El presidente del Gobierno llegó al Congreso de los Diputados a las nueve y cinco de la mañana sin tener todavía asegurado que la moción de censura que presentó Pedro Sánchez el viernes prosperará. Mariano Rajoy ha tomado las riendas directamente de la negociación con el Partido Nacionalista Vasco, la formación de la que depende su continuidad en Moncloa.
Aparentemente, Rajoy entró en el Hemiciclo tranquilo. Su equipo más cercano insistía en que el jefe del Ejecutivo "no va a dimitir" en ninguno de los casos, pero que el jefe del Ejecutivo puede presentar su dimisión cuando quiera antes de que se inicie la votación. Si lo hace, la moción decaería automáticamente y su Gobierno se quedaría en funciones hasta que se elija a otro candidato.
Su futuro, de nuevo vuelve a estar en manos de otros. El líder del PP se ha preparado concienzudamente la intervención para desmontar a Sánchez y alertar a todos los grupos políticos que planean apoyarle de la irresponsabilidad que supone para España formar un "gobierno Frankestein".
Los conservadores contienen el aliento ante el que puede ser su último día en el Gobierno. Las apuestas por qué pasará este jueves y viernes en el Congreso son infinitas, pero el ánimo de casi todos que vienen de Génova es el desaliento. Los populares esperan el discurso del proponente socialista para arremeter duramente contra él e intentar convencer por todos los medios al PNV de que a España y en particular al País Vasco le irá mucho mejor con el PP en el Ejecutivo que con una alianza de los socialistas con los independentistas catalanes. Qué pasará finalmente sigue siendo un misterio.