Éste ha sido el fin de semana en el que los CDR le han tomado la palabra definitivamente a Quim Torra. "Apreteu", y apretaron. Envalentonados por la defensa que de ellos hizo el presidente de la Generalitat cuando llamó la atención a su consejero de Interior, Miquel Buch, por las cargas de la policía autonómica en Gerona y Tarrasa el día de la Constitución -"tiene 48 horas para tomar decisiones en la cúpula de los Mossos", dijo como ultimátum-, los autodenominados Comités de Defensa de la República se han tomado en serio su cometido. Un día de bloqueo -en pleno puente- y otro de gratis total -en la operación retorno-.
Y los Mossos quietos, de brazos cruzados, incapaces hasta de darle paso a un autobús de infantiles del Villarreal, niños que trataban de llegar a una estación de servicio en la que beber algo e ir al baño, tras horas parados en la carretera. "Que den la vuelta, no pasan", respondieron los radicales a los mandos policiales. Y éstos, cabeza baja, a informar de lo que hay, que los que mandan dicen no.
El sábado, el día del bloqueo, es que Torra estaba a otra cosa. Se hallaba en Bruselas, de la mano de su líder, Carles Puigdemont, presentando en dos convocatorias el nuevo Consell per la República, un nuevo artefacto independentista. Ya tiene algo que presidir el fugado expresident. Y ya se puede ir montando un censo de buenos catalanes, los que se vayan apuntando "voluntariamente" a razón de 10 euros al Consell.
Fue allí, en Bruselas, donde Torra se vino arriba y, presumiendo de que por fin lo había recibido un líder extranjero -el presidente de la República de Eslovenia, Borut Pahor-, algo que vendió como "buenísimas noticias", se apuntó al modo en el que los exyugoslavos se independizaron en 1991. "Debemos estar dispuestos a correr todos los riesgos, porque ya no hay vuelta atrás", dijo arrancando aplausos, "hagamos como ellos".
Quizás en el auditorio de Bruselas, el Teatro de la Villa, nadie sabía que la Guerra de los Diez Días se saldó con más de 60 muertos. O quizá todos allí se sientan a salvo de tales avatares. También este domingo Puigdemont ha confesado que lo de su huida a Waterloo lo tenía "pensado de tiempo atrás".
La reacción de la oposición... y de Mas
Entonces, ¿qué riesgos dicen que están dispuestos a tomar? Por el momento, el de azuzar la violencia de los CDR y amenazar a los Mossos "que quieren cumplir la ley", como recordó la líder de la oposición en Cataluña, Inés Arrimadas, "indignada" por la apelación a la "vía eslovena".
Ella, su candidato a la Alcaldía de Barcelona, el ex primer ministro francés Manuel Valls; la actual primera edil de la ciudad, la muchas veces proindependentista Ada Colau; Alejandro Fernández, presidente del PP catalán; Pablo Casado, Albert Rivera... todos abrieron los ojos como platos y dijeron que un president no puede "alentar la violencia". Hasta Artur Mas dijo no entender que un president prefiera a los violentos antes que a sus Mossos.
¿Y el Gobierno de la nación, mientras, qué? Del ministro del Interior, de quien dependen jerárquicamente y en última instancia los Mossos, no ha dicho esta boca es mía en todo el fin de semana. Sólo ha hablado uno que no es su jefe, porque Fernando Grande-Marlaska no es del PSOE -donde José Luis Ábalos es número dos- y en el Ejecutivo de Pedro Sánchez, sólo es uno más del gabinete, como él.
Ábalos dijo, eso sí, que "basta ya, basta ya". Que no se puede "alentar la independencia por vías que no son propias", y que "hay que ser muy iluminado para apelar a una vía eslovena".
El silencio de Sánchez
Pero el líder, Sánchez, quien tuvo oportunidad de decir algo porque el sábado dio rueda de prensa en Lisboa mientras la AP-7 estaba cortada con neumáticos, guardarraíles, ramas y esteladas, también mantuvo silencio. La oposición, desde Casado a Rivera se empeñó en señalarlo con el dedo, en pedirle cuentas. De hecho, Marlaska tendrá una cita que le pedirá Ciudadanos para que diga por qué nadie defiende a los catalanes de "las acciones violentas" de los CDR.
PP y Cs han preguntado en alto, en estas 48 horas en las que quien mandaba en Cataluña era la voluntad de los violentos, si es que Pedro Sánchez está guiñando a los separatistas catalanes con los Presupuestos mientras agita el espantajo de Vox -de la extrema de recha sí que habló en Lisboa- para asegurarse un año más en la Moncloa. De hecho, anunció solemnemente en el XI Congreso del Partido Socialista Europeo que sí, que ahora sí, se comprometía a llevar las cuentas públicas al Congreso en enero.
Llegó la medianoche del sábado y los CDR se fueron para casa, dejando el reguero de destrucción sobre la autopista para que fuera limpiado por otros. De hecho, hasta las 7.00 horas de este domingo no se pudo reanudar la circulación. Volvió Torra de Bruselas para esa reunión con Buch -secreta en todo, lugar y hora-, a ver si éste tenía las decisiones tomadas entre los buenos y los malos mossos...
Y los CDR, a sus anchas, se expandieron por el mapa catalán para asaltar y abrir las barreras de los peajes al canto de "¡Tumbemos el régimen!". Luego, ya sí, se supo que Buch y Torra se habían visto en el Palacio de Pedralbes durante dos horas y media, junto al secretario general de Interior, Brauli Duart, y el de la Policía, Andreu Joan Martínez. Pero los medios catalanes no daban cuenta de decisiones, a pesar del ultimátum cumplido del president. Sólo una cosa quedó clara en este puente de la Constitución en Cataluña: que los violentos se fueron de los peajes cuando quisieron el domingo igual que el sábado lo hicieron de la autopista, que los dueños y señores han sido los CDR.