“EL ESPAÑOL de Pedro J. se suma a la manipulación y a la burda caricatura junto a la izquierda mediática más radical”. Santiago Abascal publicaba este tuit el viernes criticando un artículo de este periódico que no era de su agrado. Su comentario daba pie a un bombardeo de mensajes, la mayoría aplaudiendo sus palabras y reprobando al diario. Horas después, el líder de Vox se retuiteaba a sí mismo con el fin de alcanzar más difusión.
En esa estrategia -conocida entre los expertos en comunicación como o estás conmigo, o contra mí- Abascal tachaba de “medio de la derechita cobarde” a este periódico y aludía directamente a su director: “Ya no hay diferencia entre Pedro J. Ramírez y Escolar [eldiario.es]”. “Qué buena pareja hacen. Por suerte pintan poco”, añadía.
El tuit de Abascal se enmarca dentro de lo que en el mundo de la comunicación política se denomina “el tercero que pega”, según los analistas consultados: “Uno apunta y los terceros disparan, y el que apunta no se hace responsable de los comentarios ofensivos que vengan a continuación”. Para Vox, “la culpa la tiene siempre el mensajero”. ¿Noticia negativa? Se tacha de fake news y se produce una avalancha de retuits por parte de sus ejércitos de followers.
Podemos y las "amenazas"
No es la primera vez que las redes sociales se convierten en la plataforma en la que un dirigente político vuelca sus ataques a los medios. Podemos fue pionero, señalando de forma personal a profesionales de la información que escribían artículos considerados críticos por la formación morada.
Tanto es así que un grupo de periodistas que se sentía presionado por el equipo dirigente de Podemos pidió de forma anónima amparo a la Asociación de la Prensa de Madrid (APM). La asociación respondió con dureza exigiendo a los de Pablo Iglesias que “dejaran de una vez por todas la campaña sistematizada de acoso personal y en redes que viene llevando a cabo contra profesionales de distintos medios, a los que amedrenta y amenaza cuando está en desacuerdo con sus informaciones”. En su denuncia, la APM consideraba “totalmente incompatible con el sistema democrático” que un partido “trate de orientar y controlar el trabajo de los periodistas y limitar su independencia”.
En una ocasión, Iglesias acusó a EL ESPAÑOL de "legitimar la cultura de la violación" a raíz de la publicación de un artículo de la víctima de La Manada, un reportaje que ni él mismo se había leído.
Los golpes de Pablo Iglesias a la prensa no se han limitado solo a la Red. En su inquina periodística, embistió contra profesionales como Álvaro Carvajal o Ana Romero. Del primero se mofó en una conferencia en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid en abril de 2016, acusándole de publicar noticias falsas para medrar en su trabajo y dijo de él que tenía “aspecto de epistemólogo”, arrancando las carcajadas de gran parte del público.
Ataques públicos a periodistas
Cuatro meses antes, a una pregunta de EL ESPAÑOL acerca del proyecto de Gobierno que planteaba Podemos, Iglesias esquivó la respuesta con un comentario sexista, elogiando “el precioso abrigo de piel” de la periodista, Ana Romero. Tanto en el caso de Carvajal como de Romero, el líder de Podemos acabó pidiendo disculpas.
No por casualidad, a finales de 2016 Pablo Iglesias fue galardonado con el premio a la peor relación con la prensa, otorgado por los periodistas parlamentarios mediante voto secreto. “Me lo he ganado a pulso”, reconoció. No es descabellado pensar que Abascal le suceda en el trono.
Vox todavía no ha alcanzado los extremos de Podemos, pero lleva ese camino. Tiene dos circunstancias que lo explican: Abascal todavía no está en el Congreso de los Diputados y la práctica inexistencia de ruedas de prensa y la escasez de entrevistas que concede hacen más difíciles los enfrentamientos. El partido de derecha radical muestra su repulsa únicamente en redes o en mítines, donde no puede recibir contestación.
Sin embargo, el partido verde sí que recibió la condena "tajante" y "sin paliativos" de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España y la APM por vetar el acceso a La Sexta y Ctxt -debidamente acreditados- a su sede durante la noche electoral en las pasadas elecciones andaluzas del 2-D.
En busca del rédito electoral
“Vox suelta la polémica pero no entra. La difunden en sus canales y todos los medios las replican. Así ellos no se desgastan”, opina Jordi Rodríguez Virgili, profesor de Comunicación Política de la Universidad de Navarra. Abascal, según él, prioriza el mensaje en redes porque en ese ecosistema digital “hay un falso diálogo, sólo hay difusión”. Vox se comunica por Twitter porque ahí es libre de fabricar “mensajes breves y simples que polaricen el debate sin añadir matices”.
En esa lógica de comunicación, existe “una clara similitud con Trump”, a juicio de Virgili. Vox, que se presenta como “un partido anti establishment, fuera del sistema”, rechaza a los medios tradicionales porque “forman parte del sistema”. “Señalar a los medios como parte de los males del sistema que hay que combatir no deja de tener un toque demagógico y populista”, opina.
¿Es acertada esta comunicación? Para el profesor universitario, sin duda es “eficaz a corto plazo”, al menos para el rédito electoral de Vox, en auge según todos los sondeos. Pero al mismo tiempo “es equivocado porque hace un flaco favor al debate público y democrático”.