El pasado martes, una marea de maderos y picoletos tomaba la carrera de San Jerónimo, en Madrid, frente al Congreso, reunido en Pleno para decidir cosas. Entre ellas, la toma en consideración de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) impulsada por Jusapol (Justicia Salarial Policial), la que más rápido ha reunido el medio millón de firmas que son preceptivas para que el pueblo impulse una ley por sí mismo. "Estamos aquí, en la casa de la igualdad y la justicia, y yo te puedo decir que no existen. ¡Es mentira!".
Villota, 63 años, 43 de ellos como guardia civil, lleva pelucón largo de vikingo, sus enormes barbas y bigotes esconden las arrugas de cuatro décadas patrullando al frío de San Sebastián, Barcelona, los pueblos palentinos de Frómista y Salinas, y otros de Cantabria. Está en situación de reserva sin destino: "Me quería quedar hasta los 65, pero me fui a los 63 por una falta de respeto de un comandante hacia mí. Y a mí no me falta al respeto nadie. Y dije ¡me voy!".
Villota levanta su escudo y su espada. Hace frío en el centro de Madrid -aunque ahora luzca un sol de invierno- pero él lleva las piernas al aire, bajo una especie de kilt escocés hecho con una bandera de España, viste unas calzas de trapo, a modo de botas de campaña medieval, y luce unos brazos duros y cicatrizados de años al raso. Mientras atiende a este periodista en una isleta que desvía el tráfico hacia la calle del Prado, sus compañeros le gritan desde la acera: "¡Villoooota, Villooota!".
"Yo en activo cobraba 1.550 euros, con 43 años de servicio, y me dije 'por 100 euros no aguanto eso y me quedo en casa', porque me lo gastaba en gasolina y en cafés", explica. "Yo me hubiese quedado honradamente y orgulloso de ser guardia civil por 1.500, pero a mí no me falta al respeto ningún jefe".
Desde hace un año, más o menos, el agente Villota no falta a una sola de las manifestaciones, marchas o concentraciones de Jusapol. "Mira, en los 80 yo sacaba cadáveres de mis compañeros por la puerta de atrás de una iglesia, mientras nos tiraban piedras en el País Vasco... Los políticos nos maltrataban antes y nos engañan ahora. ¡Nos utilizan!".
Mossos, ertzainas y forales
Hace sólo cuatro días que Villota estuvo en Barcelona, en aquella marcha en la que los Mossos tuvieron que cargar contra los CDR que pretendían boicotearles -y agredirles-. Aquélla en la que un grupo de indepes empujó a un simpatizante de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por las escaleras del Metro de Urquinaona y le abrió una brecha de ocho centímetros en la cabeza.
"Los mossos, los forales de Navarra y los ertzainas, merecen lo que cobran, y les tengo mucho cariño", dice Villota, que explica de forma muy gráfica su idea de la injusticia y el porqué están concentrados ante la sede de la soberanía popular reclamando una ley integral de salarios policiales: "Mira qué sencillo: un diputado de Jaén cobra lo mismo que uno de Santander".
En ese preciso instante, coincidencia o no y al son de un megáfono, los ya miles agentes reunidos que cortan la calle escoltados por sus compañeros de uniforme empiezan a entonar "¡mismo trabajo, mismo salario!". Y Villota se enciende: "Pero un guardia civil de Santander no cobra lo mismo que un ertzaina, un mosso o un foral".
Poco antes de entablar esta conversación con el guardia vestido de vikingo que posa ante los coches que circulan por San Jerónimo y se abraza con los polis que bajan de los furgones con cafés y churros para sus compañeros en lucha, hemos hablado con Pablo Pérez, portavoz de Jupol, la sección policial de Jusapol. Nos ha explicado que diputados de todos los grupos principales les han firmado la ILP, que lograron más de 550.000 firmas en menos de dos meses aunque el plazo era de hasta nueve, que esperan "coherencia" de los grupos parlamentarios. Pero Villota, con edad para ser su padre, no se fía un pelo.
"Una mujer guardia civil cobra hoy día 1.000 euros menos al mes que una mujer policía autonómica... ¡y al presidente se le llena la boca de feminismo!". Con voz ronca, y acercándose a la grabadora para sortear la algarabía de sirenas, trompetas, tambores y cánticos de fondo, el abuelo de Jusapol concluye: "Mira, la justicia es coger una nómina de un policía autonómico, sacar una fotocopia, borrar el nombre de Jordi ¡y poner el nombre de Villota! Eso es justicia e igualdad. El resto es hacer el tonto, engañarnos y tenernos entretenidos".
¿Pero el Gobierno del PSOE no está aplicando ya la equiparación acordada con Zoido del PP? "¡No! No han hecho nada, sólo es el reajuste de la pérdida salarial desde el año 2000... Son unos falsos, unos cínicos y nos utilizan para sus fines, simplemente".
Los años del plomo "vistiendo cadáveres"
Cuando comenzó su servicio, Villota salió de la academia de Valdemoro directo al País Vasco. Allí vivía en casas cuartel en las que tenía que cruzar una carretera para ir al baño "a cagar en una cuadra". Mientras las calles estaban tomadas por los cachorros de ETA y les acechaban coches bomba, granadas y metralletas tipo Uzi, los guardias de los años del plomo tenían simples mosquetones y viajaban en Land Rover.
