Casado: resucitado y electrizante en la noche de San Jorge
La sorpresa del debate fue el candidato del PP, que reactivado y con las pilas llenas sacudió una y otra vez a Pedro Sánchez.
Cuando Mohamed Ali, antes Cassius Clay, perdió sorpresivamente su primer combate con Joe Frazier el 8 de marzo de 1971, en el Madison Square Garden de Nueva York, el boxeador de los pies ligeros, en un sincero acto de contrición, declaró: “La próxima vez será distinto. No me entrené para esta pelea. No descansé lo suficiente. La próxima vez correré más, y mis piernas estarán a punto”. Y así sucedió: tres años después, Ali le dio una tunda a Frazier en el mismo escenario neoyorkino.
La próxima vez, en el caso de Pablo Casado, fue la pasada noche del martes, solo veinticuatro horas después de su decepcionante intervención en el debate inaugural en Televisión Española. No se sabe si por intercesión de la Virgen de la Calle de Palencia, la actitud del candidato del PP en el debate organizado por Atresmedia nada tuvo que ver con la del día anterior. Empezó atacando, descalificando, interrumpiendo, sonriendo menos, moderando su verborreica prodigalidad con las cifras… Era el mismo, pero otro. Y como es bien sabido desde Virgilio, la suerte siempre acompaña a los valientes.
Casado, sin ser el ganador del debate, consiguió lo más difícil: cuando, tras lo visto en TVE, parecía que como máximo debía aspirar a asegurar su papel de jefe de la oposición, tuvo destellos en los que no sólo superó al presidente del Gobierno en sus exposiciones sino que, además, mostró más aplomo y menos excitación que Albert Rivera, el indiscutible ganador del día anterior.
Mentiroso entre los mentirosos
A Pedro Sánchez, pim-pam-pum de Rivera y Casado, le dijo de todo: al hablar de pactos, que si era una muñeca rusa en la que cabían desde Torra al secuestrador Otegi; al referirse al empleo, tituló al presidente del Gobierno como en el más mentiroso entre los mentirosos; se puso castizo y armado con su dedo índice señaló a Sánchez para afirmar que cada vez que habla sube el pan, el diésel y la luz.
En un repertorio de expresiones populares preparadas -la noche anterior no pronunció ni una sola-, comparó a los ministros de Sánchez con el aloe Vera, por las propiedades desconocidas que tiene esta planta y las casas ocultas o bienes no declarados de miembros o ex miembros del Gobierno como la portavoz Celaá, el astronauta Duque o el ínclito Màxim Huerta.
Casado sacó la longaniza extra picante palentina y arreó con devoción a Pedro Sánchez sin cesar en toda la noche; algún golpe se le escapó para Albert Rivera, cuya cara delataba incomprensión al ver cómo la caperucita de la noche anterior enseñaba sus colmillos.
El milagro de la noche
Más contundente no pudo estar Casado cuando advirtió al líder socialista que no estaba dispuesto a recibir lecciones en la lucha contra la violencia de género procedentes de un partido al que pertenecía Jesús Eguiguren, dirigente socialista vasco condenado por maltrato, a quien en vez de haberle expulsado le enviaron al caserío a negociar con los etarras.
Y así, una tras otra. El milagro de la noche no fue que Pablo Iglesias llegase vestido de curilla con su jersey de cuello cerrado, ejerciera de conciliador y lamentara los malos modos de los unos y los otros, la falta de mesura, la sobreactuación, la ausencia de empatía… A punto estuvo Iglesias de persignarse para ahuyentar al demonio. La sorpresa de la noche fue un electrizante Casado, como si el atril inspirado en una torre eléctrica le hubiera llenado las pilas.
Seguramente Casado no fue el ganador en Atresmedia, porque anoche, en todo caso, hubo un perdedor, Pedro Sánchez, más lívido que nunca, desbordado por la derecha y por la izquierda, el dragón tocado, herido pero políticamente no muerto en la vigilia de san Jorge; el único que no ganó ninguno de los dos debates.