Albert Rivera tiene fama entre muchos de los suyos de frío, de calculador, de introspectivo. "Rivera es un genio del cálculo político, es capaz de intuir cosas que ni sus asesores, ni las agencias de encuestas, ni los analistas son capaces de prever", me dijo hace apenas unos días uno de sus más estrechos colaboradores. Rivera puede precipitarse, caer en la excitabilidad o pisarse a sí mismo, como ocurrió en algunas fases del debate del martes en Atresmedia, pero jamás caer en la trampa de la emocionalidad.
Albert Rivera, en fin, no es una persona cálida y sus discursos, excelentes sin excepción como corresponde a un campeón de debate, tienen siempre un punto teatral y de distancia respecto al oyente. Cuando el líder de Ciudadanos reconoció este jueves haber llorado a solas en su despacho el día de la declaración de independencia en el Parlamento de Cataluña, pocos lo interpretaron literalmente. "¿Albert Rivera, llorar? Eso es imposible. Debe de ser una metáfora".
Pero durante el acto que Ciudadanos celebró este jueves por la noche en el Moll de Bosch i Alsina de Barcelona, un conato de lagrimeo asomó en los ojos de Rivera. El estupor fue generalizado.
El fenómeno, más caro de ver que una aurora boreal en el Caribe, dejó anonadados a los presentes. Los ojos de Rivera se humedecieron durante unos segundos y ni siquiera el VAR sería capaz de determinar si esa rareza ocurrió realmente o sólo lo imaginamos unos pocos. Ocurrió cuando hablaba de sus padres, de su infancia, que transcurrió en el barrio de la Barceloneta, a apenas unos cientos de metros de donde se encontraba en ese momento. Fue visto y no visto, pero ocurrió.
Anuncio de remontada
Sólo unos segundos antes, Albert Rivera había hablado de los sondeos internos del partido. Esos que la Ley Electoral prohíbe publicar durante los cinco días anteriores a la votación. Pero que existir, existen. Esos sondeos suelen ser guardados como oro en paño y filtrados únicamente a unos pocos privilegiados, en condiciones de estricta confidencialidad, para no dar pistas a los rivales.
Rivera se saltó la regla. El líder de Cs habló de "remontada", vaticinó "campanada" y pidió que nadie se quedara sin ir a votar. "Si no por vosotros, por nuestros abuelos, que nos trajeron hasta aquí". También Inés Arrimadas habló de ellos, aunque de forma indirecta. "Mirad lo que os digo, porque no suelo equivocarme", dijo. Luego, se tocó la nariz con el gesto de 'me lo huelo'. "El domingo vamos a dar una sorpresa". Lo cierto es que el sondeo de Sociométrica publicado por EL ESPAÑOL este mismo jueves parece avalar la afirmación.
El acto, en el que además de Arrimadas y Rivera hablaron Maite Pagaza y un Edmundo Bal muy contundente –"quisieron que mintiera, que dijera que lo de Cataluña había sido una fiesta, que no había habido violencia, y yo dije que no, pero un 'no' de verdad, no como los de Pedro Sánchez"–, fue un recopilatorio de los grandes éxitos del partido. Pero también hubo algunas novedades.
"El nacionalismo es la hoguera de Europa". "La batalla no es la de la izquierda contra la derecha, sino la de la libertad contra los populismos y los nacionalismos" –muy aplaudida por Manuel Valls, presente en primera fila. "Hoy hemos presentado un recurso a la Junta Electoral para que Puigdemont no se pueda presentar a las elecciones europeas. Ni un solo euro para aquellas instituciones que fomentan el odio entre españoles". Y la más celebrada por los presentes, unos trescientos barceloneses que ocuparon todas las sillas disponibles, así como los laterales del escenario: "Señores Junqueras y Puigdemont: recen para que siga Sánchez".
El segundo momento llamativo de la velada fue ese en el que Rivera le prometió a Arrimadas el puesto de Carmen Calvo. Sólo el líder de Cs sabe si esa frase era pura retórica, una simple improvisación sin consecuencias o más bien la promesa de una futura vicepresidencia del Gobierno para ella, pero ahí quedó el anuncio. Arrimadas sonrió y Rivera pasó al siguiente punto de su discurso mientras los presentes se imaginaban un hipotético Gobierno con Pablo Casado de presidente y Arrimadas de vicepresidenta, asumiendo el más optimista de los sondeos.
"Huelo a victoria, huelo a ganas, os brillan los ojos", dijo Rivera en otro momento de su discurso. "Y veo a otros que tienen miedo. Y veo a otros que se desinflan, y que no quieren ir a los debates porque los pierden. Porque pueden perder el Falcon y las llaves de la Moncloa. Se le veía en la cara, se lo vi de cerca. Pedro Sánchez tenía miedo" añadió luego. Si el miedo de Sánchez es real y está justificado se verá el próximo domingo por la noche. En Cs, el optimismo se ha desatado durante las últimas horas. Y del olfato de Arrimadas también se habla, y muy bien, en su partido.