Los puntos estaban ahí para todo el que quisiera unirlos y la presentación en Barcelona de la Crida Nacional per la República, con intervención por videoconferencia de Carles Puigdemont incluida, ha confirmado todas las sospechas: el bloque independentista está tan o más fracturado que la convivencia ciudadana en Cataluña y el expresidente de la Generalidad ha decidido aprovechar esas circunstancias para lanzar una OPA hostil a ERC y la vieja Convergència.
La OPA, encaminada a medio y largo plazo a la consolidación de un régimen de partido único catalanista, se concretara el próximo otoño durante la "convención nacional constituyente" de ese nuevo partido.
El primero de esos puntos se dibujó el pasado 1 de julio, cuando la ANC amaneció con la propuesta de unas "primarias republicanas" en las que se elegiría un candidato separatista único para las elecciones municipales de mayo de 2019 en todas las ciudades catalanas de más de 25.000 habitantes. Para la vieja Convergència, ahora encarnada en el PDeCAT, la propuesta de la ANC era un órdago en toda regla a la táctica apaciguadora y autonomista defendida por Marta Pascal, Artur Mas y la ERC de Oriol Junqueras.
La idea de la ANC era una copia de la propuesta que el outsider Jordi Graupera había presentado sólo unos meses antes y cuyo objetivo era la votación de una lista separatista única, preferentemente encabezada por él, para la ciudad de Barcelona. Menospreciada también por el antiguo aparato convergente y por ERC, la idea fue recuperada por la ANC y ampliada a toda Cataluña ese 1 de julio.
El 28 de junio, sólo tres días antes, TV3 había estrenado en horario de máxima audiencia el documental 20-S. Dirigido por Jaume Roures, el propietario de Mediapro, 20-S pretendía desmontar la versión judicial y policial del acoso independentista a la comitiva judicial que registró las oficinas de la Consejería de Economía y Hacienda de la Generalidad el pasado 20 de septiembre.
Aglutinar el independentismo en torno a Puigdemont
A nadie en el bloque independentista se le escaparon ese día los dos mensajes no-tan-ocultos del documental. El primero es la idea de que la confrontación directa con el Estado por la vía de la movilización callejera no es delito y, por lo tanto, sí una herramienta válida para la imposición de la independencia en Cataluña por la vía de los hechos consumados.
El segundo es la rehabilitación de la figura de Jordi Sánchez, presidente del grupo de Junts per Catalunya actualmente en prisión preventiva y tercera pata de ese triángulo cuyos ángulos son "el presidente en el exilio" (Carles Puigdemont), el preso (el mismo Jordi Sánchez) y el presidente "por delegación del presidente en el exilio" (Quim Torra).
El último punto se dibujó ayer, cuando Ferran Mascarell y Gemma Geis, portavoz de JxCAT, presentaron en el Ateneo barcelonés la Crida Nacional per la República, un "movimiento transversal e ideológicamente plural" que pretende aglutinar a todo el independentismo alrededor de Carles Puigdemont y, con el tiempo, convertirse en el partido único de un régimen nacionalista catalán que avance sin rodeos hacia la independencia. Carles Puigdemont es en este momento el único político catalán con capacidad para aglutinar tanto a votantes de la CUP como de ERC y, por supuesto, del PDeCAT. Y su plan evidente es aprovecharlo.
La Crida Nacional per la República, cuyo nombre es una nada velada alusión al documento fundacional de la banda terrorista Terra Lliure (Crida de Terra Lliure), no es más que una OPA hostil política a ERC y, sobre todo, a la vieja Convergència. De cuajar, la Crida Nacional per la República dejaría al PDeCAT sin apenas margen de maniobra y a merced de los movimientos de un Puigdemont al que las concesiones del Gobierno de Pedro Sánchez y la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein han vuelto a colocar en primera línea política tras unas semanas en las que su figura había empezado a caer en el olvido.
Mención aparte para la fotografía que Quim Torra publicó el domingo en su Twitter. En ella se le puede ver junto a Carles Puigdemont con una botella de ratafia, el mismo regalo que el presidente de la Generalidad le hizo a Pedro Sánchez durante su reunión de hace una semana. Uno más de los simbolismos a los que tan aficionado es Torra y que el presidente autonómico desperdiga allá por donde pasa. Los interesados en el tema pueden jugar a localizar todos los dragones de Sant Jordi con los que el presidente se ha fotografiado durante los últimos meses y a adivinar quién es el Sant Jordi y quién el dragón en la peculiar cosmovisión de Torra.
ERC, cuya estrategia para el futuro pasa por una rebaja de la tensión con el Estado y por una vuelta más o menos disimulada al autonomismo, vendido entre sus huestes como un "repliegue táctico para recuperar fuerzas y acometer con garantías el próximo asalto a la independencia", ya se ha desmarcado de La Crida de Puigdemont, Sánchez y Torra. Su portavoz, Marta Vilalta, se ha apresurado a encasillar la nueva plataforma en el espacio de "centro-derecha" para minimizar así los posibles daños en su partido. ERC teme un trasvase de votos por aluvión desde sus filas a las de La Crida si su nueva estrategia pactista con el Estado no da resultados tangibles en breve.
El sueño de Quim Torra ("recibir a Carles Puigdemont en la Generalidad con un millón de personas en las calles de Barcelona") está, en definitiva, un poco más cerca de hacerse realidad. Una mayoría de votos independentistas en las elecciones municipales de 2019 serían leídos como un sí a la independencia y precipitarían los acontecimientos. En ese escenario, las opciones de Pedro Sánchez para evitar una declaración unilateral de independencia catalana, esta vez efectiva, se reducirían al mínimo.