Los que esperan del libro de Carles Puigdemont sobre la crisis catalana un relato en primera persona sobre los momentos más críticos que llevaron a la declaración unilateral de independencia del 27-O y a su posterior fuga a Bélgica, con todos los detalles y las anécdotas más jugosas, quedarán decepcionados. En lugar de unas memorias políticas, el expresidente de la Generalitat ha escrito un largo y reiterativo alegato de autodefensa, una especie de panfleto en el que tira una y otra vez del mismo argumentario para justificarse.
En la visión del mundo de Puigdemont, la autodeterminación es un derecho inalienable reconocido en todos los Tratados internacionales. La democracia española está manchada por el "pecado original" de no haber roto con el régimen franquista y su cultura política. La Justicia española está secuestrada por la extrema derecha. Una Cataluña independiente no sólo sería viable económicamente, sino que sería un Estado más eficaz y radicalmente democrático que España.
Otros argumentos que el expresidente de la Generalitat repite de forma insistente son que se identifica con la tradición pacifista, tiene como modelos a Martin Luther King o Nelson Mandela y nunca recurriría a la violencia; que siempre ha actuado según las reglas y que su marcha a Bélgica no puede considerarse una huida. Las exigencias de los separatistas catalanes, sostiene, no tienen tanto que ver con la independencia sino con la mejora democrática, que la UE debería reconocer. Y considera injusto que se les equipare a los populismos euroescépticos o al nacionalismo: la definición correcta sería "soberanismo".
El libro, que lleva por subtítulo Una oportunidad para Europa, se ha publicado simultáneamente este martes en catalán, francés y flamenco. Ninguna editorial española ha mostrado hasta ahora interés en traducirlo, según ha dicho el editor belga durante el acto de presentación. Su formato es el de una conversación con el periodista belga Olivier Mouton, aunque en la práctica éste se ha limitado poco más que a transcribir las palabras de Puigdemont en primera persona.
1.- Se declara poseído por una "pulsión anarquista"
"De niño, no podía llamarme Carles". Puigdemont sitúa en las raíces de su pensamiento independentista el hecho de que sus padres se vieron obligados a inscribirle en el Registro Civil con el nombre de "Carlos". Sólo pudo cambiarlo tras la muerte de Franco. El otro acontecimiento que consolida sus convicciones separatistas es un viaje a Eslovenia en 1991, cuando empezaba la guerra en los Balcanes.
El expresidente de la Generalitat no habla mucho más en el libro de su vida o de su biografía. Dice que es cristiano de base, creyente pero crítico con la jerarquía católica. No hizo el servicio militar y su auténtica vocación era el periodismo. "No me gusta nada la idea de los líderes mesiánicos, me parece ridículo y antimoderno. Hay en mí una especie de pulsión anarquista, como en todos los catalanes, ya sean de derechas o de izquierdas, empresarios, políticos o músicos. Es quizá la consecuencia de estos 300 años sin tener la posibilidad de gobernarnos a nosotros mismos. Nos hemos convertido en electrones libres", escribe.
2.- Un ministro de Rajoy medió para frenar la independencia
En los días previos a la declaración unilateral de independencia del 27-O, se multiplicaron los intentos de mediación para tratar de frenarla. "Un empresario catalán, unionista pero con buenos contactos en los dos bandos, recibe un mensaje de texto de un ministro español y me lo enseña. Dice que podría interceder ante su 'jefe', es decir, el presidente Mariano Rajoy, si yo estoy dispuesto a hablar. Yo le respondo directamente que sí, que estoy dispuesto a hacerlo. Cinco o diez minutos después, el empresario recibe otro mensaje del mismo ministro diciendo que el jefe no quiere hablar, que esto ya ha ido demasiado lejos", relata Puigdemont.
¿Quién era el ministro? El expresidente de la Generalitat no da nombres. Asegura que, pese a todo, el 25 de octubre estaba dispuesto a frenar la declaración de independencia y convocar elecciones anticipadas. "Quería impedir una venganza del Gobierno español contra toda la población española", alega. Si al final no lo hizo, fue porque no obtuvo garantías suficientes de Madrid de que se paralizaría la activación del artículo 155. En el libro no menciona las acusaciones de traición que recibió del propio bloque independentista, por ejemplo de la secretaria general de ERC, Marta Rovira, o el diputado Gabriel Rufián.
3.- Pactó con Marta Rovira y no con Junqueras huir a Bélgica
El 27 de octubre, justo después de la declaración de independencia, varios exconsellers se marchan a Francia, cerca de la frontera, para debatir qué hacer en las próximas horas. "Yo me quedo, al igual que el vicepresidente", escribe Puigdemont en referencia a Oriol Junqueras. Sin embargo, el sábado 28 por la tarde mantiene una reunión con Marta Rovira en Girona. "Tras analizar la situación, nos decimos que la mejor opción es optar por el exilio, nosotros también. Esa fue nuestra decisión", asegura el expresidente de la Generalitat.
