No cabe duda de que la iniciativa y el mayor esfuerzo en la lucha por los derechos de la mujer en España y en el mundo es abanderado fundamentalmente por las mujeres y, también, por la izquierda. Pero una cosa es que sea así y otra muy distinta pensar que por ello, las mujeres a la hora de votar, voten pensando más en la izquierda. De hecho, recogiendo los datos más recientes de las encuestas, segmentados por sexo, resulta que la izquierda moderada, o sea, el PSOE, y la derecha del PP y de Ciudadanos tienen un voto muy paritario entre las mujeres y los hombres, hablando del voto ya decidido.
Concretamente, los votantes del PP son un 51.8% hombres y 48.2% mujeres; los votantes al PSOE, serían un 50.5% son hombres y un 49.5% son mujeres; los de Ciudadanos un 56.4% hombres y un 44.6% mujeres; prácticamente igualado el peso de ambos sexos en la composición de su electorado, un poco más en Ciudadanos de votantes hombres que los otros dos. El dato llamativo, y diferente a lo que se podría esperar, lo encontramos en los extremos, pues Podemos obtiene del total de su voto el 68.2% de hombres y el 31.8% de mujeres. Vox, por su parte, tiene un 72% de voto masculino y un 28% de voto femenino.
El que en todos los casos, aunque sea por poco, sea mayor el peso del voto masculino es sencillamente porque el voto decidido es menor en las mujeres que en los hombres. Concretamente, los hombres que no saben a quién votar son el 25% y las mujeres indecisas se acercan al 40%.
A partir de aquí hay tres conclusiones claras. Primero, no está claro que la izquierda capitalice el voto femenino por encima del masculino. Segundo, la mujer busca alternativas menos radicales y extremistas y actúa de la misma manera hacia la izquierda que hacia la derecha, por eso son más reacias al voto de extremos como Podemos y Vox y más favorables al voto centrado, tanto de centro izquierda como de centro derecha. Y tercero, tardan más en decidir su voto, lo que puede ser porque se lo piensen más o porque de alguna manera la implicación política de la mujer es menor.
No cabe duda que estamos en el momento de mayor revolución por los derechos de la mujer. Es la época del empoderamiento femenino, en la que actuó como importante detonante la campaña #MeToo, con una gran repercusión a nivel social y político y de concienciación mundial, para acabar con el abuso sexual y la discriminación laboral e institucional mediante el uso del poder del hombre sobre la mujer. La clave de la igualdad de sexos pasa esencialmente por el reparto del poder de manera más igualitaria y, sobre todo, con los mismos derechos de acceso, sin que la mujer sea discriminada.
Recordar la historia
La mujer en España puede votar desde el 1 de octubre de 1931. Antes, aunque no había sufragio femenino, sí podían ser elegibles, por lo que había mujeres diputadas. Curiosamente, las tres diputadas que había cuando en el 31 se aprobó la Constitución con derecho al voto femenino, tenían posturas enfrentadas.
En contra de lo que ahora pudiéramos pensar, la izquierda actuó en contradicción. En primer lugar, dos de estas diputadas se opusieron al voto femenino, Victoria Kent, diputada del Partido Radical Socialista, y Margarita Nelken, diputada por el PSOE; en segundo lugar, gran parte de los socialistas votaron en contra del sufragio femenino al igual que sus compañeras mencionadas.
La izquierda desconfiaba de la capacidad de la mujer, pues pensaba que no estaba suficientemente preparada para ejercer su voto y que, influenciada por los valores más tradicionales y la religiosidad, votaría por la derecha. De hecho, en 1933, que fueron las primeras elecciones con sufragio femenino, ganó la derecha, integradas todas las fuerzas en la CEDA.