Pedro Sánchez iba en un avión camino de Bolivia. Los periodistas le preguntaron por el mapa de la Memoria Histórica. ¿Qué pasará con el mausoleo cuando Franco sea exhumado? En aquel instante, en aquella respuesta, el Valle de los Caídos se convirtió en su gran oportunidad perdida.
El presidente del Gobierno anunció que no "resignificará" el monumento, que lo convertirá en un mero "cementerio civil". Por el camino, como lanzado por la escotilla, voló el plan que él mismo asumió junto a su equipo cuando estaba en la oposición: convertir Cuelgamuros en un gran centro de interpretación. Aportar al escenario el contexto suficiente para que no siga exaltando una parte de España en detrimento de la otra.
Las propias víctimas del franquismo y las asociaciones de la Memoria consideran el desentierro del dictador una condición necesaria, pero nunca suficiente. "Sánchez se quedó a mitad de frase. O eso quiero creer. Debe salir a aclararlo cuanto antes. Si el Gobierno renuncia a resignificar el Valle, será un gran fiasco". Habla Francisco Ferrándiz, antropólogo del CSIC, y uno de los expertos que redactó el informe encargado por Zapatero en 2011. Aquellas páginas repitieron una y otra vez: "Explicar, explicar, explicar". De ahí el estupor de Ferrándiz, una reacción compartida por algunos de los colaboradores más cercanos de Sánchez, que no entendieron las palabras de su presidente. Si Franco sale pero el monumento sigue igual, la dictadura mantendrá su "gran exaltación de la victoria".
El giro copernicano de Sánchez también generó una fotografía política inédita desde hace años: Ciudadanos y Podemos -de acuerdo- lamentaron la nueva postura del líder socialista y enarbolaron el informe de Zapatero. Con percepciones distintas, naranjas y morados exigen una "resignificación" del Valle. Actualmente, desgrana Ferrándiz, Cuelgamuros todavía emite las vibraciones concebidas por el dictador: "Por eso es imprescindible hacer pedagogía". Y las seguirá emitiendo a pesar de la exhumación. Sánchez pospuso el plan global a una hipotética segunda legislatura, pero sus palabras en plena gira latinoamericana lo descartan.
El Gobierno levantará un museo a la memoria, pero será lejos de Cuelgamuros y tras el fallo de una comisión de la vedad nutrida por distintos expertos. "Son cosas distintas. Comparto con el presidente que el Valle no pueda ser el gran monumento a la reconciliación por su genética franquista, pero es necesario diseñar allí un centro de interpretación", concluye Ferrándiz.
España, a la cola, no tiene un museo de la guerra
Porque España, detalla el catedrático y experto en Historia pública y social del franquismo Antonio Cazorla, va a la zaga. No cuenta con un gran museo de la Guerra Civil. Para más inri, tal y como reveló este diario, son estudiantes norteamericanos quienes invierten su dinero y su tiempo en excavar las trincheras a orillas de Madrid. Lejos queda el Ns-Dokumentationszentrum -sobre el nazismo- abierto en Múnich en 2015, el museo al horror del fascismo y el comunismo erigido en el centro de Budapest o la musealización de los campos de concentración alemanes. Italia, en este momento, se plantea hacer lo propio en Predappio, aldea natal de Mussolini.
"Se debe explicar lo que pasó en el Valle de una manera sobria, pero generosa. A día de hoy, no hay ni siquiera un guía que lo relate. La gente quiere saber. España sufre un gran déficit de historia pública", relata Cazorla. A ojos de este académico y escritor, que atiende a EL ESPAÑOL desde la universidad de Trent (Canadá), el mausoleo "es un instrumento poderosísimo de historia pública" y no resignificarlo supondría la "pérdida de una magnífica oportunidad". "El público ya existe, pero no se le da información. El deber de los historiadores pasa por estar ahí y explicar, poner el Valle al servicio de la democracia", concluye el también autor de Franco: biografía del mito.
Francisca Sauquillo, expresidenta del Comisionado de la Memoria Histórica alumbrado por Carmena, también confirma a este periódico su apuesta por mantener el Valle y "explicar el dolor sobre el que se levantó".
Ese dolor sigue oculto casi sesenta años después de su inauguración al público. El dictador, entonces "caudillo por Dios y por España", ordenó su construcción en 1940 para "respetar la memoria de los que cayeron en la gloriosa Cruzada". De por medio, trabajos forzados para los presos políticos y decenas de inhumaciones en su interior sin el consentimiento de las familias.
Marisa González Oleaga es investigadora principal del programa Industrias de la memoria y profesora universitaria de Ciencias Políticas. "El Valle se hizo ex profeso para exaltar al dictador y a los que ganaron la guerra. Que eso siga funcionando en democracia es terrible", cuenta.
"Yo no convertiría el lugar en otra cosa, pero sí debería trabajarse allí la memoria, es decir; documentarlo históricamente para que deje de operar como una exaltación. Un Estado democrático está obligado a contextualizarlo para que deje de emitir mensajes en favor de los vencedores", sintetiza Oleaga. "No tenemos capacidad par poner vida donde hubo muerte, no podemos resucitar a nadie, pero sí podemos trabajar para que las nuevas generaciones sepan lo que pasó. Si no se hace, será una grandísima oportunidad perdida".
El Gobierno de turno, en este caso el PSOE, dispone de todas las facultades para actuar. El Valle, ya en democracia, fue transferido a Patrimonio Nacional, que actualmente ostenta el poder en todo lo referido al monumento, salvo en el interior de la Basílica, custodiada por la abadía benedictina. Si Pedro Sánchez no rectifica, coinciden los expertos entrevistados, habrá dejado pasar la misión verdaderamente histórica. "Lo de Franco es tan solo el titular de un proyecto posible".