Una farsa, una venganza, un juicio ilegal, ilegítimo, fraudulento, nulo de toda nulidad, quebrantador de derechos fundamentales, heredero de la Inquisición, propio del Antiguo Régimen y típico de la España Negra. Esta podría ser, sin necesidad de forzar demasiado la nota, la opinión media de todas las opiniones pronunciadas ayer en TV3 a lo largo y ancho de una programación centrada casi en su totalidad en el juicio a los líderes del 'procés'.
Tampoco faltó ayer uno de los grandes éxitos de la cadena autonómica: el E.T. Es decir el Español Tolerable. Por lo general, un individuo procedente de algún remoto pueblo extremeño o andaluz, rudo pero bonachón, de expresión agreste, independentista hasta el tuétano y capaz de repetir una docena de veces durante una entrevista de apenas cinco minutos su inmenso agradecimiento al admirable pueblo catalán por haberle acogido con los brazos abiertos. Algunos E.T. incluso echan una lágrima de vez en cuando y las redes revientan entonces de solidaridad con él.
El E.T. de ayer era Lolo Calero, extremeño, "enamorao de la gente de Cataluña", amigo y vecino de Oriol Junqueras y líder de la plataforma Free Junqueras. "El Casado siempre habla de romper, de romper, de romper España. Que quede claro que nosotros no queremos romper España. Nosotros lo que queremos es marchar de España" dijo Calero, y por poco funde de amor los focos del plató.
Luego, Lolo reveló que cada vez tiene menos amigos "porque el WhatsApp es muy contraprudente" y con ese maravilloso neologismo dieron por cubierta en TV3 la cuota diaria de español-rechazado-por-los-españoles-pero-acogido-por-los-catalanes. Lo suyo habría sido que la presentadora, Helena García Melero, cerrara la entrevista mirando a cámara y con un 'quod erat demonstrandum', pero no cayó esa breva porque el racismo de TV3 es, como decía Louis C.K. en uno de sus monólogos, "muy templado". ¿Comprenden ahora el porqué del fichaje de Gabriel Rufián por ERC?
Por la noche, ya en horario de descuento, un tertuliano de la cadena hizo referencia a los crucifijos aparentemente desaparecidos como por arte de magia del Salón de Actos del Tribunal Supremo. El sobreentendido cruzó por la pantalla como un buque: el nacionalcatolicismo franquista había intentado darle una capa de barniz laico al escenario del juicio para no asustar a los sofisticados magistrados del Tribunal de Estrasburgo. Pero en TV3, ¡ajajá!, habían descubierto la añagaza.
Algo insoportable, como es comprensible, para los publicistas de un régimen tan manifiestamente laico, moderno y cosmopolita como el agrocarlista catalán. Ese que cuelga ambientadores con forma de crucifijo de los retrovisores de los tractores después de bendecirlos con agua bendita y engalanarlos con una estelada en todo lo alto. Confieso que eché de menos un "¡qué escándalo, en el Tribunal Supremo se reza!" que habría hecho las delicias de mi cinéfilo interior.
Por lo demás, pocas novedades. Las frases más citadas de la jornada en TV3 fueron, quizá para no abusar del rival, las más absurdas pronunciadas por los abogados de los acusados. "La autodeterminación es sinónimo de paz y no de guerra". "Todos los derechos de la Constitución se han restringido en este proceso". "No existe un derecho a la unidad territorial, pero sí a la reunión pacífica". "Hagan de jueces, no de salvadores de la patria". Si Harpo Marx hubiera estado ahí habría rematado cada una de esas afirmaciones con un bocinazo.
Luego llegó Elpidio José Silva, juez condenado a diecisiete años y medio de inhabilitación por prevaricación y comentarista habitual de TV3, que remató el aquelarre con una frase que merece marco: "Con una sola de las alegaciones que se han presentado, se cae todo el proceso". Cuando otro tertuliano habló un poco más tarde de "derrota colectiva de la sociedad española" yo me pregunté qué entenderán exactamente por "derrota colectiva de una sociedad" los propagandistas de un proyecto tan irresponsable, venenoso y fracasado como el 'procés'.