Rivera ganó el partido de ida y quiso evitar que el balón rodara en el de vuelta. Guardaba un botín demasiado jugoso: la exasperación de Pedro Sánchez y la invisiblidad de Pablo Casado. Aupado por una laxa moderación -Vallés y Pastor olvidaron los fueras de juego y las tarjetas-, interrumpió a un lado y a otro. Encontró en Sánchez el socio perfecto para abrir la caja de Pandora y convertir el debate en un intercambio de garrotazos.
El candidato de Ciudadanos aprovechó el carácter institucional de la cita de TVE para superar en arrojo a sus contendientes, que demostraron haber aprendido la lección del lunes. El presidente del Gobierno contestó casi mecánicamente; y Casado e Iglesias dispararon al líder liberal.
Tan beligerantes fueron sus intervenciones -y las réplicas de Sánchez- que hicieron bueno el papel del jesuítico Iglesias, dispuesto a dar una homilía a todo el que se la pidiera. "Usted estará resultando maleducado incluso a sus votantes, señor Rivera. No deja a los demás explicar sus propuestas", le dijo.
Los libros, tan ninguneados el lunes por los cuatro participantes, sólo aparecieron a modo de arma arrojadiza. Cuando Sánchez le llamó mentiroso, Rivera le regaló su tesis: "Tome, que no la ha leído". El de Ciudadanos esperaba un presidente apático, como el que veinticuatro horas antes se limitó a recoger el titular "deshonroso" de Iceta y guardarlo entre sus apuntes. Irónico, el socialista le encalomó el tomo de Sánchez Dragó sobre Abascal. "Usted es cómplice de la ultraderecha", le atizó en varias ocasiones.
Consolidado como el Inspector Gadget de los debates, Rivera trasladó su barraca también al plató de Atresmedia. Esta vez eligió un marco más grueso, y probablemente más caro, para mostrar otra "foto de la vergüenza": Idoia Mendia, líder socialista en el País Vasco, de cena con Arnaldo Otegi.
Aunque el truco estaba gastado, Sánchez lo abrillantó con una errática respuesta. Mostró una votación en la que Ciudadanos coincidió con EH Bildu y otros partidos, pero no especificó en qué contexto. "Es usted un trilero", le espetó Rivera.
Marco, tesis, gráficos... ¡hasta un kilométrico pergamino que recogía toda la corrupción del PSOE desde 1977 hasta hoy! El papel rozaba el suelo. ¿Dónde esconde Rivera sus artilugios hasta que los saca de la chistera?
Iglesias, el moderado que abrazó la Constitución y se divorció de la revolución, sacaba lustre a su recién labrado carácter sacerdotal gracias a la desesperación de Sánchez. Y Rivera arrebató al de Podemos el efectismo populista, consciente de que la imagen y el truco garantiza el hueco en el telediario... y quizás los votos.
El candidato de Ciudadanos ganó el lunes y salió a no perder el martes. Circunstancia que aprovechó Casado para comerle la tostada. Durante el último debate, sólo hizo una cosa mejor que en el primero: el minuto final. Por fortuna, no volvió a "escucharse el silencio".