ERC y JxCAT celebraron el lunes, aunque sin demasiada euforia, el resultado de las elecciones. Los primeros, por haber ganado las elecciones en Cataluña, y los segundos, por haber escapado de la debacle que les auguraban los sondeos. Pero, ¿existe realmente motivo para la celebración?
Un estudio atento de los resultados dice que no. En el mejor de los casos, el independentismo se encuentra en el mismo punto en el que se encontraba hace tres años.
El independentismo ha sumado en estas elecciones el 39,38% de los votos y 1.625.000 votos, muy lejos del 47,5% y los 2.078.000 votos que consiguió en las elecciones autonómicas de 2017 y que son su máximo histórico. En las elecciones autonómicas de 2015, el independentismo se hizo con 2.058.000 votos. En las elecciones generales de 2016, 1.115.000 votos, pero con una participación catorce puntos porcentuales inferior a la del domingo. Las circunstancias, además, eran radicalmente distintas.
Dicho de otra manera: los dos millones de votos siguen ahí como techo del independentismo y ni la aparición de Vox, ni Ciudadanos, ni el PP, ni la aplicación del artículo 155 de la Constitución, ni el juicio en el Tribunal Supremo a los líderes del golpe a la democracia de los meses de septiembre y octubre de 2017 han logrado aumentar en lo más mínimo el número de independentistas en Cataluña. El separatismo está estancado.
Puigdemont, peor resultado que CiU
Un análisis ideológico de los datos arroja una segunda lectura. El ganador de las elecciones ha sido el partido independentista que más claramente ha apostado por un aparente desescalamiento del conflicto: ERC. El perdedor, el que ha apostado por la confrontación con el Estado: JxCAT, convertido ya en poco más que la lista electoral de Carles Puigdemont.
La estrategia pragmática de ERC, sin embargo, es coyuntural. El domingo por la noche, el sentir general en el partido era que el PSOE pactaría con Ciudadanos. Pero el lunes, y tras las declaraciones de ambos partidos negando cualquier posibilidad de pacto, Gabriel Rufián se lanzó a la venta de sus escaños. "Los resultados obligan al PSOE a sentarse en una mesa de negociación y a sacar las togas y las porras del conflicto" dijo Rufián. Lo que, en lenguaje republicano, significa permitir un referéndum de secesión e indultar a los líderes del golpe si estos son condenados por el Tribunal Supremo.
JxCAT tampoco tenía demasiado por lo que alegrarse. ERC dobló sus escaños y sus resultados fueron peores que el peor de los resultados históricos de Convergencia. La excusa, al menos de cara a los medios, es que estas elecciones eran tan sólo el partido de ida de una eliminatoria a doble partido que concluirá con las elecciones municipales de mayo.
"Nosotros mantendremos la misma propuesta de fidelidad al 1-O y al país", dijo Laura Borràs, la número dos de la lista al Congreso. En la práctica, y como en el caso de Rufián, una promesa de irredentismo destinada a los oídos del futuro presidente: "No hemos venido a facilitar una investidura porque sí de Pedro Sánchez. Las convicciones y exigencias de JxCAT son las mismas que en campaña".
Podemos se estrella por soberanista
Excepción hecha del PP, que roza la desaparición y plantea la pregunta de qué habría sido de él sin la aportación de Cayetana Álvarez de Toledo, el gran derrotado en las elecciones del pasado domingo en Cataluña ha sido En Comú Podem-Guanyem el Canvi, es decir la lista de Pablo Iglesias y Ada Colau. La razón parece fácil de adivinar y no es ajena a su apuesta por un candidato soberanista semidesconocido como Jaume Asens, firme partidario de un referéndum de autodeterminación.
La debacle de En Comú Podem-Guanyem el Canvi no ha sido menor. Con un incremento de la participación de 14 puntos porcentuales, el partido ha pasado de los 835.000 votantes de 2016 a los 614.000 de 2019, del 24,53% de los votos de hace tres años al 14,89% del domingo, y del primer puesto al tercero en las preferencias de los catalanes.
Una tercera lectura arroja, esta vez sí, la única noticia buena para el independentismo. ERC gana seis escaños, pasando de nueve a quince, y JxCAT sólo pierde uno, pasando de ocho a siete, cuando los sondeos pronosticaban una pérdida mayor. El Front Republicà de Albano Dante Fachin se queda sin embargo en anécdota demoscópica y con el 2,74% y 113.000 votos, queda fuera del Congreso de los Diputados.
El reverso de esa buena cifra de 22 escaños para el separatismo es que estos podrían ser inútiles puesto que no le son imprescindibles a Pedro Sánchez para gobernar. Dicho de otra manera. Todas las concesiones que el presidente le haga al independentismo a partir de su investidura serán voluntarias y no forzadas por la negociación con los independentistas. Porque Sánchez dispondrá siempre de alternativas viables a un pacto con ellos. Y la primera de esas alternativas, la de Ciudadanos.
Globalmente, el voto separatista se quedó el domingo en el 31% del censo electoral. O lo que es lo mismo: sólo uno de tres catalanes votó por opciones separatistas el domingo.