Ni un solo minuto aguantó en pie la retórica nacionalista sobre su supuesta voluntad de diálogo con el Estado durante la primera jornada del Mobile World Congress. Los dos desplantes del presidente de la Generalidad Quim Torra a Felipe VI, desplantes que también sufrió de forma indirecta el presidente del Gobierno Pedro Sánchez y que fueron secundados por la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, confirman la voluntad de confrontación de las autoridades catalanas con los representantes del Estado y la conversión del Gobierno autonómico catalán en una suerte de CDR institucional cuya única actividad conocida a día de hoy es la de la propaganda, la provocación y el desafío.
Los desplantes de Torra empezaron el domingo por la noche, poco antes de la tradicional cena de gala con la que se abre el Mobile World Congress, cuando el presidente de la Generalidad y Ada Colau se encerraron en una pequeña sala anexa del Museo de Arte de Cataluña para evitar saludar al Rey en el besamanos ritual. La frialdad entre autoridades catalanas, tanto autonómicas como municipales, y Felipe VI fue evidente durante la cena y provocó la incomodidad de más de uno de los asistentes.
Este lunes, primer día de la feria, esos desplantes no sólo no cesaron, sino que se recrudecieron, cuando Torra y Colau se negaron a saludar a Felipe VI en el exterior del recinto, como sí hicieron Pedro Sánchez y el consejero delegado del Mobile World Congress John Hoffman. Pocos minutos más tarde, Torra decidió esquivar la foto con el Rey durante su visita al pabellón español en la feria, así como la que estaba prevista que se hicieran las autoridades frente al pabellón catalán.
Un congreso amenazado por dos frentes
Los desprecios de Quim Torra y Ada Colau, que no fueron bien recibidos por los responsables de la feria, ponen las relaciones entre las Administraciones autonómica y central en terreno pantanoso a las puertas de unas elecciones generales a las que Pedro Sánchez viene presentándose con la divisa del diálogo con el separatismo. El lenguaje gestual de Torra, lazo amarillo en ristre, cruzado de brazos y enfurruñado durante todo el recorrido de la comitiva real, sitúan por su parte el diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez más en el terreno de la rabieta infantil que en el del debate político adulto.
Los desplantes también ponen en peligro la continuidad en Barcelona de un Mobile World Congress que ve como, año tras año, las autoridades municipales y autonómicas ponen palos en las ruedas de la feria, la utilizan como escenario para sus reivindicaciones políticas y toleran, cuando no incentivan, huelgas de transporte que convierten la movilidad de visitantes y expositores en un infierno. La expulsión de Uber y Cabify de la ciudad de Barcelona es, en este contexto, apenas una gota más en un vaso que parece cada año más cerca de rebosar.
Los desplantes de Torra y Colau tienen como víctimas colaterales a las empresas españolas presentes en la feria, que en las circunstancias actuales dependen únicamente del Rey como garantía de permanencia del Mobile World Congress en Barcelona. La afirmación de Felipe VI, durante la cena de gala del domingo, de que España es "una democracia plena y con instituciones sólidas" pareció destinada a poner freno al desprestigio de la ciudad y del Estado que de forma nada disimulada buscan el Ayuntamiento y el Gobierno de la Generalidad. Está por ver que ese trabajo del Rey vaya a ser suficiente para evitar la huida del Mobile World Congress de Barcelona.