Se dice de los separatistas que viven en una realidad paralela. Este sábado en Madrid, ellos contaron 120.000 personas y fuentes de la Policía abrían los ojos como platos y hasta se reían: "Entre 15.000 y 18.000, no más", explicaban al acabar la marcha desde el mismo lugar de los hechos.
Cinco minutos después, la Delegación de Gobierno emitía un comunicado generoso colocando la afluencia oficial a la marcha en la parte más alta de la horquilla esbozada por el jefe policial en Cibeles. Si se hacen trampas hasta en su primera manifestación en Madrid, qué no harían con el 1-O, donde podía votar cualquiera y todas las veces que quisiera.
La pequeña diada de Madrid, de formas grandilocuentes, fracasaba en números. Pero, ¿y en contenido?
El caso es que la demostración de fuerza separatista en la capital del "Estado opresor" se fue un poco por la boca de Quim Torra y otro poco por la de Jordi Cuixart. Uno y otro, el president y el activista preso, dieron su versión de los hechos, sin importar cuánto se ajustara a la verdad.
¿Que frente al Ayuntamiento de la capital del país que te oprime puedes montar un escenario con lemas contrarios a su Constitución? Pues Torra reflexiona en alto sobre esa España "que no admite los derechos de sus habitantes". ¿Que se celebra la marcha en calma y sin un solo incidente a pesar de reunir proetarras, secesionistas de toda región, banderas republicanas y lemas ofensivos para los poderes del Estado? Pues Cuixart envía un mensaje desde la cárcel entonando el "no pasarán" guerracivilista.
Porque ésa es otra. Pocos reos de la Justicia tienen tan a mano micrófonos, megáfonos y letra impresa para ejercer su libertad de expresión como los de Lledoners. Y es que antes de que se cerrara festiva la manifestación entonando L'Estaca de Lluís Llach desde el escenario, se leyeron manifiestos y cartas. Por ejemplo, la del líder de Òmnium Cultural.
El mensaje de Jordi Cuixart, leído por Marcel Mauri -su número dos en la organización que mezcla separatismo y activismo cultural-, era un exhorto a los asistentes para que se fueran llenos de gozo sabiendo que "jamás" va a lograr la clase política española -ni sus ciudadanos, se entiende- "confrontar" entre sí a los independentistas catalanes, porque la prioridad de todos ellos es "la resolución democrática del conflicto".
"No pasarán", se leía en los papeles que sujetaba Mauri en Cibeles. Y ese guerracivilismo nada inocente -quizás un guiño a los convocantes de Madrileños por el derecho a decidir, que el pasado martes dijeron que "defienden a Cataluña como ella lo hizo con Madrid en la Guerra Civil"-, lo embridaba Cuixart en su autoproclamación de líder de los derechos humanos: "Ningún movimiento social puede ser perseguido por ejercer derechos fundamentales".
El presidente de Òmnium, que afronta 17 años de cárcel por un delito de rebelión, ha agradecido "la solidaridad" de "los pueblos" representados en la protesta -ya decimos, había indepes gallegos, vascos y hasta castellanos-, y les ha llamado a estar "unidos frente al fascismo", que considera una "amenaza".
"Contra el fascismo"
¿Y quién es el "fascismo" ése que citaba con pavor Cuixart? A razón de las palabras de Quim Torra -mal que le pese, máximo representante del estado en Cataluña-, debe de ser ese "Estado opresor" que lo protegía con 300 antidisturbios. A él y a sus miles de acompañantes por el paseo del Prado, para expresarse en libertad y calma.
Con gesto condescendiente, sonrisa algo sarcástica y tono conciliador, el president de la Generalitat aprovecho los micrófonos en la soleada tarde madrileña para aconsejar "a España que reflexione". Y se preguntaba, hablando a ese país del que quiere escapar para que su jefe Carles Puigdemont no tenga que huir, "¿en qué has fallado, España?". Y tras, respirar, se remedaba a sí mismo: "¿En qué has fallado para que tanta gente esté apelando al derecho a la autodeterminación?".
Total, que el 1-O fue un ejercicio de desobediencia civil, no un referéndum ilegal; los procesados son inocentes porque declarar la independencia es "libertad de expresión" y además, el deseo de los secesionistas es responsabilidad del secesionado.
Porque, claro lo del Tribunal Supremo está siendo un "juicio-farsa", las "compañeras y compañeros presos políticos" y "los del exilio" tienen toda la solidaridad del pueblo de Cataluña" -de todo él, porque es "uno solo", se entiende- y como conclusión, tras el "no pasarán" de uno, el "no pararemos y no nos pararán", del otro.
Otros dirigentes
Ya sin hablar por boca de su líder, Marcel Mauri denunció que "debería avergonzar a cualquier demócrata" que a Vox no sólo no se le "aísle" sino que, además, "se le permita actuar como acusación particular en el juicio" del procés.
La presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Elisenda Paluzie, -sucesora en el puesto de Jordi Sànchez, también preso y cabeza de lista de JxCat por Barcelona- tachó el juicio de "vergüenza democrática" y subrayó que el derecho a la autodeterminación es "un instrumento de paz" y que la república catalana "no es contra nadie, es una oportunidad para todos"... quizá como respuesta agradecida al líder de Izquierda Castellana, que justificó su apoyo a la marcha en que "a Castilla no se le ha perdido nada en el Mediterráneo, la secesión catalana sería una oportunidad".
A la marcha convocaron más de sesenta colectivos sociales, algunos de ellos de Madrid -republicanos, izquierda radical, y asociaciones vecinales-, otros del resto de España, la Coordinadora 25-S y organizaciones herederas del 15-M, además de ANC y Òmniun Cultural. Como caras conocidas, se podía ver al número dos de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona, Gerardo Pisarello, el expresident Artur Mas, los hasta ahora diputados Joan Tardà y Gabriel Rufián, el candidato a alcalde de Barcelona por ERC, Ernest Maragall...
En el acto central de la protesta intervinieron, entre otros, representantes del Sindicato Andaluz de Trabajadores y el padre de uno de los abertzales de Alsasua condenados a penas de 2 a 13 años de cárcel por la agresión a dos guardias civiles y sus novias en 2016.