CÓRDOBA

"Hijo, baja eso, que le vas a dar a la señora". En los mítines andaluces del Partido Popular hay tantas banderas de España que, al mínimo despiste, uno se queda sin ojo. Casado va tan rápido que ni siquiera la Policía sabe dónde está. A las puertas del colegio mayor cordobés que espera su discurso, un chico pregunta al agente de turno: "¿Ya ha llegado Pablo?". Porque el militante -aunque no lo haya visto nunca- siempre trata a su profeta con el nombre de pila. "No lo sabemos, de verdad". En ese instante, una señora zanja la incertidumbre: "¡Ahí está! ¡Líbranos de Sánchez, por favor, líbranos!".

El equipo de Casado lo ha hecho todo esta campaña: cocina, susurro de vacas, aceites, McDonald's... Este jueves, a las cinco y cuarto, Casado se dispone a estrenar su penúltimo acto. Luego le toca Sevilla y, por fin, podrá volver a casa. Hace días que no duerme en Madrid.

El remolino de cámaras es tan intenso que apenas pueden colocarle el micrófono que necesita para su arenga en el pabellón. La señora le sigue gritando: "¡Pablo, Pablo! ¡Ya queda menos!". Y su "Pablo" dispara sonrisas a diestro y siniestro.

Ha elegido americana marina y jersey rojo socialista para clausurar la carrera. Lo mismito que Albert Rivera. Una realidad difícilmente clasificable: apenas una letra separa la casualidad de la causalidad.

Casado se ha empeñado en erigirse como el líder que más ha pateado Andalucía. En una suerte de homenaje a William Wallace, quiere que tanto la victoria como la derrota sean suyas: "No me escondo. Acabo de ser elegido. Pienso en el partido, no en lo mejor para mí". Este jueves lo explica con banderillas y a pocos kilómetros de la casa donde nació Manolete: "He llegado para bajar al ruedo y acercarme al toro".

Entonces menciona sus 20.000 kilómetros en dos semanas, sus siete pueblos al día, sus más de 60 actos... Hoy, antes de alcanzar Córdoba, ha pasado por Dos Hermanas, Alcalá de Guadaira y Tomares. El objetivo, transmitir la buena nueva: "Ha vuelto el PP de siempre". O lo que es lo mismo: se ha ido el PP de Rajoy, el de los tecnócratas; ha regresado la ideología, la firmeza en los principios.

"Los vecinos dudosos"

Tanto ante las cámaras como detrás de ellas, Casado lanza un mensaje a familiares, amigos, militantes, simpatizantes, adversarios, enemigos... A todo "el mundo": "Llamad a vuestros vecinos dudosos. Esos que nos votaron y ahora dudan. Hemos vuelto, no les vamos a defraudar".

Pero el mayor obstáculo para el PP en Andalucía no es regresar, sino llegar. Aunque haya logrado ser la lista más votada en las elecciones, nunca ha conseguido gobernar. Sí ha mandado en las ocho capitales de provincia y en 25 de las 27 grandes ciudades. La Junta, sin embargo, se antoja lejos otra vez a tenor de las encuestas.

Como si fuera más admirador de Bruce Springsteen que de Aznar, su equipo quiere que Casado conquiste el escenario con la música a todo volumen. Por eso le piden que espere, que no entre todavía. Ya suena el himno del PP: "Pam, pam, pam, pam; parabarabá". Y el presidente afronta una carrera de obstáculos: abuelas cargadas de besos, jóvenes adictos al selfie y muchas banderas.

Su telonero, justo antes de que suba al escenario, le pregunta: "Estarás reventado, ¿no?". Casado bebe agua. Escala al estrado, abraza al anfitrión y confiesa: "Carlos Herrera me ha aconsejado caramelos y mucho líquido". El público aplaude como si aquello fuera un remedio genial. A continuación, hace gala de su preparación durante estas dos semanas. Con precisión geográfica, recita una retahíla de pueblos cordobeses: "Cabra, Lucena, Montilla...". Cuando se compromete a defender la mezquita-catedral de su desamortización, los presentes se ponen en pie.

El Sánchez "zombi"

Como si de un reparto de tareas premeditado se tratara, Casado se ocupa casi en exclusiva de lo nacional y deja a su candidato lo referido a Andalucía. "Este es el primer paso para echar a Sánchez de la Moncloa". Por si acaso, aclara: "Quiero esta tierra tanto como si hubiese nacido aquí".

El líder del PP cree -y así lo comenta con sus colaboradores- que un Gobierno de 84 diputados es todavía más insostenible si, además, pierde la autonomía que rige desde hace cuarenta años: "Se convertirán en un zombi".

"¿Que Sánchez no ha venido a Córdoba? ¡Claro que no! Porque Susana no quiere. Por su culpa, España está arrodillada ante los independentistas. ¿Cómo va a venir si está transfiriendo las competencias de prisiones a los nacionalistas vascos?", carga contra el secretario general socialista.

En un ejercicio casi de prestidigitador coloca a PSOE, Ciudadanos y Podemos en la misma órbita: "Sánchez firmó con Rivera el pacto del abrazo; y luego Rivera pidió el voto a Iglesias para investir presidente a Sánchez". Los "únicos" que no acordarán con los socialistas, dice Casado, "somos nosotros". El dirigente popular muestra una destreza indudable para reunir realidades dispares en una misma frase: "Somos el mejor partido de Europa. Hemos vencido a Ibarretxe, al terrorismo, al paro y a Puigdemont".

Si en algo coinciden PP, PSOE, Cs y Podemos en estas horas de descuento es en la importancia del "puñado de votos". Son como ese postre que llega cuando el estómago está lleno, pero que puede cambiar la percepción de toda una comida. "¡Y van a dar muchos escaños!", grita Casado.

En este mitin no ha habido hueco para Vox, que sí encuentra su espacio en un corrillo de dirigentes de la provincia. Confiesan que tienen más miedo al crecimiento de Abascal que a un posible sorpasso naranja, que ya descartan: "Ciudadanos no nos agobia, aquí los que están subiendo como la espuma son los de Vox. Hay que sacar esto adelante como sea".

Entre varios dirigentes nacionales y provinciales cunde esta sensación: la campaña ha llegado demasiado rápido y Casado ha tenido que subirse a un coche en marcha. "Después del domingo, podremos, por fin, marcar nuestro camino. Pablo tiene las ideas claras, creemos que va a hacerlo bien". Serán, de nuevo, miles y miles de kilómetros.