Un dirigente local del PP llama a la puerta de su presidente provincial. Le entrega un censo actualizado. "Oiga, han fallecido doscientos militantes". Y obtiene como respuesta: "No los borre. Esos también nos votan". Esta anécdota es verídica. La brinda un histórico diputado popular y refleja cristalinamente el milagro de los panes y los peces a la inversa, alumbrado en Génova a las puertas de "las primarias de la ilusión".
El gran árbol genealógico de los 869.535 afiliados que el PP paseaba por España a ritmo de urna es ceniza: sólo 66.384 personas elegirán al sucesor de Mariano Rajoy el próximo 5 de julio. El estreno "democrático" del PP -todavía lejos del "un militante, un voto"- ha estrellado el "censo oficial" contra la realidad. Cuando ha habido que filtrar la cifra astronómica y ceñirla a quienes se encuentran al corriente de pago, la pirámide se ha desplomado... y el emperador estaba desnudo.
El índice de participación es del 7,5%, lejos del 10% que las fuentes populares consultadas por este diario catalogaron como "aceptable", pese a su raquitismo. Pablo Casado, candidato, fue el más explícito tras conocer la debacle: "Si ni siquiera están ilusionados nuestros militantes, ¿cómo van a estarlo nuestros votantes?". Los números, incluso desmigados por Comunidades Autónomas, denotan un PP humanamente descapitalizado.
Pero, ¿cómo se acercó el Partido Popular al millón de afiliados? ¿Por qué nadie se ocupó de actualizar el censo? Un diputado del PP que buceó en este listado "oficial" de simpatías retrocede hasta 1977 para buscar el origen. Se remite a Alianza Popular, que utilizó las guías telefónicas para "hacer socios sin avisar".
El PP, explica esta fuente, conoció un "crecimiento brutal" a principios de los noventa, cuando Aznar se tornó un líder posible frente a la decadencia de los dos últimos Ejecutivos de Felipe González. "Eché cálculos con los datos en la mano. Creo que fueron unos 50.000 al año". Y se fueron sumando, "pero nunca se restaron". "No se limpiaron muchísimas defunciones, ni por supuesto a quienes dejaban de pagar o de hacer vida activa en el partido".
Ni la Democracia Cristiana alemana ni el Partido Conservador británico han llegado a presumir de una cantidad tan elevada como los 869.535 militantes que enarboló el PP. Un exdiputado conservador se remite a una consulta interna vía Génova. Ya entonces, en pleno siglo XXI, la organización reconoció que los afiliados al corriente de pago apenas superaban los 100.000.
El espejo del PSOE
El espejo del PSOE es especialmente doloroso. En las primarias que devolvieron a Pedro Sánchez a la secretaría general participaron 148.000 de los 190.000 militantes, un 78%.
La dirección popular, consciente de que el 90% de sus carnés no pagaba a las arcas del partido, aprobó lo que se ha conocido como "tarifa plana": veinte euros con los que ser amnistiado y poder entrar en el proceso. "Esto ha tenido que doler en quienes sí que han estado pagando todos estos años y seguro que ha desmovilizado a una parte", relata a este diario un exparlamentario.
Alguien que ha formado parte de la estructura orgánica del PP apunta a una "intencionalidad clara" a la hora de inflar el censo: "¿A quién le interesaba? ¡Era un elemento propagandístico fundamental! Un dato para decir que el nuestro era el partido más numeroso de España". Ahora se ha comprobado que ya no lo es.
La herencia de Rajoy
La herencia de Mariano Rajoy, además de un partido en la oposición y dividido, es una organización desmovilizada. Ya en el Congreso del año pasado se filtraron los problemas que sufrió el PP para reunir el número de compromisarios necesarios. El expresidente deja en herencia una formación descapitalizada y con las sedes huérfanas de entusiastas.
Esta "desmovilización" la trajo, en palabras de un exdiputado conservador, el haber convertido el partido en "el aparato del aparato". "Y eso lleva a la desmotivación, a la falta de implicación".
En otro orden, el tapón a los líderes que pretendieron el liderazgo del PP suscitó la inexistencia del debate político. Los liberales y los demócrata cristianos, por ejemplo, vieron relegadas sus banderas a un segundo plano, lo que supuso, una vez más, esa desmovilización. En ese sentido, no son pocos los que, de manera interna, han criticado una "desideologización" del partido, lo que genera desapego entre quienes acudían a las sedes del PP en busca de debate e intercambio de opiniones.
Aunque Rajoy aupó a Javier Maroto o Andrea Levy a las vicesecretarías, dibujó un PP en el que los jóvenes no podían alcanzar poder de gestión. Véase algunos actuales candidatos a sucederle, que critican a Casado, de 37 años, por falta de experiencia. En la era de las redes sociales, el PP olvidó a quienes debían engrosar ese censo que ahora se ha revelado escuálido y reducido en más de un 90%. Ahí es nada.