El contraste fue demoledor. Mientras Pedro Sánchez juraba el cargo frente al Rey, sobre la Constitución y sin crucifijo ni Biblia a la vista, los consejeros del Gobierno catalán prometían el cargo entre lazos y vestidos amarillos, frente a docenas de invitados, con un Sant Jordi de plata del siglo XV –que habitualmente preside la capilla del palacio de la Generalidad– sobre la mesa y después de que un coro cantara a capella un Cant de la senyera cuya letra le resultaría cursi hasta a Marta Sánchez: "¡Oh, bandera catalana!, nuestro corazón te es muy fiel, volarás como ave galana, por encima de nuestro anhelo, para mirarte soberana, alzaremos los ojos al cielo". Estado laico del siglo XXI frente a Edad Media, como muy acertadamente ha resumido Teodoro Leon Gross en el diario El País.
De hecho, la solemnidad de la toma de posesión del Gobierno catalán ha chirriado tanto entre los catalanes ateos como esa Catedral de Barcelona cuya fachada se finge gótica pero data de 1890 –neogótico en términos estrictos– o como ese Els segadors que se pretende épico pero que no es más que un plagio de una vieja canción religiosa judía del siglo XV. Los diarios catalanes lo han disimulado como mejor han podido. "Un acto más emotivo y simbólico que protocolario", decía La Vanguardia. "Un acto cargado de simbolismo y emotividad", decía elnacional.cat. "Acto emotivo", decía Vilaweb. El editorial único, ya ven, suma páginas a diario en la prensa catalana.
Pedro Sánchez, por su lado, se ha convertido en el primer presidente de Gobierno que promete su cargo sin símbolos religiosos a la vista. Algo que era obligatorio durante el reinado de Juan Carlos I pero que Felipe VI desterró en 2014. Desde esa fecha, y en estricto cumplimiento de la libertad religiosa contemplada en la Constitución, los presidentes, ministros y altos cargos institucionales pueden escoger jurar o prometer el cargo frente a una Biblia y un crucifijo o sin ellos a la vista. Ironías del destinio: la monarquía española ha resultado ser más moderna que ese nacionalismo republicanista y místico de otro siglo que pretende derribarla por "desfasada".
El simbolismo de la figura de Sant Jordi de la toma de posesión del Gobierno catalán no se le escapa a nadie. Convertida España en un dragón al que el caballero catalán dará muerte, Quim Torra ha pedido a Pedro Sánchez un diálogo "bilateral", es decir de Estado a Estado, y la asunción de riesgos, es decir la concesión de un referéndum de independencia. Ningún representante de Ciudadanos o del PP ha acudido al acto. Tampoco lo ha hecho Enric Millo o cualquier otro representante del Gobierno. Sí lo ha hecho el PSC.
Punto final al 155
Poco antes, los nuevos consejeros regionales catalanes habían presentado sus respetos a los familiares de los líderes del golpe separatista encarcelados, simbolizando así su supuesta voluntad de restituirles en sus antiguos cargos cuando salgan de prisión. Los familiares han respondido leyendo cartas de los presos en las que estos animaban a no desfallecer en la construcción de la república catalana. Quim Torra, por su parte, ha afirmado que los que él llama "presos políticos" son el faro del Gobierno catalán.
El 155, en realidad, no decae tras la toma de posesión de hoy sino cuando los nombramientos sean publicados en el Diario Oficial de la Generalidad de Cataluña, el equivalente autonómico del BOE. En la práctica, sin embargo, el 155 decayó en el mismo momento en el que Torra tomó posesión de su cargo. El rifirrafe a cuenta de los nombramientos fallidos de dos consejeros presos y dos fugados por parte de Torra no tuvo otra consecuencia en la práctica que retrasar unos días la toma de posesión del, ahora sí, verdadero Gobierno catalán.
En el acto del palacio de la Generalidad, por cierto, no se ha visto una sola Constitución. Tampoco ha habido ejemplar alguno del Estatuto de autonomía. Sí ha habido toda la ceremonia, la gravedad y la ampulosidad que faltó en la toma de posesión de Torra, de obligatorio perfil bajo para no pisotear el ego del "presidente legítimo" Carles Puigdemont. Con los exconsejeros presos no ha habido tantos miramientos.
De momento, España laica 1 - Cataluña neogótica 0. Pero el partido sólo acaba de empezar y el PSOE, por lo que respecta al nacionalismo, es especialista en marcarse goles en propia puerta.