Las serias dificultades que está teniendo el PP para completar sus listas municipales en Cataluña, el País Vasco y Navarra ha obligado a las distintas delegaciones territoriales populares a enviar cartas a los militantes del partido invitándoles a que "rellenen" las candidaturas del 26 de mayo.
El plazo máximo concedido por el PP a los afiliados para tomar una decisión es el 10 de abril. Los militantes sólo tienen que rellenar un formulario, hacer una fotocopia del DNI y pasar por una sede del partido para sumarse a alguna de las listas municipales catalanas, vascas o navarras. El peligro de que las candidaturas lleguen a buen puerto y que el militante deba desplazarse hasta la localidad de su candidatura para asistir a plenos o realizar cualquier otra tarea como concejal es prácticamente nulo en la inmensa mayoría de los casos.
"Esto jamás nos había pasado", cuenta un miembro de la Junta Regional del Partido Popular de Cataluña que, por razones obvias, prefiere permanecer en el anonimato. "Estamos en los peores momentos de la historia del PP. Las bases están desmovilizadas y descontentas con la dirección y los votantes cada vez muestran más desafección por el partido".
Los sondeos, efectivamente, anticipan una situación desesperada para el PP en esas comunidades, y muy especialmente en Cataluña. Ni siquiera Josep Bou, candidato a la alcaldía de Barcelona, tiene asegurada su elección. Y es que el 2%-3% de voto que auguran las encuestas electorales para su candidatura queda muy lejos del 5% mínimo exigido para conseguir representación municipal.
Desapego de afiliados
Las dificultades del PP para completar sus listas municipales no tienen precedente en democracia, con la excepción del País Vasco de los años 80 y 90, el de los años de plomo de ETA. Aunque la consigna oficial por aquel entonces era que las dificultades para completar las listas eran "normales" y no tenían nada que ver con el terrorismo, la realidad era sin embargo muy diferente.
En marzo de 1999, por ejemplo, el PP tuvo que completar con militantes vascos las cuarenta y cinco listas de Guipúzcoa, la más violenta de las tres provincias vascas. En los comicios de 1995, el partido sólo había logrado completar veinte de esas listas. Los cinco concejales del PP asesinados por la banda terrorista nacionalista hasta aquel momento (Gregorio Ordóñez, Miguel Ángel Blanco, José Luis Caso, José Ignacio Iruretagoyena y Alberto Jiménez Becerril) despoblaron las listas del partido y ahuyentaron a los posibles candidatos, sabedores de que una simple concejalía les colocaba en la diana de ETA.
Pero la situación hoy es diferente. Las listas municipales catalanas, vascas y navarras del PP no se han vaciado por la amenaza de la violencia nacionalista sino, según fuentes del partido, por el desapego de afiliados y simpatizantes con la nueva dirección de Pablo Casado. Las causas de ese desapego, sin embargo, no nacen con Pablo Casado, sino con Mariano Rajoy.
La aparición de Ciudadanos, primero, y de Vox, después, minaron los flancos conservador y liberal del partido ante el desinterés de Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría. La deriva del partido en Galicia y Baleares, donde sus líderes se han acercado progresivamente a postulados nacionalistas, ha agravado la descomposición. El salto ayer a Ciudadanos de José Ramón Bauzá, emblema de la lucha contra el nacionalismo catalán en Baleares, no parece que vaya a ayudar en absoluto a frenar una descomposición que algunos en el partido ven ya como una amenaza existencial.