En el País Vasco sólo algunos partidos no nacionalistas -y no siempre por lo que respecta al PSE-EE- se alzan contra la política lingüística del Gobierno vasco. El debate se recrudece en épocas electorales pero se amansa a lo largo de las legislaturas y las coaliciones de gobierno y la euskaldunización obligatoria va quemando etapas en la Educación y en la Función Pública.
Se cuestionan, en todo caso, las directrices del PNV, el mayor o menor grado de exigencia y nunca “la riqueza cultural” que representa el euskera. Nadie lo hace, al menos públicamente, salvo Andoni Unzalu Garaigordobil (Abadiño, 1956) un alto cargo socialista en el Ejecutivo de Urkullu, que lo ha dejado plasmado en un libro, Ideas y creencias. Conversaciones con un nacionalista (Editorial Catarata), en el que trata de desmontar los principales mitos del nacionalismo.
El autor no sólo rechaza la concepción del pluralismo lingüístico, sino que exige libertad para usar cualquier idioma y alerta del muro de exclusión que se levanta en torno a la lengua vasca y el acceso al funcionariado. Afirma que hoy sólo el 33% de la población sabe euskera, mientras -denuncia categórico- se impide ser funcionario al 70% restante.
Unzalu es euskaldún y se crió y educó en un mundo nacionalista, con el que se identificó pero que progresivamente fue abandonando. Asegura que sintió como un “enorme aldabonazo” el pacto de Estella (1989) y hoy es un “traidor” a ojos de sus antiguos correligionarios, aunque reivindica esa figura: “un traidor es capaz de analizarse a sí mismo y reconocerse equivocado y que tiene que cambiar para avanzar”.
La "esencia de identidad"
Su obra, presentada en Vitoria el lunes pasado, consiste en una charla imaginaria con un nacionalista, resumen de los interminables debates sostenidos por el autor en televisiones y radios vascas. “El debate con el nacionalista es como caminar en un laberinto cerrado y sin salida”, alerta en la introducción. Un aviso al lector con el que comparte su preocupación por la situación en Cataluña, que le ha llevado a escribir el libro, y su “sorpresa” por el comportamiento de “alguna izquierda” y su “habitual condescendencia” hacia el nacionalismo vasco y catalán al que tratan de “apaciguar con cesiones”.
Sólo salva, “como única excepción institucional”, al Gobierno vasco de Patxi López, donde él ocupó la Secretaría general de Comunicación. Fue también la mano derecha del dirigente socialista durante su breve paso por la Presidencia del Congreso y su asesor en las primarias del PSOE. Actualmente es director de gabinete del consejero vasco de Turismo, departamento en manos del PSE-EE, socio de gobierno del PNV.
El conocimiento del contenido de su libro provocó en mayo una minicrisis en el seno del Ejecutivo de Urkullu ante el malestar generado en las filas del partido de Andoni Ortuzar, desde donde se llegó incluso a pedir su destitución.
Los nacionalistas conciben el euskera como “la esencia de identidad de los vascos” y asocian la lengua al concepto de pueblo, nación y Estado propio. Unzalu discrepa y afirma que el gran salto al progreso y la modernización de Europa a finales del XIX y principios del XX exigió grandes masas de población que hablaran el mismo idioma y que, paradójicamente, fueron los nuevos Estados nacionalistas que se crearon después de la Primera Guerra Mundial los que llevaron a cabo la unificación lingüística.
El binomio "responsabilidad o traición"
“¿Por qué es una riqueza cultural tener dos idiomas?”, inquiere y cita las más de trescientas lenguas de Indonesia -“¿riqueza o costosa rémora para el desarrollo humano?”-, para reparar en el pasaje bíblico de la torre de Babel, donde la diversidad idiomática “es un castigo de Dios para confundir a los hombres por sus pecados”.
“El euskera absorbe gran cantidad de recursos económicos, humanos y profesionales. Si hubiéramos hecho los mismos esfuerzos con el inglés a lo mejor tendríamos la generación mejor formada de la historia”, mantuvo en Vitoria. Unzalu defiende, no obstante, la libertad lingüística y deja en manos del hablante su elección. “Yo no estoy en contra del euskera, yo defiendo su uso y fomento, pero lo hago porque defiendo la libertad, no porque me parezca una gran riqueza cultural”, asevera.
Considera que una Administración no puede decir que una lengua minoritaria debe morir, “por muy racional que sea”, pero tampoco que su uso sea obligatorio para todos. Se rebela contra las nacionalistas y progresistas que plantean el euskera o el catalán como “riqueza cultural a preservar”, porque están imponiendo a los ciudadanos “una obligación moral”, el deber de defenderlo, y los sitúan ante el binomio de elegir entre “responsabilidad o traición”.
Sostiene que la pervivencia de los idiomas debe garantizarse por “la decisión libre” de los hablantes, no mediante decretos en boletines oficiales y recuerda que la función esencial de los idiomas es comunicar. “Por eso no es igual una lengua en la que se comunican millones de personas a otra que solo comparten miles, como tampoco son comparables una autopista y un sendero”, concluye.
