Como todas las madres, Clara quiere que su hijo sea feliz, “con eso me basta”. Y como todas, hace todo lo que esté en su mano, que en su caso es mucho. La vida le ha obligado a ello. Clara tiene un hijo transexual que pocas fechas antes de la celebración del Día de la visibilidad intersexual ha cumplido 17 años. Le llamaremos Luis, porque así nos lo pide. Su nombre real es lo de menos. De hecho, durante 12 años nadie lo sabía. Hasta que llegó el día: “Mamá, ya está bien, yo soy un chico”.
Como todas las madres a las que la vida le da ese giro, Clara aprendió a luchar y a respetar como nunca pudo imaginar. “Lo entenderás cuando tengas hijos”, nos dijeron a todos de pequeños. Y ella ha tenido que entender mucho más. Pero, aunque trata de remar a contracorriente de la mano de Luis, atenta a respetar sus ritmos y sus tiempos, durante su entrevista a EL ESPAÑOL, a Clara se le escapa un “que él me perdone, pero sí que le deseo algo más, que encuentre a alguien que le quiera y que le haga muy feliz”.
¿Sí, eso le deseas? “Sí. Por supuesto, puede ser feliz solo, pero espero que encuentre un chico y que se quieran mucho, que sean felices”. Porque Luis es homosexual.
"Tenía 13 años y empezó a crecerle el pecho"
La historia de esta entrevista comienza a primera hora de una tarde de principios de octubre, cuando la Plataforma Trans que preside Mar Cambrollé convoca una huelga de hambre a nivel nacional para forzar a Podemos a impulsar una ley que registró en el Congreso el pasado 23 de febrero pero que desde entonces se guarda en un cajón, sin ser sometida a trámite. Primero eran 15, pero al poco eran 17 los activistas que la iban a seguir por toda España. Y entre ellos, una madre, Clara, dispuesta a todo por el bien de su hijo “y de los que vengan después”.
Clara es una mujer feliz, a sus 39 años, esta auxiliar de clínica ha decidido que “las cosas se afrontan con alegría mucho mejor que lamentándose”. Y quién sabe si por darle ejemplo a su chaval o si por condición natural dibuja de sonrisas las respuestas. ¿Que si ha llorado? “Mucho”. ¿Que si hay días de flaqueza? “No niego que siempre está el dolor interno, de errores que pude cometer, pero la situación es cada día mejor”.
La huelga de hambre se desconvocó esa misma tarde. Podemos se comprometió a una fecha para tramitar la ley, y la Plataforma le valió agosto de 2019. El caso era tener una fecha, un compromiso. Y visibilizar la transexualidad como “la gran olvidada de la democracia”.
Clara, por su parte, estaba “dispuesta a todo, ya no me queda nada más que hacer por mi hijo”. En un colectivo que sufre un 80% de exclusión laboral, la madre de este chico, Luis, pelea por evitárselo, mientras está atenta a sus propias estadísticas: según las cifras de la Plataforma, el 83% de los menores transexuales piensa en el suicidio, el 40% lo intenta, el 7% lo consigue.
Y eso no. Por eso Clara no pasa.
“Era 2014, él tenía 13 años y empezó a crecerle el pecho”, recuerda. “Claro, él no se sentía a gusto con aquello, así que se autolesionó… ¡Se los quería quitar!”. Claro, Luis ya era Luis, en casa desde el primer día en que lo dijo en alto, sólo hizo falta preguntarle cómo se llamaba ahora. “Mis padres murieron y no tengo hermanos”, explica Clara, “así que se lo conté a mi única tía, y eso fue lo único que me preguntó: ‘Entonces, ¿cómo hay que llamar ahora al chico?’ Fíjate tú, 78 años tenía mi tía”.
Pero Luis no salía a la calle, y se negaba a disfrutar del paraíso tinerfeño, “iba todo el día enfajado, para que no se le notaran los senos, y a la playa, si conseguíamos que bajara, iba con neorpreno”. Luis fue el primer menor que logró en España que la Seguridad Social aceptara realizarle una doble mastectomía, una victoria para la familia por muchos motivos. Pero aun así, con 16 años ha empezado a plantearse la operación genital.
Y volvemos a la ley, claro, el origen de todo esto.
Clara no tiene del todo claro que esa ley lo vaya a solucionar todo, “es sólo ponerlo en letras, luego queda todo el camino, y yo se lo digo a mi hijo, que esto es para los que vengan después”, ni tampoco que esté de acuerdo con todo lo que prescribe esa norma: “Mira, en lo de la despatologización no estoy del todo de acuerdo”.
Los movimientos y asociaciones trans reivindican que se deje de tratar a estas personas como enfermos mentales. En España sólo cuatro autonomías -Madrid, Comunidad Valenciana, Andalucía y Aragón- han eliminado el test de vida y la diagnosis del psiquiatra para iniciar los trámites del reconocimiento de la identidad. “Por supuesto, eso quiero que se elimine, es inconstitucional discriminar a chicos y chicas como mi hijo por haber nacido en un territorio y no en otro”, pero Clara clama por la suerte que tuvieron al encontrarse con el psicólogo que le tocó a Luis por la Seguridad Social. Y cree que debería mantenerse la posibilidad de que todos puedan optar por un tratamiento de este tipo.
