María Dolores de Cospedal nunca imaginó que su final político estaría vinculado a una salida por la puerta de atrás, sin el aplauso de los suyos y neutralizada por la alargada sombra del caso Gürtel que también cavó la tumba política de su presidente, Mariano Rajoy. La exsecretaria general del Partido Popular ha renunciado a su escaño este miércoles, despojándose así del último cargo que le quedaba. Minutos antes de anunciar su retirada definitiva, telefoneó al presidente Pablo Casado para comunicarle su decisión.
En los nueve días que ha durado su particular vía crucis por la filtración de una reunión en su despacho de Génova con el excomisario Villarejo y su marido, no ha recibido el mínimo respaldo del líder nacional, que no se siente en deuda con un pasado con el que no está dispuesto a mancharse. Casado la obligó a irse de la dirección del PP y esperaba que renunciase a su escaño cuanto antes. El desgaste era "inasumible", según un miembro de la dirección actual. Lo ha hecho en tan solo 48 horas, "para liberar al PP de cualquier ataque, por muy injustificado que sea".
Cospedal se muestra dolida en su despedida y se queja de un PP que no es capaz de defender a los suyos cuando son injustamente atacados. "Siempre he creído que un partido que no es capaz de defender a los suyos cuando están siendo injustamente atacados no pueden esperar que los ciudadanos confíen en él. Cuando tus adversarios políticos detectan que tu fortaleza es vulnerable, los ataques se multiplican", advierte, ya libre de ataduras y defendiendo su honorabilidad ante los audios de Villarejo. "Si es un pecado mortal haber hablado con un comisario que entonces acababa de ser condecorado, entonces me equivoqué".
Su marido, su mayor error
La losa que siempre amenazó su carrera política eran los dudosos negocios de su esposo, Ignacio López del Hierro. De hecho, a la nueva dirección del PP lo que más ha molestado de la conversación filtrada es que fuera su esposo quien encargara, en nombre del partido, "trabajos puntuales" al comisario encarcelado. Cospedal admite su error en la carta. "Me equivoqué al pedir a mi marido que me ayudara en una interlocución que no fue fácil. Me equivoqué a la hora de pedirle que ayudara al PP. Ahora él está pagando por haberme ayudado a tratar de tener una visión más clara de lo que estaba ocurriendo".
Cuando fue elegida por Mariano Rajoy secretaria general en 2008 en el Congreso de Valencia la propia Cospedal ya pronosticó que esta tarea iba a ser "un camino de espinas y rosas". Nunca se imaginó que alguna espina pudiera resultar letal. En aquel cónclave, el presidente encargó a la secretaria general y a Soraya Sáenz de Santamaría, que la nombró portavoz en el Congreso, acabar para siempre con el aznarismo.
Las dos mujeres que tuvieron después más poder en el Gobierno de Rajoy consiguieron su objetivo pero olvidaron que eran compañeras de partido. Las dos eran abogadas del Estado y una era tan ambiciosa como la otra. Su rivalidad interna provocó que el Partido Popular y el Gobierno se partieran literalmente en dos. Las consecuencias de aquella guerra encarnecida que duró una década se dirimió en el cónclave de despedida de Rajoy: Pablo Casado se hizo con el control del partido gracias a la guerra que ambas mantenían aún viva.
Santamaría abandonó la política en septiembre y Cospedal no ha aguantado dos meses más. Ella misma asegura ahora que desde que se celebró el congreso nacional tenía pensada su retirada tras "una transición ordenada en mis responsabilidades". Dejó el PP de Castilla-La Mancha en octubre, un partido que heredó Paco Núñez. En aquel acto en el que Cospedal fue despedida con honores, recordó que se metió a política a pesar de que su familia nunca quiso. Y se emocionó cuando habló del amor que siente por España. "Me voy con mi amor a España. Me voy feliz".
"Que cada palo aguante su vela"
Durante los diez años que dirigió el partido, el caso de Luis Bárcenas que ha terminado por llevársela por delante fue sin duda el tema que más la desgastó como secretaria general. Para la historia quedará su "indemnización en diferido" y aquel "que cada palo aguante su vela" que tanto se ha oído en el Partido Popular durante los últimos días. Después de aquello Rajoy la quiso relevar, pero consiguió mantenerse en el puesto aunque el presidente rejuveneció la cúpula con el nombramiento de Pablo Casado, Andrea Levy y Javier Maroto y, más tarde, haciendo a Fernando Martínez-Maillo coordinador general del PP. Un cargo de secretario general de facto mientras ella era ministra que nunca terminó de agradar a Cospedal. Fue duramente criticada por acumular cargos tan importantes como un sillón en el gabinete del presidente, secretaria general del PP y presidenta del partido en Castilla-La Mancha.
