Mariano Rajoy se aleja definitivamente de la vida pública y vuelve a ser registrador de la propiedad 28 años después de pedirse una excedencia. El todavía presidente del Partido Popular ha decidido dejar su escaño tres días antes de que se abra el plazo para que aquellos que aspiran a sucederle presenten sus candidaturas. Un adiós que ha pillado al partido en plena lucha por hacerse con el control. Rajoy, el hombre que no hacía nada para que todo pasase, deja la política antes incluso de que los aspirantes a sucederle presenten oficialmente su candidatura.
La resistencia se convirtió en el principal aliado del expresidente del Gobierno antes incluso de que llegara a La Moncloa. Los atentados del 11-M tres días antes de las elecciones de 2004 le apartaron del poder. José Luis Rodríguez Zapatero revalidó su mayoría en las urnas también en 2008. Muchos pensaron entonces que el líder del PP se iría y hubo quien amagó con echarlo en el famoso congreso de Valencia del que volvió a salir airoso.
Rajoy resistió y no ganó en 2011, sino que lo hizo con más escaños que su antecesor, José María Aznar, uno de sus peores enemigos internos. A partir de entonces su paso por el Gobierno consistió en resistir. Resistió a la prima de riesgo, a la galopante crisis económica, a los recortes, a los casos de corrupción, a los partidos que emergían con líderes mucho más jóvenes que él.
En 2015 perdió la mayoría absoluta y el establishment trabajó incansablemente para descabalgarlo. Y volvió a resistir. El presidente del Gobierno en funciones se atrevió a decirle al Rey Felipe VI que no contaba con apoyos suficientes como para sacar adelante una investidura. Un hecho insólito en la historia de España. Lo intentó entonces el actual presidente Pedro Sánchez, se estrelló y el PSOE lo echó. Entonces, con la abstención de los socialistas y con grandes dosis de paciencia, Mariano Rajoy volvió a vencer.
El principio del fin
Con estos antecedentes, nada hacía presagiar que, un día después de aprobar los Presupuestos Generales del Estado que le permitían agotar la legislatura, una durísima sentencia de Gürtel acabaría con él. Sánchez, que renunció a su acta de diputado precisamente para no apoyar la investidura de Rajoy, registró en tiempo récord una moción de censura que acabó con él. Solo una semana después de conseguir luz verde para las cuentas públicas.
La resistencia se diluyó como un azucarillo el jueves 31 de mayo a mediodía, cuando el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, le llamó por teléfono para anunciarle que con sus cinco votos haría presidente a Pedro Sánchez. Una vez que confirmó que su castillo se desvanecía en un solo día, Rajoy optó por no acudir al Parlamento a ver cómo perdía la confianza de la Cámara.
El viernes 1 de junio fue la última vez que Mariano Rajoy pisó el Congreso, 32 años después de estrenarse como parlamentario. El gallego se sentó por primera vez en un escaño en el Congreso de los Diputados en 1986 y, desde entonces, ha tenido escaño todas las legislaturas.
Una salida rápida
Con su salida estrepitosa del Gobierno, Rajoy ha decidido dejar de ser previsible. El primer fin de semana ya fuera de La Moncloa lo dedicó a pensar qué quería hacer con su vida. Una decisión que contrastó con su mujer, Elvira Fernández, y parte del equipo que le ha acompañado durante estos años: la presidenta del Congreso, Ana Pastor; la exvicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría y el coordinador general del PP, Fernando Martínez-Maillo.
El líder del PP convocó el martes siguiente a su Junta Directiva Nacional para hacer pública su decisión: quería marcharse lo antes posible y sin elegir a su sucesor, como hizo Aznar con él. El congreso, ya en marcha, se celebrará el 20 y 21 de julio. Rajoy ha evitado hacer cualquier movimiento que pueda interpretarse como el respaldo a un candidato.
Él mismo pidió a todos los que aspiren "altura de miras" para que el partido salga más fortalecido del congreso de lo que entró. Nadie se esperaba este paso definitivo para dejar la política en la víspera de que los candidatos tengan que hacer el anuncio definitivo. Rajoy no solo renuncia a su escaño, sino que también se resiste de momento a ocupar el puesto que le corresponde como expresidente del Gobierno en el Consejo de Estado y que le permite mantener privilegios como chófer y secretaria, además del aforamiento. Pero tampoco ha seguido el camino de sus antecesores.
El día que Rajoy dejó de ser previsible
Ninguna de las últimas profecías que sobrevolaban sobre su sombra desde que abandonó La Moncloa se han cumplido. Rajoy no se queda como líder de la oposición ni siquiera para aparentar una transición modélica. Se va, y el anuncio lo ha hecho pocas horas antes de que España se estrenase en el mundial de Rusia a través de una breve nota enviada por el PP. Casi a la misma hora que acudía como invitado a la boda de uno de sus escuderos, José Antonio Bermúdez de Castro, secretario general del PP en el Congreso. Una ceremonia a la que también acudieron dos de las mujeres que están en las quinielas para sucederle: la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, y la exvicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.
El aspirante a sucederle que primero que le felicitó en redes sociales es el que no estaba invitado a la boda, Alberto Núñez-Feijóo, que aseguró que con su marcha el Congreso pierde un "brillante diputado", a uno de los "grandes protagonistas del parlamentarismo" y de la "Democracia española y a un actor principal de la modernización de nuestro país".