Las 'mentiras' del euskera
El autor trata de desmontar “las mentiras” fabricadas en torno al euskera, empezando por sus orígenes, y repara en cómo desde que los nacionalismos accedieron al poder han sustituido el derecho, antes reivindicado, de los niños vascos o catalanes a escolarizarse en su lengua materna por la obligación de aprender la lengua de la “nación”.
También combate la afirmación de que el euskera está discriminado, haciendo recaer la carga de la prueba en sus hablantes. Se pregunta si los vascoparlantes tienen más o menos derechos que los castellanoparlantes y se responde a sí mismo con ejemplos de discriminación positiva en favor de los primeros, tanto por el apoyo que reciben en el ámbito cultural como por el acceso a la función pública.
Andoni Unzalu profundiza en la denuncia sobre el uso del euskera en la Administración vasca y es tajante en sus charlas: “Uno de cada cinco puestos de trabajo en Euskadi es público; el que esté vedado a todo ciudadano que no sepa euskera es de una inequidad total”.
Según sus planteamientos la exigencia de la lengua genera “una reserva privilegiada” de plazas en un mercado laboral muy codiciado por su seguridad y por sus sueldos que beneficia a los vascoparlantes. El euskera introduce una doble discriminación: hacia afuera porque en la práctica impide acceder a la Función Pública vasca al resto de ciudadanos españoles, mientras que los vascos sí pueden competir por puestos en otras comunidades autónomas; y hacia adentro, porque únicamente quienes lo conocen pueden llegar a ser funcionarios.
Las 'concertinas vascas'
Sus cuentas son muy sencillas. Si sólo el 33% de la población habla euskera, ¿por qué esos pocos tienen derecho a copar el 100% del empleo público? Dentro de una década, cuando se jubilen los funcionarios que ingresaron en los ochenta “la Administración pública vasca estará en manos del 33% de la población que habla euskera”.
“Que el 70% de la población quede excluida del acceso a la Función Pública debería alarmarnos a todos”, razonó en el acto de la capital alavesa. En la misma presentación del libro su prologuista, el abogado José María Ruiz Soroa, consideró que los obstáculos de la política lingüística son “las concertinas [en alusión a los alambres con cuchillas de Ceuta y Melilla] vascas” porque impiden la entrada de competidores al mercado laboral público y parte del privado.
Unzalu cree que las Administraciones vascas tienen la obligación de atender al ciudadano en euskera, lo que no significa que haya que exigir la lengua vasca a todos los funcionarios y bromea con lo ilógico que resulta que la deba dominar por ejemplo un anestesista con el que el paciente no suele cruzar palabra. Comenta, finalmente, la escasez de solicitudes en euskera que se presentan en los ayuntamientos y mantiene que no se pretende la atención al ciudadano sino “euskaldunizar la Administración”. “Se trata de que ninguna persona que no sepa euskara pueda acceder a los golosos puestos públicos de las Administraciones vascas”, remata.
Las críticas a la euskaldunización del funcionariado constituyeron gran parte de la munición electoral del PSE-EE en los últimos comicios autonómicos, pero el partido de Idoia Mendia relegó sus ansias de reforma en el pacto suscrito por el PNV para conformar el ejecutivo de coalición que preside Urkullu.
Críticas al Cupo
La postura de Unzalu es igualmente crítica frente al Concierto y estima muy escaso el Cupo que el País Vasco paga al Estado por las competencias no transferidas. “Los economistas del Gobierno vasco más que economistas parecen magos”, ironiza. En su libro deja el dato de que Euskadi y Navarra (con un Convenio similar al Concierto) disponen de más de 6.000 euros por persona y año mientras que la media de las comunidades autónomas del territorio común es de 3.000 euros, menos de la mitad.
Sus reflexiones sobre la lucha contra el terrorismo etarra levantan así mismo ampollas en el PNV. “Hubo muchos años que luchamos por la vida; hoy tenemos que luchar por la verdad”, soltó Unzalu en Vitoria. Declara que no fue la sociedad vasca la que derrotó a ETA sino las instituciones democráticas, los jueces y policías y un grupo de resistentes que se enfrentó a la banda armada: “Los nacionalistas y la inmensa mayoría de la sociedad vasca han cerrado los ojos al dolor ajeno y no han tenido humanidad con los asesinados y amenazados” (…) “EL PNV y el Gobierno vasco se han opuesto durante décadas a la lucha del Estado democrático contra ETA (…) y a que Francia entregara a miembros de ETA”, mantiene en su obra.
No todo son acusaciones al nacionalismo, también hay en el pensamiento de Andoni Unzalu reproches para la izquierda a la que pide plantear la batalla de la “igualdad política de la ciudadanía” y reivindicar “la neutralidad” de los espacios públicos.
Asegura que sólo la democracia con sus reglas puede minimizar las ideas totalitarias del nacionalismo y poner límites a una ideología política antiliberal que genera inequidad y desigualdad. Alerta a este respecto del texto de bases sobre el nuevo estatuto vasco pactado por PNV y EH Bildu que diferencia entre ciudadanos vascos y con nacionalidad vasca.
Sobre Cataluña reclama el regreso a la legalidad constitucional y sólo después admitiría un referéndum independentista, “de forma controlada y en igualdad de condiciones”, a través de una doble vuelta: la primera para acreditar la secesión y la segunda, para pronunciarse sobre las condiciones materiales de la separación.