española. Sensación de suciedad”.
Lo que un Quim Torra a las órdenes de Puigdemont y con acceso libre al Presupuesto de la Generalidad pueda hacer a partir de ahora con los catalanes no nacionalistas es una incógnita. Lo que parece claro, en cualquier caso, es que Carles Puigdemont no ha escogido precisamente a un moderado y que los días de tregua que el 155, a pesar de su tibia y casi inapreciable aplicación por parte del Gobierno, proporcionó a los catalanes no nacionalistas han acabado. El nacionalismo vuelve a tener en su mano los resortes del poder y la inminente elección de Quim Torra no parece indicar que el objetivo del separatismo a partir de ahora vaya a ser tender puentes. Más bien todo lo contrario.