En las últimas semanas, la prensa catalana ha desvelado que Puigdemont nunca informó a Junqueras de que se marchaba a Bruselas. En una entrevista desde la cárcel el pasado fin de semana, el exvicepresidente aseguró que no mantiene ningún contacto con Puigdemont y que él nunca se marcharía en caso de ser puesto en libertad sino que se quedaría en Cataluña.
El plan según Puigdemont era que todos los exconsellers se marcharan de España el lunes 30 de octubre a mediodía. Pero él acabó adelantando la salida al domingo por la noche porque le informaron de que corría el riesgo de ser detenido. "Se lo comuniqué a un colaborador", escribe, otra vez sin desvelar nombres. Asegura que no es cierto que viajara en el maletero del coche de su mujer o cogiera un avión desde Marsella a Bruselas como se publicó en su momento, sino que hizo todo el trayecto en coche y entró a Bélgica desde Luxemburgo para evitar atascos. No aclara quién le acompañaba.
4.- Tiene miedo de que el CNI le asesine en Bélgica con una bomba
Puigdemont cree que su vida corre peligro en Bélgica. En dos ocasiones a lo largo del libro confiesa su temor a que los servicios secretos españoles intenten matarle con un coche bomba. "Vivimos bajo la amenaza permanente de los servicios secretos españoles. Hemos denunciado a la Policía belga que alguien ha puesto localizadores de GPS bajo la carrocería de nuestros coches. Podrían también poner un explosivo. ¿Hay que recordar que España llevó a cabo una guerra sucia contra la ETA vasca? ¿Que los líderes catalanes llevan en prisión preventiva más de un año? Yo necesito protección de forma permanente", asegura.
"Digo de vez en cuando que arriesgo mi vida y no lo digo por azar. Nos enfrentamos a un Estado que no conoce límites para defender la unidad de la patria", escribe el expresidente unas páginas más tarde. "Estoy convencido de ser un objetivo. En abril de 2018, mi cara aparecía dibujada en las páginas del diario El Mundo en la diana de un juego de flechas. Si han colocado una baliza de GPS debajo de mi coche, quizá un día pondrán un explosivo", insiste.
5.- Alquiló la mansión de Waterloo para ahorrar
A Puigdemont le duelen las críticas por haber alquilado una casa en Waterloo que cuesta 4.400 euros al mes. Y desvela que parte de los gastos se pagan con aportaciones de simpatizantes independentistas. "¿Debería vivir en un lugar donde sea imposible trabajar? Nos beneficiamos de una gran solidaridad, también financiera, de muchos catalanes que quieren que continuemos nuestro trabajo en el exilio, en las condiciones más dignas posibles. En esa casa trabajamos, organizamos reuniones, es una residencia que permite ahorrar mucho dinero en restaurantes, en salas y en hoteles. Concentrando toda la actividad en ese lugar, en realidad, ahorramos dinero. Además, los alquileres son más bajos en Waterloo que en Bruselas". El otro motivo que le ha llevado a vivir en la ciudad en la que cayó Napoleón, añade, es precisamente el de la seguridad.
6.- Firmó autógrafos en la cárcel en Alemania
Los 12 días que estuvo en la cárcel en Alemania a finales marzo y principios de abril, cuando España reactivó la euroorden contra él, no supusieron una "ruptura emocional" ni un "choque insoportable". "Estaba preparado", asegura Puigdemont. Insiste de nuevo en que no intentaba huir sino volver desde Finlandia, donde le habían invitado a dar una conferencia, para entregarse en Bélgica, porque allí tenía a sus abogados y su casa de Waterloo. En la celda 127 de la prisión de Neumünster, construida en 1905, contaba con armario, cama, mesa, radiador y aseo. "Tuve la sensación, al entrar en prisión, de volver a la infancia, cuando estaba en el internado, durante la época de Franco", escribe. La experiencia también le recuerda a los 15 días que pasaba cada año durante su adolescencia en un monasterio de Cataluña.
"Vivo estos momentos con filosofía. Desde hace muchas semanas, he cobrado conciencia de que estamos en guerra con España", señala Puigdemont. Durante su estancia en prisión, le regalan una recopilación de 50 poemas en catalán para aprender de memoria y a ello dedica largas horas. Los primeros días, apenas sale de la celda. La comida no es muy abundante, pero se adapta rápidamente. Lo que más echa de menos es el café expreso. "Pero el ambiente es muy amistoso, la acogida genial. Entre los presos encargados de la comida y la limpieza, uno me invita a compartir una pizza sabrosa. Incluso firmo autógrafos porque la mayoría de ellos sigue mis aventuras por televisión".