"Teníamos que patrullar bajo una lona por todo blindaje", recuerda, "hasta que llegó un delegado del Gobierno y dijo que quitáramos la lona, ¡para patrullar atentos, dijo! Teníamos los dedos con tales síntomas de congelación que si en ese momento nos ametrallan los etarras no hubiéramos podido ni apretar el gatillo del mosquetón".
Así les pasó a varios compañeros. "Yo vestía cadáveres de amigos en aquellos años, niños de 18 años recién salidos de Valdemoro".
Pasados los años, el agente Villota salió del País Vasco, fue destinado a Barcelona y acabó después en la provincia de Palencia. "Nos teníamos que comprar la ropa... hasta que llegó Roldán y dijo que la pagaba el Estado". Pero Villota no ve mucha diferencia con lo que pasaba en aquellos años y lo de ahora. "Los políticos sólo vienen para hacerse la foto. Llevamos cuatro meses para que nos reciba el delegado en Cantabria, pero claro, no quiere escucharnos porque le diremos las cosas claras. Nos ignora, nos desprecia... sospecho yo que por orden de Marlaska, y él tiene que obedecer si quiere seguir su carrera política".
En este punto, la charla entra en terrenos pantanosos. En sus 43 años de servicio, Villota nunca se ha callado y eso le ha traído problemas con muchos superiores. De hecho, pasó un mes y un día en prisión militar en el año 93 por defender los derechos de sus compañeros, cuando el Gobierno se negaba no ya a los sindicatos, siquiera a las asociaciones de guardias civiles.
"¡En el 93, en plena Democracia! Y quien me encerró era un amigo... pero se cansó de que le dijera la verdad y me pidió que me cuadrara antes de empapelarme", recuerda. "Soy un simple guardia, pero con honor y dignidad salía al patio mis dos horas al día, estaba encarcelado de uniforme, con compañeros de uniforme apuntándome desde la garita... pero orgulloso. Tanto, que tuve el expediente enmarcado en el comedor de casa durante años".
-¿Y eso no ha cambiado?
-No. Éste es un país democrático, pero yo tengo prohibido decir la verdad. Soy militar. No se va a bajar Marlaska a charlar con nosotros. Se subirá en su coche blindado, millonario, porque no quiere que le digamos la verdad.
-Pero él fue juez antiterrorista, él sufrió...
-No. No. Lo sufrí yo.
Villota sufre. Porque quiere hablar, pero no quiere meterse en líos. No por él, sino por sus compañeros. "Si hablo, mañana estoy expedientado", y lo que importa es la lucha en la que están. "Pero Marlaska no entiende, ni como ministro ni como juez... nosotros también hemos sufrido las sentencias de los jueces, y por eso muchos compañeros tienen miedo de actuar en las calles. Y eso lo digo yo porque lo sé".
Antes de despedir al periodista con un abrazo, como si la prensa representara al pueblo, el veterano agente Villota pide que el director de la Guardia Civil, Félix Azón, y el titular de Interior que lo nombró, el también exjuez Fernando Grande-Marlaska, no hablen "con el comisario jefe", sino con él. "Que vengan a comer a mi casa, y yo les explico lo que es la Guardia Civil. Allí verán que tengo dos hijas en paro, que son excelentes, y que no salen a tomar una cocacola para que yo pueda venir a todas las concentraciones, a defender lo que es defendible".
La votación en el Hemiciclo se celebró ya caída la noche en Madrid. Algunos de los guardias y policías ya se habían retirado pero la Carrera de San Jerónimo, con los leones enmarcando la estampa, celebró con algarabía que los cuatro grupos principales -aunque algunos a regañadientes y por no quedarse solos- habían votado sí a la tramitación de la ley impulsada por Jusapol.
"El pueblo sí nos apoya", celebra Villota, antes de meterse en otro charco. "Incluso en Barcelona tenemos el apoyo de los catalanes constitucionalistas y de los Mossos por la Constitución. ¡Estoy orgulloso de ellos! Son unos grandes compañeros y se juegan su vida, la vida diaria y la de su familia. ¡Y están abandonados en Cataluña por el Gobierno! Mienten todos los gobiernos, no tienen honor, los tienen abandonados en Cataluña, en País Vasco y en Navarra. Y si no, que vean las noticias".
-Hace poco, el Gobierno ha firmado con el Ejecutivo navarro el traspaso de la competencia de tráfico a la policía foral. Y parece que también quieren traspasarle las de montaña...
-Si es que... es que no puedo hablar de eso.
En ese mismo instante, como si nos oyeran y a 15 metros desde la acera, cientos de voces hoy sin uniforme gritan a coro "¡Viva la Guardia Civil!", mientras Villota trata de zafarse de sí mismo y sus ganas por dar detalles. "...O sea, que te puedes imaginar lo que opino. Si hablo ahora, mañana estoy procesado". Y, coincidencias otra vez, las voces de todos los maderos y picoletos reunidos, cientos venidos de todo el país, responden "¡Viva España! ¡Viva España!".