La primera vuelta de las primarias del Partido Popular ha dejado casi un empate entre Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado: ambos han conseguido unos resultados mejores de los que esperaban; un 36,9% y un 34,3% de los votos, respectivamente. A mucha distancia de ellos, la derrota de María Dolores de Cospedal (25,9%) hace a algunos de sus compañeros de partido dudar incluso de su permanencia en la política.
En la religión budista, el Karma es entendido como la mochila de experiencias que cada individuo arrastra de vidas pasadas: cuanto peores hayan sido éstas, más pesarán en la nueva vida. María Dolores de Cospedal ha llegado a las primarias del PP con una pesada carga de asuntos por resolver con compañeros del pasado. Y con tanto peso, era difícil avanzar.
El primero de esos fantasmas del pasado que nunca ha dejado de rondarle es el de Javier Arenas, vicesecretario nacional del PP y la mano que aún maneja los hilos del partido en Andalucía. Allí, el íntimo enemigo de Cospedal ha hecho una campaña a favor de la exvicepresidenta del Gobierno. Ni los empeños del exministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, por conseguir un buen resultado para su amiga han dado resultado. Soraya ha obtenido 5.600 votos de los afiliados frente a los 2.900 de Cospedal y los 1.600 de Casado. El descalabro de Casado en esta comunidad era previsible, el de Cospedal, no.
Arenas ya hizo su demostración de fuerza decisiva en 2014, cuando consiguió encajar a su apadrinado, Juan Manuel Moreno Bonilla, al frente del Partido Popular. Moreno Bonilla, al que también apoyó Sáenz de Santamaría, se impuso entonces al candidato de María Dolores de Cospedal, José Luis Sanz. Algunos analistas políticos creen que aquella operación bendecida por Rajoy fue la gota que colmó el vaso de la mala relación entre Cospedal y Santamaría.
Relación difícil desde los 90
La relación amor-odio de la secretaria general del PP con Javier Arenas viene de muy atrás. En el año 1997, el hombre fuerte del PP nacional convenció a la joven abogada del Estado, de poco más de 30 años, para que diera el salto de un puesto técnico en el Gobierno a otro político.
La relación de confianza que hubo entre ellos llevó a Cospedal al primer Gobierno de José María Aznar. En 1997 comenzó a trabajar en el Gabinete del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales que encabezaba el omnipresente Arenas. Un año más tarde, y según fuentes internas del PP, Cospedal fue designada consejera Laboral y de Asuntos Sociales en la Embajada de España en Washington, como consecuencia de los altibajos de la relación personal que había entre ellos.
Un año más tarde volvió al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, donde se mantuvo hasta 2002. Entonces pasó a ser la subsecretaria del Ministerio de Interior que ocupaba Ángel Acebes, donde acabó la legislatura en 2004. Ella se encargó de dar explicaciones tras los atentados del 11-M.
Para entonces, la relación con Javier Arenas ya se había deteriorado. Fuentes del PP dan dos versiones distintas: los continuos feos del exministro hacia ella para salvaguardar su imagen familiar y, por otro lado, la aparición de Ignacio López del Hierro en la vida de Cospedal, con quien se casó y a día de hoy es su marido.
La relación entre Cospedal y Arenas tiene ciertos paralelismos con la que tuvieron Cristina Cifuentes e Ignacio González, también con un accidentado final. Quizá eso ha ayudado a fraguar una fuerte amistad entre la política castellano-manchega y la madrileña. Cospedal ha sido un firme apoyo de Cifuentes estos últimos meses, cuando se ha visto forzada a dejar la política.
El rescate de Aguirre
Tras la derrota electoral de Aznar en 2004, Cospedal entró al Gobierno de Madrid de Esperanza Aguirre. Precisamente fue el expresidente madrileño, Ignacio González, quien se ocupó de la negociación a instancias de Aguirre.
Cospedal aterrizó en la sede de Correos para sustituir a Francisco Granados al que, según ha defendido éste último en sede judicial, quisieron apartar Aguirre y González por falta de confianza.
En el año 2006 Rajoy la propuso para presidir el PP de Castilla-La Mancha, encargo que acogió con ilusión a pesar de que con ello defraudó a Aguirre y González, sus valedores en el Gobierno de Madrid. A partir de ese momento, se deterioró la relación con ellos y con Arenas, amigo de Luis Bárcenas, Jesús Sepúlveda o Ricardo Galeote, implicados en la trama Gürtel, sobre la que Cospedal también salió a dar explicaciones. Eso sí, siempre mantuvo las distancias con los implicados y demandó a Bárcenas.
Una política que "suelta lastre"
Quienes conocen bien a María Dolores de Cospedal hablan de ella como una política "trabajadora, ambiciosa y concienzuda", pero también "fría" y a quien gusta rodearse de "palmeros".
Una mujer que marca un camino en línea recta y lo recorre sin mirar atrás, soltando "como un lastre", si es preciso, incluso a quienes la han ayudado, según cuenta a EL ESPAÑOL uno de sus antiguos compañeros.
Cospedal creció entre Madrid y Albacete en una familia con tradición política. Su padre, Ricardo Cospedal, también sufrió un batacazo electoral en el año 1986, cuando se presentó como candidato del Partido Reformista Democrático (PRD) de Miquel Roca. Ella se ilusionó con la campaña y le ayudó a pegar carteles. Quizá fue esa experiencia la que le enseñó a asumir las derrotas políticas.
Hay afiliados ahora de Castilla-La Mancha que consideran que Cospedal abandonó la región en 2015 para volver a Madrid después de una impopular legislatura de recortes. En esta región, donde Cospedal aún preside el partido, ha obtenido en las primarias la mayoría de los votos, el 65,5%, pero Pablo Casado ha conseguido un 29% y Santamaría el 9%. Hay quien asegura que el hecho de que no arrasara y perdiera también en otras regiones se explica también por los alargados tentáculos de Arenas, la vieja sombra del pasado.