“Tuvimos la suerte de dar con Miguel Fernández Sánchez Barbudo, que es un sexólogo maravilloso. De hecho”, explica Clara, “de la primera consulta a la que va, sale ‘mi hijo’. Él le ha inculcado que toda piedra en el camino hay que que quitarla, sea quien sea”. Y es que este psicólogo trabaja con una máxima: “Tú siempre has sido un niño, son todos los demás los que tienen que hacer el tránsito”.
Así que Luis salió, y sale todavía un par de veces al mes, más fuerte de la consulta. Pero solo. “Sí, se quedó sin ningún amigo. Nada”. ¿Nada? “En el colegio sufrió un acoso terrible, así que hablamos con los médicos y entre salud y estudios elegimos lo primero, claro”.
Hoy Luis tiene la suerte de tener una tía y una prima que son profesoras, por lo que ha podido seguir estudiando en casa. Además, Clara y otras madres han logrado que el Proyecto Sáuco de Cruz Roja para dar formación laboral a personas trans se amplíe a menores -”en España no puedes estudiar a distancia hasta los 18, ¿sabes? Y yo no podía dejar a mi hijo sin hacer nada”-. Ahora, se relaciona con más gente, eso sí, esencialmente en la Asociación Transboys, de la que su madre Clara es bandera visible, y como buen adolescente, es un mar de dudas, de contradicciones y de preguntas sin respuesta.
“Él se siente cómodo si hay respeto. Las broncas las rechaza. Y le cuesta que otros lo entiendan. Pero ahora forma parte de algo, esta asociación es muy conocida, y él le ha dado visibilidad a todo esto. Cada vez está mas abierto”, explica su madre, orgullosa.
-Me dice que él ha luchado por visibilizar su sufrimiento, pero estamos ocultando su nombre…
-El papel de activista lo juego yo. Pero el próximo Día de la Visibilidad, el 26 de octubre, será él quien ice la bandera intersexual… él va haciendo sus pequeñas cosas.
El cambio de nombre
Los avances sociales ya están, algunos, a la vista. A Clara se le alegra la voz cuando explica que “cada vez tenemos casos que se expresan antes, niños y niñas que ya desde los 4 o 5 años consiguen expresarse”, así lo llama, expresarse. “Y cuanto más fácil le pongamos el camino, pues mucho mejor”.
¿Como el cambio de nombre en la cartilla de la Seguridad Social? “Por ejemplo, ése es el primer documento que te cambian aquí en Canarias. Cuando inicias tu proceso y tu médico de familia te deriva al endocrino, sales de su consulta con una cartilla nueva, con tu nombre real y tu género reconocido. Es el documento de la alegría y la felicidad”.
Sin embargo, mientras Luis ya tiene barba y la voz se le ha endurecido gracias a la hormonación, al tiempo que su hijo va saliendo del cascarón en el que se recluyó el principio de su proceso, ella se ha topado con resistencias legales. “Llevo ya varios años de lucha, tengo el informe de dos fiscales a favor de que se le reconozca el cambio de nombre en el DNI… pero el juez se niega”. ¿Y eso, por qué? “Se escuda en una laguna legal en el caso de los menores”, lamenta.
Pero inmediatamente suspira, resopla y retoma el relato en otro tono: “Mira, yo he llorado muchísimo, claro. Hoy es un cuento bonito, porque al contarlo no puedes ir en plan triste. Somos felices y lo vamos a conseguir… Porque ellos sí están llorando constantemente, por dentro y por fuera”.
-¿Cómo lo ve en el futuro? ¿Cómo se lo imagina con 25 años?
-Yo sólo quiero que sea feliz. Con todas sus metas conseguidas. Y sí, va a ser feliz. Va a ser un activista increíble, un luchado forjado a fuego.
“¡Somos un DNI! Es así de triste...”
Clara pasó varios días pensando si quería dar esta entrevista. Después de la desconvocatoria de huelga, quizás había perdido parte de su sentido y ya no iba a servir para llamar la atención sobre los al menos 5.000 casos de chicos y chicas transexuales a los que hoy en día no se les reconocen plenamente sus derechos en España. Su trabajo como delegada de área de Transboys y de Transgirls le absorbía el tiempo y, después de tomar una decisión tan trascendental como la de jugarse la vida, necesitaba un respiro.
Finalmente, accedió para explicar por qué se levanta de la cama todas las mañanas: “Lucho y me juego la vida por mi hijo y por los que como él han pasado penalidades. No quiero que siga pasando que no se respetan sus identidades”.
Así que pone sus esperanzas en esa ley que facilitará los procesos judiciales como el de Luis, para que no haya un juez que no quiera escucharlos; que incluirá medidas contra la exclusión laboral; que evitará calvarios médico-psiquiátricos; que dará herramientas a los colegios para que padres, profesores y alumnos “aprendan, entiendan, dejen de señalar...”
Una de las consecuencias de esa falta de ley integral está en la cartera de Luis, en su carnet de identidad. Y en los mostradores de decenas de organismos oficiales, suscripciones de todo tipo o trámites administrativos. “Llevamos muchos años dependiendo de la buena voluntad de la la gente”, explica Clara. “Y teniendo que agradecerla, cuando es su derecho y está reconocido”. ¿La buena voluntad? “Sí, porque hay gente con ganas de entender, pero a mi hijo le ha pasado que, aunque en su carné ponga un nombre, él ha querido que constara el suyo verdadero. Y ‘no, no, mi niña, aquí pone esto y así te voy a llamar’, eso le ha pasado muchas veces. ¡Somos un DNI! Es así de triste…”