En otoño de 2015, cuando Ciudadanos y Podemos eran fuerzas extraparlamentarias pero las encuestas auguraban su irrupción en el Congreso, todos los medios querían entrevistar a Pablo Iglesias y Albert Rivera. Vox, en cambio, no estaba entre los partidos emergentes. Los sondeos no le sonreían y su presencia en los medios de comunicación era mínima.
Los de Santiago Abascal ansiaban ganar repercusión mediática a toda costa. Por eso no les quedaba otra que echar mano de la imaginación para ocupar espacios en prensa. Dos meses antes de las elecciones generales del 20 de diciembre, el periodista Jordi Évole reunía en un bar del barrio Nou Barris de Barcelona a Iglesias y Rivera para un tenso cara a cara entre los líderes de dos formaciones que amenazaban con romper el bipartidismo.
Poco después de aquel debate político en La Sexta, medio que obviaba a Santiago Abascal, el político vasco se sometía al cuestionario de un falso Jordi Évole. El dirigente de Vox grababa su propia entrevista en el bar del padre de Juan Carlos Monedero, Salvador Monedero, quien semanas después anunciaría su fichaje por la formación de derecha radical ingresando en las listas al Congreso.
Se trata de una entrevista fake donde un ficticio Évole interrogaba al ex político del PP para que diera a conocer su programa político.
Iglesias y Rivera, “en la tele hasta en la sopa”
“Algunos están en la tele hasta en la sopa, y eso les da una repercusión mediática sobredimensionada”, denunciaba Abascal en 2015 en declaraciones a Actuall, portal de corte ultracatólico que mantiene una línea editorial en sintonía con HazteOír.
Vox reclamaba su espacio en los grandes medios y no se resignaba al “cordón mediático” al que, según Abascal, era sometido su partido. Al no ser invitados a ningún programa, “una parte de la sociedad española queda sin representación”, se quejaba Vox.
Para Abascal, esa original entrevista no tenía “más misterio que dar un formato diferente y provocador porque el cordón mediático nos obliga a ser imaginativos”.
Ahora es Vox el que rechaza a Évole
Atrás quedan esos tiempos en los que Vox se ofendía por no aparecer en medios como La Sexta. Ahora las tornas han cambiado y son los de Santiago Abascal los que no conceden entrevistas a Jordi Évole.
Desde que Vox entró con fuerza en el Parlamento andaluz en las elecciones autonómicas del 2-D, el periodista de Cornellá de Llobregat ha tratado de persuadir a Abascal en varias ocasiones, y en todas ellas éste le ha dado calabazas.
“Que no insista. No daré esa entrevista. No me deja mi madre. Le cae fatal Évole desde que entrevistó al etarra Otegi. Y hay cosas en las que siempre hay que hacer caso a una madre”, se explicaba en Twitter.
Lo cierto es que el auge de Vox ha provocado que el político vasco cuide su exposición mediática y mida al milímetro sus apariciones televisivas. Ahora evita prodigarse. ¿La explicación? “No nos interesa porque realmente no nos hace falta ninguna entrevista”, explican desde la formación emergente.
Eso sí, hay una cita a la que Abascal no faltará. Se trata del debate que ha propuesto Atresmedia entre PSOE, PP, Podemos, Ciudadanos y Vox. La fecha: el martes 23 de abril, cinco días antes del 28-A. El espacio contará con Ana Pastor y Vicente Vallés como presentadores y se emitirá simultáneamente en Antena 3 y La Sexta.
El líder de Vox ha mostrado su disposición a acudir a ese cara a cara siempre que en esos encuentros se mida con sus rivales -Pablo Iglesias, Albert Rivera, Pablo Casado y Pedro Sánchez-, es decir, los candidatos a La Moncloa de cada partido.
"No condenaríamos el franquismo"
Durante aquel encuentro ficticio con Évole, hace ahora cuatro años, Abascal reconocía ser “de derechas sin complejos”. “La derecha le incomoda a Iglesias, Rivera, Sánchez y a Rajoy, que hace mucho que ha renunciado a sus ideas”.
Asimismo, pedía no hacer “demagogia” con la crisis migratoria. “Un país tiene vallas, tiene fronteras y no todo el mundo cabe”. También abordaba asuntos más polémicos -exigía la supresión del concierto vasco o defendía que la Iglesia no tuviera que pagar el IBI- y rechazaba condenar el franquismo. “No condenaríamos ni el franquismo, ni la Transición, ni la República, ni la Reconquista. Ya basta de una ley de memoria histórica que divida a los españoles”, argumentaba.