Quim Torra será hoy investido presidente de la Generalidad gracias a la abstención de los cuatro diputados de la CUP y los votos favorables de ERC y JxCAT. Su entronización como 131 presidente de la Generalidad —el séptimo en democracia si incluimos en la lista a Josep Tarradellas— iniciará la cuenta atrás para el fin del 155 y para la recuperación por parte del independentismo del control de los resortes de gobierno que le permitirán avanzar hacia esa república independiente que Torra prometió a los catalanes independentistas en su discurso de investidura.
Las dudas acerca de la disposición de la CUP a votar a un candidato que es definido en ambientes nacionalistas como ultracatólico e ideológicamente cercano a la extrema derecha nacionalista quedaron despejadas ayer domingo a las 15:00, cuando el Consejo Político de la CUP, el máximo órgano decisorio de la organización, se decantó de forma clara –cuarenta votos a favor de la abstención y veinticuatro a favor del NO– por investir presidente a Quim Torra.
Lluc Salellas, el portavoz del secretariado nacional de la CUP, y la diputada Maria Sirvent se apresuraron tras la votación a acallar las críticas internas recordando que su abstención no le saldrá gratis al candidato: "El discurso de investidura de Torra se quedó corto" dijeron ambos en rueda de prensa. Y añadieron: "La CUP hará oposición activa".
En la práctica, esa "oposición activa" implica presionar a Torra para que éste de pasos firmes hacia la independencia reactivando las leyes suspendidas por el Tribunal Constitucional y avanzando en la construcción de las conocidas entre el independentismo como "estructuras del Estado". Y entre ellas, la llamada "asamblea de electos", una suerte de Parlamento alternativo, obviamente ilegal, en el que el independentismo contaría con el 100% de los votos y cuya misión sería sustituir poco a poco al verdadero Parlamento.
Que la extrema izquierda separatista haya decidido investir a un candidato cuya trayectoria vital deja pocas dudas acerca de su cercanía ideológica a la ultraderecha no provocó ayer la más mínima sorpresa entre el nacionalismo, como tampoco lo hicieron los muchos editoriales y artículos de opinión que presentan a Quim Torra como un émulo regional de Donald Trump.
Las similitudes de Torra con el actual presidente de los Estados Unidos no son pocas. Como Trump, el diputado de JxCAT es el autor de docenas de afirmaciones sobre los españoles y los catalanes no nacionalistas que en Europa quedan reservadas para grupúsculos marginales de ultraderecha. En 2012, el futuro presidente de siete millones y medio de catalanes escribió un artículo sobre los castellanohablantes en el diario de estricta obediencia nacionalista El món titulado La lengua y los animales en el que, entre otras afirmaciones de dudoso encaje democrático, se encontraba esta: "Están aquí, entre nosotros. Hay algo freudiano en estos animales. O un pequeño bache en su cadena de ADN. ¡Pobres individuos!".
El exvocal del Consejo General del Poder Judicial Alfons López Tena tuiteó esto después de conocerse la decisión de la CUP: "El partido de extrema izquierda CUP ha decidido permitir que un supremacista sea investido presidente de la Generalidad. Las políticas de la identidad y la xenofobia van de la mano para sostener a un presidente al estilo de Trump que deshumaniza a los otros para proteger a aquellos que se consideran los legítimos propietarios de Cataluña, y entre los cuales está la CUP".
Quim Torra se convierte así en el líder oficioso –el oficial y "legítimo" sería Carles Puigdemont– de un régimen nacionalista que avanza sin pausa hacia su conversión en movimiento de extrema derecha con el apoyo de la CUP. Fue en 1958 cuando Jordi Pujol aludió al "hombre andaluz destruido, poco hecho, que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual". Hoy, sesenta años después, ocupará la presidencia de la Generalidad un hombre que ha incluido en la definición 'pujolista' del andaluz a todos los españoles.