En el Consejo Ciudadano Estatal (CCE) de Podemos se hablaba más del cuarto capítulo de Juego de Tronos que de la cita que este martes tiene Pablo Iglesias con Pedro Sánchez en Moncloa. La ronda de contactos abierta por el presidente del Gobierno, asumiendo el papel que siempre ha liderado el Rey después de unas generales, tiene dos interpretaciones, que van de la mano: una, que Sánchez quiere dejar claro que él es el que manda y decide; y dos, que si el Monarca no se va a quemar entre las legislativas y las municipales, autonómicas y europeas... es porque nada se va a decidir.
Y de ahí que el comentario de pasillos en el Círculo de Bellas Artes de Madrid fuese más sobre la serie fetiche del líder morado que sobre la agenda que mañana le va a llevar al inquilino de la Moncloa. "De aquí al 27 de mayo, ellos van a estar callados", explicaba un portavoz de la dirección del partido. "Ellos" es el PSOE, claro. Pero también Podemos, cuya actividad en los medios es, adrede, mínima desde el 28-A: para no equivocarse y para que los demás se retraten.
Pero de primeras, Iglesias sacó un as de la manga: hará "lo que digan los inscritos" y eso pone en duda la investidura de Sánchez, porque el líder de Podemos nunca ha perdido una votación interna. Si Sánchez quiere sus votos, será a cambio de darle entrada en el Gobierno. ¿Con ministros? Eso ya no lo dice en alto, el líder morado ya ha aprendido de errores pasados, y no muestra ni una sola carta más de su jugada.
En todo caso, la estrategia de Iglesias es una sola en este mes de interregno: "Sólo se puede tener un gobierno estable si es de coalición y sólo se atiende al mandato de los ciudadanos si esa coalición es con Unidas Podemos". Así lo expresó en su discurso inicial ante los representantes de la dirección estatal, las direcciones regionales y los cargos electos que acudieron a la llamada de Iglesias pasados ocho días de la noche electoral. Y añadió una amenaza velada a Sánchez: "En todo caso, la decisión la tomarán los inscritos". Y ya se sabe que Iglesias no ha perdido ni una sola consulta a su militancia.
Aquel día, la candidatura encabezada por él perdió un tercio de sus diputados -de 69 a 42- pero se colocó en la pole position para apoyar o no la investidura de Pedro Sánchez. Ahora, se dejan atrás "las arrogancias del pasado", se acepta que Podemos entrará en el Ejecutivo "con la fuerza que le dan los votos" y reclama, además, acuerdos con "otras fuerzas cántabras, valencianas, catalanas y vascas, incluidas las de origen democristiano", en clara referencia al PDeCAT y al PNV.
Hablar, lo justo
Y es que ahí está la clave. Pablo Iglesias quiere pero no puede decir que "o ministros o ahí te quedas". Su órdago no tiene toda la fuerza que él querría y trata de sumarse al resto de fuerzas necesarias para que Sánchez salga presidente del Congreso para llegar con una llave en la mano este martes a la cita en Moncloa.
Además, el líder de Podemos, además, ya aprendió la lección de 2015, cuando mientras Sánchez aún iba camino de Zarzuela él hacía un reparto de cargos en la rueda de prensa posterior a su encuentro con Felipe VI. A esa audiencia Iglesias no había llevado nuevos capítulos de Juego de Tronos para el Rey, pero sin duda entendió la moraleja del capítulo que él mismo protagonizó. Por eso este lunes habló de "negociaciones sin líneas rojas" -que suena al Pablo Iglesias de los debates, el árbitro entre crispados- pero lo acompañó de una premisa previa: "La mayoría social progresista está pidiendo colaboración".
Porque "un Gobierno estable y progresista", dijo, "es lo que necesita España y lo que está reclamando la mayor parte de los electores". Y nótese que el líder de Podemos unía en cada frase los términos "estable" y "progresista". Porque lo que llevará a Moncloa este martes no es una lista de ministrios, como hace cuatro años, sino una idea: algo así como Pedro, no te voy a investir gratis, que luego te me vas con Ciudadanos a negociar las leyes.
Y de ahí el concepto de "negociación sin líneas rojas", una terminología neutra, conciliadora pero que, paradójicamente, esconde una condición. Iglesias rechaza el gobierno monocolor que los líderes socialistas llevan pregonando desde la noche electoral, dando por hecho los votos de Podemos. Y ésa, que es la única condición que ha puesto el PSOE, es negada por su socio preferente: Podemos exige como condición que no haya condiciones.
El lío con Andalucía, por descontado
Las fuentes de la dirección de Podemos estaban especialmente calladas, desviando la conversación a los periodistas que trataban de buscar un titular. Sabe todo el mundo en el partido morado que hasta el 27 de mayo "todo será postureo", pero hacen hincapié en que "Podemos pidiendo entrar en el Gobierno y el PSOE dando largas ya es una posición de la que tirar durante esta campaña". Es decir, que al menos parte de la estrategia discursiva de aquí a la cita electoral del 26-M será "votadnos, dadnos poder, que si no el PSOE se tira a la derecha, como hace siempre y está deseando".
En todo caso, en la reunión del CCE sí hubo voces discordantes. La facción de Teresa Rodríguez dejó claro que el Consejo Territorial Andaluz no está de acuerdo en formar un gobierno de coalición con el PSOE, "uno de los representantes del bipartidismo", contra el que nació Podemos. Así, la propuesta andaluza -o mejor, deberíamos decir la propuesta anticapitalista, que es la facción que domina el territorio andaluz- es la de firmar un acuerdo de legislatura con el PSOE.
El lío andaluz se daba por descontado -"si estuviesen de acuerdo con Pablo ya me llamaría la atención", comentaba un portavoz del partido entre pasillos- porque, de hecho, el diagnóstico de los anticapis y de los oficialistas es el mismo: "Los socialistas no son de fiar y acumulan promesas incumplidas". Pero la receta es diametralmente opuesta. Rodríguez se niega a que el partido morado sea corresponsable de un Ejecutivo de medias tintas. Pero Iglesias se teme que una vez investido, Sánchez los traicione e incumpla los acuerdos echándose en manos de "las derechas", de las que dijo envidiar "lo rápido que se ponen de acuerdo aunque sean tan distintos como nosotros del PSOE".