Su presencia pasó desapercibida para todo el mundo y, especialmente, para el ministerio del Interior encabezado por Fernando Grande-Marlaska. Pero ahí está, junto a Carles Puigdemont, en las fotos y los vídeos grabados por TV3 el pasado fin de semana en el festival Beyond Borders de Innerleithen, Escocia. Dando instrucciones y cubriendo las espaldas del expresidente de la Generalidad como un escolta al uso a pesar de haber sido retirado del servicio por el Gobierno de Mariano Rajoy hace apenas medio año.
Es Lluís Escolà i Miquel, el antiguo sargento de los Mossos d'Esquadra que ejerció de escolta personal del expresidente durante tres meses tras su fuga a Bélgica. El mismo Escolà que, cazado por las cámaras de televisión e identificado por la prensa, alegó encontrarse allí "de vacaciones". El mismo Escolà que, según se rumorea, condujo el coche en el que Puigdemont escapó de la Justicia española y cruzó la frontera francesa.
Tras el estallido del escándalo por su presencia en Bélgica junto a Puigdemont, Escolà fue retirado del servicio en febrero por el Ministerio del Interior. Eran los días de vigencia del 155. El titular de la cartera por aquel entonces, Juan Ignacio Zoido, prohibió también que Escolà se reincorporara al servicio de escoltas a su vuelta a España. Una vuelta de la que se llegó a dudar en los despachos del ministerio.
Pero Escolà volvió a España, donde también fue investigado y expedientado por la Dirección de Asuntos Internos de los Mossos d'Esquadra. El calvario de Escolà llegó a su fin el 25 de julio pasado, cuando fue rescatado por Miquel Buch, actual consejero de Interior de la Generalidad catalana, y contratado para su departamento como "asesor en materia de sistemas de seguridad".
Pero Escolà, al menos en apariencia, ha vuelto a las andadas. Porque él es el hombre al que se ve escoltando a Puigdemont durante los primeros segundos del vídeo que los reporteros de TV3 grabaron el pasado domingo en el festival escocés Beyond Borders. También puede vérsele, aún más claramente, en una foto publicada este mismo domingo por Héctor Suñol, un seguidor del presidente, en su cuenta de Twitter.
En el vídeo de TV3, Escolà parece dar instrucciones, como haría un jefe de escolta legítimo, a Carles Puigdemont y al historiador Josep Lluís Alay, contratado a su vez por Quim Torra como coordinador de políticas internacionales del Departamento de Presidencia. Alay es una de las personas que acompañaba a Carles Puigdemont el día que fue detenido por la policía alemana a sólo unas pocas decenas de kilómetros de la frontera con Dinamarca, entre las localidades de Schuby y Jagel.
Lluís Escolà trabaja en la actualidad, al menos sobre el papel, en la consejería de Interior de la Generalidad. Entre sus funciones, publicadas en el DOGC (el equivalente del BOE en la comunidad autonómica catalana) del pasado 27 de julio, están "asesorar al consejero de Interior en la implantación y el diseño de sistemas de seguridad corporativos, asesorar en materia de prospectiva y explotación de información para la toma de decisiones en el ámbito de la seguridad y en relación con los sistemas de seguridad corporativos de otros países e instituciones internacionales", entre otras. En ningún caso ejercer de escolta personal de un prófugo de la Justicia como Carles Puigdemont.
La presencia de Escolà en Bélgica llama aún más la atención si se tiene en cuenta que el Ministerio del Interior rechazó hace sólo tres semanas de forma categórica la posibilidad de que los Mossos dieran escolta a Puigdemont por su condición de prófugo de la Justicia. Abogacía del Estado había elaborado poco antes un informe en el que también se mostraba contraria a la medida. O Escolà ha desobedecido por su cuenta y riesgo a Grande-Marlaska o lo ha hecho la Generalidad. Cualquiera de las dos opciones supone un problema de primer nivel para el Gobierno de Pedro Sánchez y, más concretamente, para el ministro del Interior.
En febrero, Ciudadanos preguntó al Gobierno en el Congreso de los Diputados acerca de la posible ilegalidad de las actividades belgas de Escolà. Las preguntas levantadas por la presencia de Escolà eran muchas. ¿Estaba armado Escolà? Si lo estaba, ¿cómo había logrado introducir ese arma en Bélgica? ¿De dónde había salido ese arma? Son las mismas preguntas que cabe hacerse ahora. No sería extraño que, a la vista de la reincidencia, el asunto volviera a captar la atención del partido de Inés Arrimadas.