Marta Pascal se quedó sola. Literalmente. El mismo día que la Crida Nacional per la República de Carles Puigdemont alcanzaba la cifra de 40.000 abajofirmantes, la coordinadora del PDeCAT renunció, muy presionada a lo largo de todo el sábado, a dar la batalla por el liderazgo del partido frente al sector crítico. "No tengo la confianza de Puigdemont" dijo antes de entregarle las llaves del PDeCAT a su propietario. Es decir, al mismo Puigdemont. Su posición era insostenible desde que el expresidente amenazó con abandonar "este mismo lunes" el partido si ella continuaba al frente.
Pascal ni siquiera formará parte de la futura dirección. Los partidarios de Puigdemont serán ahora los que tomen el mando del partido que nació en 2016 de las cenizas de Convergència y con el objetivo de alejarse de las acusaciones de corrupción que la carcomían por aquel entonces. David Bonheví, número dos del PDeCAT hasta ahora, será probablemente el presidente. La diputada en el Congreso de los Diputados Miriam Nogueras, la vicepresidenta. Nogueras es puigdemontista radical. Bonheví, un poco menos. Pero al menos no es Marta Pascal.
Pero la batalla principal de los críticos no fue nunca Marta Pascal, a fin de cuentas apenas un obstáculo más o menos rocoso en su camino, sino la integración del PDeCAT en la Crida. Integración de la que se harán cargo a partir de este domingo Bonheví y Nogueras.
La herramienta para lograr esa integración del PDeCAT en la Crida será la llamada comisión de transición. Las adhesiones serán, sin embargo, individuales. La Crida no pretende convertirse en "la nueva Convergència" sino en una plataforma ideológicamente transversal que acoja a votantes de todos los partidos. Está por ver que lo consiga.
La muerte de Convergència
En la práctica, la dimisión de Pascal supone el arrinconamiento de la vieja Convergència y el control por parte de Carles Puigdemont de todo el espacio de centro y centro-derecha nacionalista catalán. Pierden Marta Pascal, Artur Mas y el viejo aparato convergente. Gana el sector unilateralista del nacionalismo. El llamado por algunos analistas "sector mágico del independentismo".
La victoria de Puigdemont es total. Tampoco había muchas opciones. La decisión era existencial e implicaba la ruptura o la subordinación del partido a la Crida. El consenso fue imposible. Las negociaciones se alargaron durante todo el día y el goteo de miembros del PDeCAT del sector crítico que exigieron, con uno u otro eufemismo, la integración del partido en la Crida fue constante.
Una de las más activas el sábado fue, precisamente, Miriam Nogueras. La diputada pidió "orientar" el partido hacia la Crida. "Es el instrumento de unidad que ahora necesita el país para hacer efectiva a la república", dijo Nogueras, conocida por su radicalidad sobre la tribuna de oradores del Congreso, frente a las cámaras de TV3.
El sector crítico está formado por los mismos cargos que resultaron arrinconados durante el congreso fundacional del partido, en 2016. Fueron esos críticos los que propusieron una ejecutiva de veinte miembros, presidida por el mismo Bonheví, en la que Marta Pascal ocuparía un puesto testimonial. Pascal se resistió y anunció su intención de enfrentarse hoy a cualquier candidatura que pretendiera plantarle cara. En realidad, no tenía los apoyos suficientes para ello y a media tarde se vio obligada a reconocer el farol y renunciar.
La república, de inmediato
Mientras Pascal y los críticos luchaban por el control del partido, la asamblea nacional decidía "hacer efectiva la república inmediatamente" y aplazar hasta este domingo la decisión de añadir o no a ese "inmediatamente" la coletilla "lo antes posible". Es de suponer, tras la victoria de las tesis de Puigdemont, que esa coletilla será lanzada al cubo de la basura. La incoherencia semántica (y temporal) era en realidad lo de menos.
Contando hiperventilados
La Crida es una operación de alto riesgo. Concebida como una plataforma transversal capaz de aglutinar votantes nacionalistas de todo el espectro ideológico (desde la CUP hasta los democristianos de la vieja Unión Democrática de Cataluña), es la herramienta con la que Puigdemont pretende reventar el sistema de partidos y acaparar todo el oxígeno disponible en el espacio independentista.
El chantaje al independentismo es obvio. ¿Cómo no sumarse a una plataforma liderada por "el presidente legítimo en el exilio" ahora que la Justicia alemana ha negado su extradición por los delitos de rebelión y sedición? ¿Cómo no sumarse cuando la plataforma representa a "los presos políticos" y defiende el irredentismo independentista? ¿Cómo no sumarse cuando ERC defiende aflojar el paso, la vieja Convergència ha sido aplastada y la CUP no ofrece casi nada más allá de algaradas adolescentes y acoso a un turismo del que viven decenas de miles de catalanes?
ERC, que se saben en el punto de mira de Puigdemont, se lo mira con escepticismo. "Han conseguido decenas de miles de adhesiones en muy pocos días y eso es periodísticamente goloso, pero firmar es fácil y hay gente que lo firma todo. Nosotros hemos encargado una encuesta para saber, a la vuelta de las vacaciones de verano, cuántos hiperventilados hay en realidad en Cataluña. Quizá los medios están transmitiendo una idea equivocada del actual estado de ánimo en el bloque independentista y todo es menos radical de lo que parece" dice una fuente cercana a la dirección del partido.
Que ERC considere a la Crida de Puigdemont como el espacio natural de "los hiperventilados" es significativo. "Hiperventilados" era hasta ahora el adjetivo con el que el constitucionalismo menospreciaba al bloque independentista en pleno. El adjetivo, en definitiva, que los asimilaba a una masa irracional de exaltados refractarios a la realidad. Que ERC haya adoptado el término es una prueba más que su táctica actual es la de parar máquinas, pactar con el Gobierno, abrazarse con el PSC y esperar mejores tiempos para el indendentismo.
La última encuesta del CEO de la Generalidad catalana le da a ERC entre seis y diez escaños más que a JxCAT, lo que parece confirmar la percepción de que el independentismo empieza a agotar sus fuerzas y a pedir una vuelta a la normalidad institucional. También baja ligeramente el apoyo a la independencia. Según esta encuesta, ERC ganaría tanto las elecciones autonómicas como las generales en la comunidad autonómica catalana.