"En nombre de Unidos Podemos, alerta antifascista", así comenzó Pablo Iglesias su comparecencia pasadas las 23.00 horas y desde Madrid para explicar el descalabro en Andalucía. Antes incluso que su candidata, Teresa Rodríguez. Al punto de que Iglesias no quiso hacer ningún análisis a las preguntas de los periodistas sobre el "porqué de la derrota". Pero la caída fue estrepitosa: 300.000 votos menos, 5,5 puntos menos, y tres escaños menos. Justo en el momento en el que Iglesias presumía de que Podemos estaba "ne el momento de mayor influencia de poder de su historia".
Ambos líderes evitaron la autocrítica y la taparon proclamándose "antifascistas" como su característica más importante. Y reivindicaron que sus formaciones son las que defienden la democracia, "que es lo que nos estamos jugando". Desafió Iglesias a Pedro Sánchez a que "no olvide cuáles son su aliados", porque "hay que construir un dique frente al avance de la extrema derecha". A pesar de todo, Iglesias anticipó que si esto adelanta las elecciones generales, Unidos Podemos "saldrá a ganarlas".
El líder de Podemos empezó su discurso hablando de una "alerta antifascista", y llamó a "movilizarse a los ciudadanos para defender las libertades, la justicia social y la democracia". Y aunque insistió en que sus formaciones no tienen "ningún miedo a la extrema derecha", y que van a "presentar compromiso y antifascismo militante", tanto él como Garzón centraron todo su discurso en Vox, "enemigo de las conquistas sociales y de las mujeres".
Para Iglesias, "la España feminista republicana, trabajadora y democrática debe defender las libertades". Es más, cerró con efectismo su alocución apropiándose el lema de la Revolución Francesa, reivindicando "libertad, igualdad y fraternidad".
Tanto él como Garzón culparon no sólo al "discurso autoritario y ultranacionalista de PP y Cs" de la emergencia de Vox. También señalaron a Susana Díaz por "haber basado su campaña en el miedo a la extrema derecha". Garzón incluso la acusó de "haber preferido la fragmentación de la derecha hablando de ese partido constantemente que hablar de Andalucía". Porque, en opinión de Iglesias, "Andalucía era su segundo plato, ella prefería Madrid".
Descalabro en silencio
La caída en Andalucía no ha sido sólo la de los 40 años de socialismo ininterrumpido, que pueden acabar este 2-D. También ha sido el descalabro de la izquierda radical que se postulaba para ser su única muleta posible, reproduciendo el pacto que surgió de la moción de censura del pasado mes de junio. Y en silencio: hasta la medianoche, Teresa Rodríguez no habló.
Y lo hizo sólo para asumir la misma excusa que sus jefes: desde mañana, la labor de la coalición formada por Podemos e IU será "hacerle frente a la extrema derecha". Esa será su misión, o así lo dijo Rodríguez. "Lo que más nos preocupa no es los tres diputados menos, sino lo que le pasará a Andalucía", ha dicho Rodríguez en referencia a los 17 escaños obtenidos por Adelante Andalucía, frente a los 20 que lograron Podemos (15) e IU (5) por separado en las elecciones de 2015.
Recibidos por sus simpatizantes al grito antifascista de "¡No pasarán!", Rodríguez ha pedido "recuperar el sentido común del 15M" para "parar a la derecha" en todos los ámbitos. "Palante, que nos queda mucho curro", concluyó su intervención
Tan dura ha sido esta caída que tuvieron que salir los líderes nacionales de Podemos e Izquierda Unida, Pablo Iglesias y Alberto Garzón, a valorar los resultados desde Madrid.
El descalabro de la coalición de Podemos con Izquierda Unida resulta ser exactamente el mismo que el resultado que dio el pacto de los botellines entre Iglesias y Garzón. Entre las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 y las del 26 de junio de 2016, Podemos e Izquierda Unida cambiaron su estrategia y dejaron de competir por el espacio electoral de la izquierda a la izquierda del PSOE. Pero la suma fue cero: de hecho, en escaños no existió -se quedaron en los 71 que había cosechado el partido morado por sí solo- y en votos tampoco, juntos perdieron un millón de votos.
En esta ocasión, con tres años y medio entre una convocatoria y la siguiente, la sangría es de casi 300.000 votos -de 864.000 a poco más de 580.000- y en porcentaje de 5,5 puntos.
Teresa Rodríguez apostó fuerte por su autonomía de la dirección nacional, impuso a Pablo Iglesias la unión con IU, los Verdes y otros colectivos sociales; le forzó a aceptar que la marca Podemos desapareciera de los carteles y las papeletas, y le hizo avalar un programa rayano en las tesis separatistas catalanas que exigía una "refundación de la autonomía" camino de la "república federal" en España.
Se ve que los votantes no lo han entendido. En un momento en el que gobierna el PSOE en la Moncloa y Pablo Iglesias ha trabajado denodadamente para capitalizar todos sus movimientos, la derrota no puede ser mayor. Sumándose a la IU de Antonio Maíllo y a todos esos colectivos, Teresa Rodríguez incluso saca menos votos que el 22 de marzo de 2015, cuando su candidatura -entonces sí de morado Podemos-, cosechó 590.000.