Cuando José María Aznar llegó, puntual, a su cita para presentar una biografía del político republicano liberal Alejandro Lerroux, los asistentes esperaban que el expresidente del Gobierno perfilara un símil histórico entre la España de entonces y la actual. Y no defraudó: con Cataluña como centro de su intervención, Aznar apuntalaba a unos y otros, una y otra vez. “Es preciso que el Estado ponga fin a este desafío continuo a la nación democrática”, en una clara alusión a la aplicación del artículo 155, la medida estrella de su hijo político, Pablo Casado, hoy presidente del PP. “Es preciso que la ley reclame su lugar en una sociedad civilizada”.
Porque la estrategia a seguir es clara para Aznar: impedir que se reedite una mayoría similar a la de la moción de censura porque puede desembocar en la repetición del error del indulto a los independentistas, tal y como sucedió en 1936 con Lluís Companys, a quien ha calificado como “antecesor” de los que “hoy se sientan en el banquillo del Tribunal Supremo”.
“Los demás no podemos cometer el error de confiar nuestro futuro a la conjunción de la izquierda y los nacionalistas que nos ha traído a esta situación”, advertía el también presidente de la fundación FAES. “No es fácil entender cómo políticos que llevan a la sociedad a un callejón sin salida pueden ser considerados como líderes, ni cómo se proponen diálogos con los que carecen de la mínima buena fe, y de la disposición, no ya para un diálogo, sino para una simple conversación”.
Cataluña: el mismo fracaso "una y otra vez"
Que el futuro de España se juega en Cataluña y en las próximas elecciones es algo en lo que no le cabe duda a José María Aznar. “Cataluña es la responsabilidad más grave que va a recaer sobre el futuro gobierno y la medida por la que le exijamos cuentas de su labor”, aducía ante el público congregado en la madrileña Fundación Rafael del Pino, con el director general de Acciona, Pío Cabanillas; la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre, la diputada popular Carmen Quintanilla y la empresaria Alicia Koplowitz, entre ellos.
Aznar no acertaba a comprender cómo era posible que en Cataluña “el mismo fracaso se repita una y otra vez”. “La derrota se quiere presentar como un triunfo y la deslealtad como una virtud política”.
“Existe un compromiso con la continuidad de la España democrática que no podemos relajar, ni debemos esquivar”, arengaba el expresidente del Gobierno. “Es el compromiso con la democracia, con la libertad, con la nación de españoles libres e iguales que hace ya cuarenta años manifestaron por todos los medios posibles su voluntad de iniciar un nuevo capítulo en su historia, libre de las ataduras sectarias del pasado”.
"Buscan ganar 80 años después guerras que ya no se libran"
Por eso, Aznar no quería dejar pasar la oportunidad de criticar a “quienes no quieren superar el pasado, un pasado como el que vivió Lerroux, sino que quieren recrearlo”. “Buscan ganar, ochenta años después, guerras que los españoles ya no libran. Buscan tachar a los españoles con estigmas que ya no reconocen. Quieren que España se mantenga atrapada en el relato de resentimiento, de división y de descrédito que han fabricado”.
Pero, aun así, “los españoles tenemos ante nosotros decisiones que no son menos cruciales que las que tuvieron que tomar los que nos precedieron. Cada generación tiene que enfrentarse a sus propios desafíos. Y los nuestros están claros”: Cataluña.
“No he perdido la oportunidad de expresar mi confianza en la unidad de España, en la solidez de su realidad histórica, en la densidad de una cultura compartida que nos identifica. Estamos vinculados a un pasado y comprometidos con un futuro que será de todos”.