Podemos cuela la bandera feminista allá donde puede. Y esta vez ha tocado en la ausencia del secretario general del tercer partido de España de la reunión en la que se decidía el futuro de la formación. Y no por algo ajeno a él, sino por el daño al mismo liderazgo de Pablo Iglesias causado por la "traición" en lo político y lo personal de su primera pareja conocida, el cofundador Íñigo Errejón.
Tras las fiestas de Navidad, el secretario general de Podemos tomó el testigo de los seis meses de baja maternal de su portavoz parlamentaria y madre de sus hijos mellizos, Irene Montero. Dejaba el partido recién encumbrado como candidato a la Presidencia del Gobierno. Pero no por su indudable primacía, sino por la extrema inestabilidad del Gobierno al que da soporte que obligaba a "dejar el partido preparado para cualquier escenario".
Una debilidad que se traduce, por ejemplo, en la infinita dificultad de sacar adelante unos Presupuestos Generales del Estado pactados con Podemos y que, ni "dejándose la piel" al punto de visitar la cárcel para negociar con Oriol Junqueras, había conseguido apuntalar Iglesias. Es más, su despedida temporal de la vida política normal fue con un hilo en Twitter en el que amenazaba con votar no a las cuentas públicas: Pedro Sánchez no cumplía en el borrador de los PGE con lo acordado... y él no lo iba a poder gestionar desde casa, cuidando a los bebés.
Por lo demás, y sin esperarse nadie la espantada de Íñigo Errejón, estos tres primeros meses del año en los que el líder se ausentaba para cumplir con la baja paritaria de paternidad eran los definitivos para cuadrar las candidaturas de las municipales y autonómicas. Y Podemos no anda especialmente estable -él tampoco- en los territorios.
"Interrumpir" la baja
Después de verse "tristemente" obligado a "interrumpir" su permiso parental el pasado 17 de enero, cuando cinco minutos después de recibir la llamada de Errejón éste publicó en sus redes que se presentaba de la mano de Carmena tras soltar la de Pablo por ser menos "ilusionante", en sólo dos semanas lo ha tenido que volver a hacer.
Convocó el fin de semana pasado un Consejo Ciudadano desde el chalet de Galapagar y al día siguiente decidió adelantarlo, porque la rebelión de los secretarios territoriales o desvelaba aún más que las criaturas. Y este miércoles mantuvo su ausencia más políticamente que de una manera real. Nadie le vio en la calle Princesa, 2 de Madrid. Porque no estuvo en persona, pero en realidad sí que participó del debate a través de una conexión telefónica por skype.
¿Acaso no se fiaba de la bicefalia paritaria que ha dejado al frente del partido? El CCE lo presidían Irene Montero y Pablo Echenique, pero el guión lo había marcado él con su extenso comunicado hecho público pocos minutos antes del inicio del cónclave. ¿Se podía en ello señalar un rasgo machista del líder? De ello ya se le ha acusado por otros episodios: como cuando calificó a una periodista de EL ESPAÑOL en plena rueda de prensa en función de su "abrigo de pieles", o por aquellos mensajes de tono soez a propósito de una presentadora de televisión capturados en pantallazos de un grupo de Telegram.
En realidad, Iglesias conjuró tal acusación revelando un secreto en esa misma nota que compartió este mismo miércoles en su Facebook: "Me conectaré por teléfono en la medida en que las tareas que conlleva mi permiso de paternidad me lo permitan, como hizo Irene en el último Consejo". Total, que hasta las violaciones del permiso de paternidad y/o maternidad son paritarias en su caso.
Podemos enarbola la bandera de género, dice "todos y todas"; hace listas paritarias; cambia el nombre del grupo parlamentario en función de quién lo pronuncie: ellos "unidos Podemos", ellas, "Unidas Podemos"; prefiere a "la gente" que a los "ciudadanos" y no sólo quiere una república, sino que ésta sea "federal y feminista".
Si hubiera habido sorpasso al PSOE cuando se vaticinó, "la mayoría de la moción de censura" podría haber dado con Iglesias en Moncloa el pasado mes de junio, sólo un mes antes de ser padre. Y acaso en enero también se habría cogido la baja para cuidar de los retoños en palacio.
Le habría tocado negociar los presupuestos entre biberones o tomar entre pañales la decisión de si reconocer o no a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela frente al dictador Nicolás Maduro. No ha sido así, sino un simple rebelión orgánica. Pero Podemos ha preferido poner en valor el hecho de que el secretario general del tercer partido de España haya afrontado la mayor crisis de la formación por conferencia a distancia para hacer política de género hasta con su vida privada.