Si alguien quiere pulsar el estado de ánimo real del independentismo más allá de la cámara de eco de los medios catalanes sólo tiene que acudir a un acto civil o institucional convocado por los líderes nacionalistas y atender al primer grito espontáneo del público tras el obligatorio himno de Cataluña.
Ayer, ese grito fue el de "unidad". Un grito que pinchó en la herida de la que es ya la Diada más extraña de las vividas por el independentismo durante esta década. Poco a poco, el grito de "unidad" se fue transformando en uno de "libertad". Y eso porque algunos entre el público entendieron, correctamente por otro lado, que la exigencia de unidad era un dardo dirigido a los políticos allí presentes y decidieron salvarlos del bochorno enarbolando el único grito en el que tanto unos como otros están de acuerdo.
Ocurrió en el Fossar de les Moreres de Barcelona, algo así como el Arlington de cartón piedra del nacionalismo, tras la tradicional ofrenda floral de las autoridades. Allí estaba el presidente autonómico Quim Torra junto a la mayoría de miembros de su Gobierno. Quien pidió "unidad" sabía lo que decía y a quién se lo decía.
En realidad, hoy no habrá una Diada sino 3 o 4. Aunque lo más llamativo no es esa multiplicidad de actos, habitual en todos los 11-S, sino el hecho de que cada uno de ellos encarne a día de hoy visiones radicalmente diferentes del camino a seguir por el independentismo. Visiones que oscilan entre el pragmatismo de nuevo cuño de ERC y el desafío verbal sin mayores consecuencias de Quim Torra y Carles Puigdemont, pasando por la llamada a la revuelta popular y la desobediencia civil de la CUP.
El acto central de la Diada arrancará a las 15:00 en la avenida Diagonal de Barcelona, convocado por la ANC. En él podrá verse tanto a Otegi, que ayer visitó a Oriol Junqueras en Lledoners, como a la ultraderecha flamenca o al eurodiputado Mario Borghezio en representación de la Liga Norte de Matteo Salvini.
En la ofrenda floral de la mañana frente al monumento de Rafael Casanova se temen pitos para ERC y está por ver si también para otros partidos y organizaciones civiles catalanistas acusados por los sectores más hiperventilados del independentismo de autonomistas, de traidores o de cobardes, cuando no de todo ello a la vez. Los abucheos y los insultos a los partidos y las organizaciones no nacionalistas se dan por descontados y no serán novedad.
Por la mañana, la CUP celebrará por su cuenta y riesgo una Diada alternativa en la plaza del Raspall del barrio de Gràcia. Por la tarde, tras el acto de la ANC, hay convocada una marcha a pie desde la avenida Diagonal hasta la prisión de Lledoners (a setenta kilómetros de distancia, 16 horas a pie) con el objetivo de "liberar" a los presos. No se esperan altercados durante el acto central de la ANC, pero los CDR podrían tener sus propios planes.
El eslogan, la burbuja de la que hablaba Rufián
"Hagamos la república" es el eslogan escogido por los convocantes del acto central de la Diada. Precisamente el tipo de "burbuja de independentismo mágico" que Gabriel Rufián llamó a pinchar el sábado por la noche durante su entrevista en el programa Preguntes Freqüents de TV3. Una burbuja alimentada a base de lazos, antorchas y reclamaciones de libertad de unos presos que, según se cuenta ya incluso en los medios digitales más radicales del independentismo, han empezado a asumir que las condenas del Tribunal Supremo serán ejemplarizantes.
La Diada de unos pocos
La Diada nunca ha sido una fiesta de todos los catalanes sino sólo de la mitad de ellos, pero es la primera vez en su historia que el máximo representante del Gobierno autonómico lo reconoce abiertamente y llama a los contrarios al proceso separatista a manifestarse "en otro lugar, por el federalismo o por lo que sea".
Nunca hasta ahora, en fin, el independentismo había tenido menos reparos estéticos y morales en excluir de forma explícita al 50% de la población. La alusión al federalismo tampoco es gratuita: Quim Torra no aceptará ninguna solución al conflicto catalán que no pase por la victoria total de sus postulados. Es decir por un referéndum de independencia.
La gran pregunta para el independentismo, en cualquier caso, se planteará el día después de este 11-S. "¿Y ahora qué?" ERC ha abierto el camino de la negociación con el Gobierno y cada vez son mayores los rumores de contactos, de momento todavía débiles, entre Moncloa y Waterloo. Pero está por ver que el muy emocional separatismo de base vaya a saltar tan fácilmente del carro al que le subieron sus propios líderes con la promesa de una república de la que todavía nadie ha visto un solo centímetro. Ni siquiera con la ayuda de antorchas.