"¿A quién va a creer usted, a mí o a sus ojos?" debería ser el titular de portada de la prensa catalana cada vez que los CDR hacen acto de presencia en Cataluña para imponer a garrotazos su pax nacionalista. "Grupos antifascistas protestan contra un acto de la ultraderecha en Barcelona", escribían los medios locales al mismo tiempo que los antifascistas lanzaban cascotes grandes como puños contra la policía y agredían a simpatizantes de Vox en los aledaños de la plaza España de Barcelona. La duda es si esos medios locales y un servidor hemos asistido al mismo acto.
La segunda duda razonable es cómo han podido llegar los CDR a los aledaños de la plaza España cargando cubos llenos de piedras sin que la policía autonómica lo haya impedido. A más de uno nos ha venido a la cabeza la escena de la lapidación de la película La vida de Brian, ésa en la que un vendedor ambulante canta las maravillas de sus piedras de todos los tamaños, con punta, sin punta y planas, todas ellas ideales para el apedreamiento del hereje, con el argumento de que son "pura artesanía, no como las que se encuentran en el suelo".
La tercera duda es por qué el Ayuntamiento, que se negó a que Vox organizara su acto en un Palacio de Sant Jordi que ya había sido apalabrado e incluso pagado por la formación de Abascal, ha obligado a celebrarlo en la calle, donde la posibilidad de altercados graves era mucho mayor. Vox ha acusado también a la alcaldesa de obstaculizar la celebración del mitin negándose a retirar los coches aparcados en las inmediaciones del escenario, una práctica habitual en eventos de este tipo y que se le ha negado a Santiago Abascal.
Agresiones y lanzamiento de piedras y vallas
Lo que yo he visto hoy, y ya me perdonarán mis compañeros de la prensa nacionalista por romper el consenso local, es cómo varios simpatizantes de Vox que intentaban acceder a la avenida María Cristina para asistir al acto convocado por el partido de Santiago Abascal eran bloqueados a cajas destempladas, insultados, acosados, perseguidos y agredidos por docenas de CDR.
Mientras eso sucedía, otras tantas docenas de CDR y de miembros de Arran y la CUP construían barricadas y las incendiaban, volcaban contenedores de basura y lanzaban cascotes de gran tamaño contra los Mossos d'Esquadra. Cascotes que intentaban romper en pedazos más pequeños lanzándolos contra el suelo una y otra vez, en una escena más propia de un documental del National Geographic que del Telediario de La 1.
Había que ejecutar, en fin, un poderoso esfuerzo de reprogramación de las sinapsis neuronales para mirar a los radicales vestidos de negro de pies a cabeza, con botas militares, tatuajes de grupos terroristas y cabeza rapada que lanzaban piedras contra todo lo que se moviera, y no ver a las milicias parafascistas de una ideología ultraderechista llamada nacionalismo, sino a esos "jóvenes de izquierda" de los que habla el diario El País en su crónica del acto.
Había que ejecutar otro esfuerzo de descontextualización similar para ver en las parejas de mediana edad que intentaban acercarse al escenario con sus bolsos acharolados y sus pequeñas banderas españolas, temblando de miedo por si les caía un trancazo, a esa peligrosa ultraderecha española, que si tuvo propuestas beligerantes durante el acto fueron algunas como la de ilegalizar a los partidos que amparan, financian y justifican ideológicamente a los encapuchados de los cascotes.
El resultado del encontronazo entre encapuchados y asistentes al mitin ha sido de siete detenidos entre los "jóvenes de izquierda" y varios heridos, alguno de ellos evacuado en camilla y con la sangre corriéndole por la cara, entre los simpatizantes de "la ultraderecha". Algo que, por habitual, acabará obligándonos a actualizar el viejo axioma periodístico: "La noticia no es que un antifascista agreda a un fascista, sino que un fascista agreda a un antifascista".
Pero si hay que aceptar la mayor, es decir la tesis de que la ultraderecha era la que recibía los golpes y la izquierda antifascista la que lanzaba las piedras, sólo me queda decir que ¡pobre ultraderecha! ¡Para lo que ha quedado!
Puigdemont a prisión, pero Torra también
La cifra de asistencia proporcionada por la Guardia Urbana de Barcelona ha sido, por una vez, razonable: 5.000 asistentes. Lejos de la cifra de 15.000 defendida por Vox, pero razonable en vista de lo observado. Pero, sobre todo, 5.000 asistentes es una cifra respetable tratándose del acto de un partido demonizado en Cataluña y sin representación parlamentaria, presupuesto o capacidad organizativa. "Baja participación en la manifestación de Vox en Barcelona" ha titulado el diario La Vanguardia. "Muchas personas llegadas desde fuera de Cataluña" ha añadido luego, para que no quede duda de que catalanes, lo que se dice catalanes, sólo lo han sido los violentos, no los pacíficos asistentes al acto de Vox.
El acto de Vox ha servido para presentar al cabeza de lista por Barcelona, Ignacio Garriga, pero sobre todo para plantar una pica en esa Flandes nacionalista que es la Ciudad Condal. En el acto han intervenido la presidenta de Vox Barcelona, Lola Martín, que ha pasado desapercibida; Juan José Aizcorbe, abogado y número dos por Barcelona, el más decimonónico de los oradores y que ha recordado en su retórica a Josep Bou, el candidato a la alcaldía de Barcelona por el PP; el propio Ignacio Garriga, presidente de Vox en Cataluña y uno de los políticos con más proyección del partido; Javier Ortega Smith, al que Iván Espinosa ha presentado como "exmilitar, boina verde y amante de la montaña"; y Santiago Abascal, que ha sido recibido con gritos de "presidente, presidente".
"Puigdemont a prisión, pero Torra también" ha respondido Javier Ortega Smith a los simpatizantes que le reclamaban el encarcelamiento del prófugo de Waterloo. "Lo único que le ofreceremos a Torra será un juicio justo", ha añadido Abascal, antes de prometer que si algún día es presidente intervendrá la Generalidad catalana, ilegalizará los partidos separatistas y disolverá el cuerpo de los Mossos d'Esquadra, pero no antes de ofrecerle a los agentes "leales" a la Constitución, que haberlos haylos en la policía autonómica, su ingreso en la Policía Nacional.
Pero donde Abascal ha brillado es en su defensa de la lengua española con el argumento de que "la Tierra fue redonda por primera vez en español". Una de esas frases épicas que tanto gustan al de Bilbao y que su parroquia suele recibir como un náufrago recibiría un vaso de agua dulce tras una semana a la deriva en alta mar.
Mientras todo eso sucedía, el PSC paseaba por Barcelona su Bus del amor. El partido al que pertenece Miquel Iceta será el principal beneficiado, en términos electorales y según todas las encuestas, por el voto del miedo frente a la amenaza del fascismo. Una amenaza cierta, tangible y que crece día a día. Pero que en Cataluña no encarna Vox, sino ese nacionalismo al que Iceta ha prometido la independencia en diez años con un 65% de los votos de los ciudadanos catalanes y que, a tenor de lo visto hoy, está muy lejos de haber desistido de su intención de provocar un conflicto civil en la región.