"Rajoy no va a dimitir"
La entonces ministra de Defensa tampoco creía que la traumática moción de censura que terminó echando a Rajoy de La Moncloa fuera a prosperar. Ella misma se encargó de disipar las dudas que surgieron durante los dos días que duró el debate cuando se filtró que Rajoy dimitiría para evitar que Pedro Sánchez llegara al Gobierno. El entorno de Cospedal siempre relacionó aquella filtración con el entorno de Santamaría para auparla a ella hasta lo más alto sin pasar por las urnas. "Rajoy no va a dimitir", dijo en una improvisada rueda de prensa en el Congreso de los Diputados que ni siquiera el presidente autorizó.
La exsecretaria general tampoco tenía decidido dar el paso al frente para luchar por la presidencia del PP. Solo se convenció cuando Alberto Núñez-Feijóo renunció y Santamaría se animó. "Nunca hubiera consentido que ella se hubiera hecho con el control del partido", admiten fuentes de su entorno. La venganza de su derrota en primera vuelta llegó con el triunfo de Casado. "La sonrisa de Cospedal la delataba: parecía que la presidenta era ella", recuerda un sorayista.
Ahí empezó el principio de su fin. Cospedal cayó en la primera vuelta sin recibir siquiera el respaldo unánime de los afiliados de Castilla-La Mancha. "Aquello fue un gran palo para ella, no se lo esperaba para nada, sobre todo comparándolo con el respaldo unánime que Soraya recibió de Andalucía", resume un alto cargo del feudo castellanomanchego. En la segunda vuelta trabajó incansablemente por un objetivo: que Santamaría, que contaba con el apoyo no oficial de Rajoy, no ganara. Y lo consiguió.
La jubilación deseada: Madrid
Casado aplastó a Santamaría, que se tomó el verano de vacaciones y a la vuelta comunicó al presidente que abandonaba la política. Cospedal optó por quedarse. Colocó al presidente a sus más afines: a Dolors Montserrat, que fue su jefa de campaña, la nombró portavoz en el Congreso y dos de sus personas más cercanas, Isabel García Tejerina y Vicente Tirado, están sentados en el comité de dirección.
Cospedal intentó también elegir al nuevo secretario general, pero Casado se impuso: el número dos y tres del partido iban a ser personas de su total confianza. Con el PP ya engrasado de nuevo, las especulaciones sobre el futuro de Cospedal volvieron a dispararse. Ahora ella dice que desde entonces haría una salida paulatina de la política, pero su círculo cercano asegura que a ella le hubiera gustado jubilarse siendo alcaldesa de Madrid. "Tenía el miedo de que le hubiera pasado lo mismo que a Esperanza Aguirre, pero sabe que desde el Palacio de Cibeles se tiene más poder que en un ministerio", resume una persona de su máxima confianza. De hecho, desde Albacete recordó en el cónclave donde dejó la presidencia del PP de Castilla-La Mancha que ella era de allí porque quería, porque en realidad había nacido "en Madrid". Una afirmación que muchos entendieron como una declaración de intenciones.
Un final calcado a Soria, Barberá o Cifuentes
Las últimas especulaciones la situaban como cabeza de lista para las elecciones europeas de mayo, unos rumores que ella nunca zanjó. La filtración de una reunión en su despacho de Génova con su marido y el comisario Villarejo ha dinamitado cualquier opción de seguir en política. Lo que más duele a Cospedal es irse como antes ya se fueron sus amigos José Manuel Soria, Rita Barberá o Cristina Cifuentes: por la puerta de atrás y sin sentir el aliento del Partido Popular por el que tanto trabajó. "Ha sido ingrato y difícil, pero no me he arrepentido nunca", dice en una carta en la que solo pide perdón a a sus compañeros del PP de Castilla-La Mancha por no despedirse. "A veces las circunstancias imponen otros tiempos".