El Partido Popular, igual que los españolitos de a pie en 1808, se siente invadido. Vox y Ciudadanos han resquebrajado la confianza de los conservadores: han tocado a las puertas de Génova y se han llevado a miles de votantes sin preguntar. Imbuidos por el espíritu del Dos de Mayo, los dirigentes populares se lanzaron este jueves a una guerra de guerrillas contra sus adversarios en cuanto llegaron a la Puerta del Sol, sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid, que celebraba su día. Aunque con un desenlace distinto. La falta de un método efectivo con el que combatir la fuga a derecha e izquierda desembocó en una batalla de azules contra azules.
De aquel día dijo Galdós que cada cual corría en busca de un arma y que, al no encontrarla, "echaba mano de cualquier herramienta". En el caso del PP, se blandieron hasta las "mamandurrias". Esperanza Aguirre, expresidenta madrileña, que regresaba a la fiesta de la Comunidad tras dos años ausente, afeaba a su discípulo, Pablo Casado, que hubiera criticado el modus vivendi de Abascal -al que ella protegió durante años- en su expartido.
"¡Le ha intentado dar una patada en mi trasero!", ironizó la también exministra en una tempranera entrevista radiofónica. “Esos calificativos hirientes, de los que no está libre Santiago Abascal, no conducen a nada”. Pero Esperanza abrió, así, la veda de un combate en el que ni siquiera se discernían los bandos. Ella apuesta por una abstención de PP y Ciudadanos "para librar a España de nacionalistas y populistas". Igual que sus otrora enemigos, los 'sorayos', que se inclinan por esta opción en sus conciliábulos.
Casado "no afearía" un pacto PSOE-Cs
En Génova no quieren ni oír hablar de esta posibilidad. No rotundo: Casado no pondrá sus votos a disposición de Sánchez, comentaban desde su entorno. Por eso, la opción favorita de la dirección nacional es una coalición del PSOE con Ciudadanos, “un partido socialdemócrata hasta antes de ayer”. El presidente del PP no lo afeará “por el bien del país”, según fuentes próximas al líder. Mejor eso a que España acabe en manos “de Podemos y de los independentistas”. Y si, ya de paso, Rivera les deja el espacio del centro a ellos dándole el sí a Sánchez y virando a la izquierda, mejor que mejor.
Así que para justificar el calificativo de "ultraderecha" contra Vox, los pesos pesados de Génova echaban la culpa a los barones evitado hasta ahora esa "dureza". El popular no había sido tajante hasta ahora para salvaguardar posibles pactos, aducían, aunque él quería haber sido guerrero —o, quizás, guerrillero—. Y mientras, en Andalucía, el número 2 de Juanma Moreno, Elías Bendodo, suavizaba las palabras de Casado y le doraba la píldora a Vox: "Es un partido serio con el que se puede hablar".
Pero seguían faltando protagonistas y combates, embates y envites cruzados. Aguirre, aunque le daba una estocada a Casado, culpaba a Mariano Rajoy de su debacle electoral. Feijóo, desde Galicia, en su habitual decir sin decir, criticaba "errores de estrategia". Y, mientras, Díaz Ayuso, quizá consciente de que allí sólo recibía el PP -y no sus contrincantes- clamaba: "Ciudadanos ha sido nuestro peor enemigo".
Un año después de la dimisión de Cifuentes
Ángel Garrido, como el Pepe Botella que no encontró oposición al entrar en Madrid, se paseaba por la que fue su casa hasta hace un telediario. Esperanza Aguirre le disparó nada más llegar: “Él ahora lo va a hacer fenomenal porque se ha hecho liberal”, satirizaba.
Casado evitó saludarle, a pesar de que estuviera sentado al lado de Aguirre, aunque desde su círculo repetían en el aperitivo que era porque “no lo había visto”: “¡Si él saluda hasta a las farolas!”. "Los que quedan mal son ellos", se vanagloriaban un par de dirigentes de Ciudadanos que brindaban en una esquina.
El expresidente de la Comunidad de Madrid, hace un año, tuvo que arbitrar la batalla del Dos de Mayo entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal. Lo hizo casi a bocajarro, después de la dimisión de Cristina Cifuentes por el caso máster y el vídeo de las cremas. Quizás esta guerrilla interna, comparada con lo que se vivió en el Palacio de Correos hace 365 días, no les parezca a los populares más que… "una mamandurria".