7.- La prensa española, su mayor enemigo
Durante varios pasajes del libro, Puigdemont arremete contra la prensa española, a la que considera uno de sus mayores enemigos. Los periodistas españoles creen que su apellido es impronunciable, mientras que los medios internacionales sí que son capaces de decirlo correctamente, sostiene. "Los medios españoles nos desprecian sin límites y expresan odio hacia nosotros. (...) Es el fruto de una estrategia encaminada a reducirnos a una escala infrahumana. Nos consideran locos, radicales, líderes manipulados, que no saben distinguir entre el bien y el mal", se queja el expresidente de la Generalitat.
Lo cierto es que desde su llegada a Bruselas, Puigdemont ha tratado de evitar al máximo las preguntas e incluso la presencia de los corresponsales españoles en sus actos. A menudo, a sus convocatorias sólo invita a medios catalanes: así ocurrió durante la celebración de la Diada en su casa de Waterloo.
8.- ¿Una criptomoneda para Cataluña?
Puigdemont dedica todo un capítulo en su libro a detallar las ventajas que tendría crear un nuevo Estado para Cataluña, que según su teoría sería moderno y eficaz y podría introducir también "una revolución en el sistema financiero". Allí explica que los independentistas catalanes (no aclara si la propia Generalitat) se han puesto en contacto con equipos de especialistas en tecnologías digitales y en el sector bancario para diseñar "una moneda virtual, pero no especulativa".
Esta nueva moneda catalana "sería paritaria con el euro" y se convertiría en un sistema de pago aceptado por la administración y las empresas. "Queremos garantías para evitar que se desvíe de su objetivo inicial como el Bitcoin, para impedir que se convierta en una herramienta para el blanqueo de dinero o la evasión fiscal", asegura.
9.- Quiere la mediación del presidente del Consejo Europeo
El expresidente de la Generalitat se declara decepcionado por el "silencio" de los dirigentes de la UE ante las supuestas vulneraciones de los derechos humanos en Cataluña. Se queja de que el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, se haya negado a recibirle y lo atribuye a que "en su entorno próximo, en su gabinete, hay muchos representantes del PP español". Pero vuelve a reclamar una mediación de la UE para que el Gobierno español acepte un referéndum pactado de independencia en Cataluña. "Hay una persona en particular que podría jugar ese papel, que es Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo. Es el único que se ha expresado de forma muy correcta hasta ahora", escribe Puigdemont.
El líder del Consejo Europeo, al que le ha pillado por sorpresa esta mención, rechaza mediar. "El presidente Tusk continuará con su posición de pedir diálogo, que se evite el uso de la fuerza y se respete el Estado de derecho. La solución debe encontrarse dentro de España y respetando plenamente la Constitución española. Tusk no ha tenido ningún contacto con Puigdemont y no era consciente de esta sugerencia", han explicado a EL ESPAÑOL fuentes de su gabinete. El presidente del Consejo Europeo se dirigió expresamente a Puigdemont el 10 de octubre del año pasado, días después del referéndum ilegal, para pedirle que no declarara la independencia. Después, rechazó reconocerla, al igual que hicieron todos los países de la UE.
Todos los dirigentes comunitarios, de manera unánime, han avisado de que una Cataluña independiente quedaría automáticamente fuera de la UE. Incluso en el caso de que la independencia sea el resultado de un referéndum pactado con el Gobierno español. Es la doctrina oficial de Bruselas desde 2004, que se aplicaría también para casos como el de Escocia. Pero en su libro, Puigdemont asegura que esto es "completamente falso": Cataluña seguiría en la Unión pase lo que pase.
10.- Seguirá en Bélgica para escapar de la cárcel en España
"Si la amenaza de prisión de larga duración persiste en España, la única posibilidad que me queda es el exilio, idealmente en Bruselas. Pero no voy a deprimirme o vivir una crisis de melancolía, no es mi carácter", sostiene el expresidente catalán. Su escenario central es "vivir mucho tiempo en el exilio", aunque tampoco descarta a medio plazo "una normalización de la situación a través del diálogo".
En otro pasaje del libro, Puigdemont afirma que si tiene que vivir en la cárcel en España, está preparado. "Pero mi encarcelamiento complicaría todavía más la posibilidad de una solución política". Lo que a él le gustaría, una vez que la situación se haya normalizado, es dejar la política y volver a Girona con su mujer y sus hijas, señala.