"Siempre ha habido mucha endogamia entre los altos cargos de la DGSP [la Dirección General de Servicios Penitenciarios de la Generalidad catalana]. Montero se está comiendo el marrón de Lledoners, probablemente a cambio de un futuro puesto de retiro compensatorio", explican a EL ESPAÑOL fuentes penitenciarias conocedoras de la tensión vivida en la prisión de Sant Joan de Vilatorrada desde la llegada a ella de los siete presos más mediáticos del procés. "Montero" es Paula Montero Brasero, la directora del centro penitenciario de Lledoners que, tal y como avanzó en exclusiva EL ESPAÑOL, autorizó el pasado 5 de enero la excarcelación durante unas horas de Josep Rull sin la preceptiva autorización judicial. "No está nada cómoda, desde luego. Es un sillón que no quiere nadie", añaden las mismas fuentes.
El Tribunal Supremo ha anunciado una investigación para averiguar si la conducta de Paula Montero es penalmente relevante. No existe ningún documento médico que justifique su decisión de excarcelar a Rull.
Paula Montero, natural de Alcalá de Henares, pareja de un alto cargo de la Dirección General de Servicios Penitenciarios de la Generalidad de Cataluña, fue la primera mujer en dirigir una prisión catalana, la de mujeres de Wad-Ras, sólo siete años después de licenciarse en Psicología en la Universidad Complutense de Madrid. Tras cuatro años al frente de Wad-Ras (1990-1993), fue nombrada Directora de Servicios Sociales Penitenciarios de Barcelona.
Tras ocupar varios puestos de responsabilidad en la DGSP, fue nombrada en 2016 directora del centro de Lledoners. No fue sin embargo la primera mujer en dirigirla: Montserrat Pina lo había hecho antes que ella, justo después de su inauguración. Por aquel entonces, nadie esperaba que la pequeña y cómoda prisión de Lledoners, de inspiración nórdica y con capacidad para más de mil presos, pero ocupada sólo por setecientos, se convirtiera con el tiempo en el epicentro del llamado "conflicto catalán".
Al borde de la dimisión
Hace apenas unos meses se especuló con una posible dimisión de Paula Montero como directora de Lledoners. Según algunos medios, Montero habría acabado harta de las presiones de los presos del procés y especialmente de las de uno de ellos, Jordi Sànchez, presidente de la ANC y cabecilla de la huelga de hambre que finalizó pocos días antes del inicio de las vacaciones de Navidad.
Lo cierto es que el goteo de filtraciones sobre los privilegios de los que gozan estos presos ha sido una constante desde que llegaron a Lledoners. Medios como El Confidencial, El Mundo y EL ESPAÑOL se han hecho eco de esos privilegios, que van desde un régimen de visitas extraordinariamente laxo hasta la puesta a disposición de Oriol Junqueras de un espacio reservado en el ala de psiquiatría para que despache con compañeros, amigos, familiares y negociadores de otros partidos. Todo ello hizo que se rebautizara la prisión como Gran Hotel Lledoners.
El trato de favor para con los presos del procés es vox pópuli entre funcionarios y reclusos de Lledoners. Es posible que el más comprensible, desde el punto de vista humano, de esos tratos de favor, el de la excarcelación temporal de Rull tras el accidente de su hijo, pueda tener consecuencias Paula Montero. Ella, tras treinta y dos años trabajando para uno de los departamentos más discretos y menos mediáticos de la Administración catalana, ha debido acostumbrarse a oír su nombre, semana sí, semana también, en los medios de comunicación y en las redes sociales. Pero ahora su nombre está también en boca de los jueces del Tribunal Supremo. Y no para bien.