Guste o no, la cantidad de información electoral que se maneja hoy en día es de tal magnitud, que los juicios sobre el éxito o el fracaso de un partido ya no residen en lo que gane o pierda respecto de las anteriores elecciones, sino en la novedad de los resultados, respecto de las expectativas creadas por los medios de comunicación a partir de encuestas o sucesos con fuerte impacto electoral, apenas unas semanas antes de la cita con las urnas.
Por eso en las elecciones andaluzas, para nadie era noticia que Ciudadanos iba a duplicar sus apoyos, o que el PP bajaría mucho sus votos, al igual que no era noticia que Susana Díaz iba a seguir gobernanado con 35 o 40 escaños y el apoyo de Podemos. Estaba descontado. La noticia ha terminado siendo lo imprevisto: no tanto la pérdida de votos del PSOE y la pérdida de la presidencia de la Junta, sino la entrada irruptiva de Vox, originando un terremoto informativo cuya onda expansiva aún está por llegar en toda su magnitud.
En cualquier caso, este artículo apunta en otra dirección. Por un lado, porque la noticia imprevista no ha sido Vox, de hecho aquí se apuntó varias veces que entraría, sino los votantes socialistas que no han querido ir a votar y han echado a Susana Díaz de la Junta. Aquí la verdaera noticia, imprevista y aún no digerida. Porque la Junta se ha perdido ya, y Vox está dentro, pero la abstención de izquierdas, por desánimo, cansancio o castigo, puede ser algo estructural que suponga la llegada de nuevos pactos de derechas prácticamente en todas las autonomías y por supuesto en el ámbito nacional. Por partes:
VOX no era tan imprevisto
Hay que remotarse a octubre de 2017 cuando fue precisamente la encuesta de Sociometrica para EL ESPAÑOL, la primera que alumbró la posibilidad que Vox entrara en el Parlamento Nacional como movimiento reaccionario a la pasividad del PP con Cataluña. Hasta en cuatro ocasiones más en 2018 (abril, mayo, junio y septiembre), EL ESPAÑOL describió y analizó en solitario el fenómeno inaudito y creciente de Vox, oscilando la previsión entre 1 y 3 diputados tanto antes de la llegada de Casado al PP, como incluso después. Ahí está la hemeroteca. Y ha tenido que pasar casi un año para que a esta hipótesis se sumaran tímidamente tres medios más: en septiembre una encuesta del Instituto IMOP para El Confidencial, en octubre otra de Metroscopia para el grupo Joly, y en noviembre la de GESOP para El Periódico. A partir de aquí, ya todas.
Para las elecciones andaluzas, también fueron las encuestas de Sociometrica para EL ESPAÑOL las primeras en certificar que Vox podría entrar en el Parlamento andaluz. En Septiembre dimos un 1%, en Octubre un 4%, a principios de Noviembre un 6% y en la última encuesta a una semana de las urnas, un 7% y cinco diputados. Imposible tanto error. El inigualable olfato de GAD3 y su tracking diario hicieron subir dicho 7% a razón de medio punto diario durante la última semana de campaña, hasta llegar al 10% y 10 diputados el mismo día D, certificando que lo de Vox no sólo era un fenómeno observable y medible, sino que se movía a velocidad geométrica.
Tezanos y el efecto de las encuestas favorables al PSOE
Aunque han proliferado ultimamente los rankings de encuestas, donde tratan de convencer al lector que aquellas que mas se han acercado al resultado final son mejores, y viceversa, alguien tiene que decir alto y claro que en términos matemáticos, sólo hay dos grupos. Las que están dentro del margen de error, y las que no. Y dentro de las primeras, sólo aquellas que tienen una metodología detallada, fiable y contrastable, y si es posible un equipo de investigación con nombres propios y transparente. Si la desviación final es de 1 punto, medio punto, o dos puntos, será más por azar estadístico que otra cosa, y así deben juzgarse, siempre dentro de ese nivel de confianza y precisión.
Decimos esto porque si exceptuamos a GAD3 que hizo más de tres mil encuestas durante la última semana, con un rigor y fiabilidad fuera de serie, el resto de las solventes habían dejado de recoger datos siete días antes (Demoscopia, Sigma Dos, 40dB, y SocioMétrica), dejando como titular prácticamente común el que hemos descrito en el primer párrafo de este artículo y que puede resumirse en que el PSOE sacaría 35-40 diputados y que con certeza matemática, podría gobernar con los 21-23 que que sacaría Adelante Andalucía. Si se trataba de los mejores institutos, y todos coincidían, no duden ustedes que eso era exactamente lo que salía de las encuestas diez días antes de la jornada electoral. Y esa fue la expectativa.
Los sesgos políticos de conformidad y disconformidad
En psicología llamamos sesgo de disconformidad a la tendencia de algunas personas a rechazar o negar la parte de la información que no coincide con sus supuestos o creencias, pudiendo tener consecuencias incluso graves en la toma de decisiones. Llevado al caso de los políticos andaluces, cuando en Sociometrica dimos a Vox el citado 7% y hasta cinco diputados, casi nadie lo creyó, y eso que otros como 40dB o Sigma Dos habían dado máximos de 3 y 4 respectivamente, pero la noticia debió parecer tan inaudita, absurda o imposible, que nadie en la izquierda pereció tomar nota de esta posibilidad, aunque sólo fuera en términos matemáticos de que el vuelco podía ser posible.
No es Vox estúpido, es la abstención
Quizás por eso, hoy todas las iras de la izquierda van contra Vox, como si el sesgo de disconformidad hubiera aguado la fiesta. Pero sugiero un cambio de perspectiva, porque quizás en el PSOE debió operar en mucho mayor grado el sesgo de conformidad, es decir, aceptar de forma entusiasta aquellos fragmentos de información que coincidían con sus creencias, expectativas o deseos, como por ejemplo obtener 40 diputados, la certeza de que se conseguiría gobernar con Podemos, por no decir la buena noticia dada por Tezanos en todos los medios nacionales, de que seguiría siendo fuerza hegemónica subiendo incluso en votos y escaños.
Es la abstención estúpidos, debería haber gritado la propia Susana Díaz al día siguiente. Porque si desde el PSOE se hicieran un análisis algo más detallado de lo ocurrido, con asesores fríos y objetivos, se darían cuenta que la culpa no la tienen ni los casi cuatrocientos mil votantes de Vox, que apenas han bajado uno o dos puntos a cada partido, ni un PP que se deshilacha, ni una derecha fragmentada, sino otros cuatrocientos mil, que decían en las encuestas que iban a votar al PSOE, y mintieron, porque realmente, pensaban abstenerse.
Una vez pasada la pesadilla de perder la Junta, el problema para Sanchez ya no es si Vox es o no un partido de extrema derecha, sino la duda de que el 27% de voto que todas las encuestas le están dando, asegurandole ir en cabeza, no está hinchado de abstencionistas, como en Andalucía, nada menos que cuatro o cinco puntos.
***Gonzalo Adán es doctor en Psicología Social y director de SocioMétrica.