Llegaba Pablo Iglesias a Moncloa con el reloj en marcha de una partida de ajedrez. El presidente le dedicó dos horas y cuarto en las que, según las fuentes de Moncloa, se repasó "el trabajo de estos diez meses" de gobierno con su socio preferente y "los avances conjuntos" para "la recuperación de derechos". Pero el matiz estuvo en la mirada al futuro. Mientras el líder de Podemos habló de "voluntad de acuerdo", Presidencia dijo "voluntad de cooperación y entendimiento".
Es decir, que Sánchez urde su acuerdo con Iglesias pero se guarda de darle bazas políticas: va a mantener el postureo estas casi tres semanas que quedan hasta las elecciones y sólo le promete que habrá Gobierno de izquierdas. Pero no aclara si será con él.
La única concreción es que uno y otro ya han mandatado a sus portavoces parlamentarias, Adriana Lastra e Irene Montero, construir una mayoría progresista en la Mesa del Congreso, que se debe constituir cinco días antes del nuevo domingo de urnas.
Bruselas y el Banco de España no confían
También llegaba Iglesias a ver a Sánchez el día en el que Bruselas advertía al Gobierno español, en funciones y en ciernes, de que no se cree que vaya a cumplir sus previsiones de crecimiento ni las de déficit ni deuda. El día siguiente a unas ambivalentes cifras de empleo, con muchos nuevos cotizantes pero mucho trabajo precario.
Además, este mismo martes el Banco de España emitió su Informe de Estabilidad Financiera. Tampoco el regulador es optimista y ya anticipa nubarrones. Advierte de que la situación económica se va a desacelerar en todos los ámbitos macroeconómicos: crecimiento, empleo, demanda....
De modo que no era el día de anunciar posiciones firmes ni de sacar demasiado pecho por los 10 meses en los que el socialista gobernó el país con Iglesias de cooperante principal.
Así que el secretario general de Podemos calló, ventiló en cinco minutos a la prensa con cuatro preguntas y media, y aplicó la "disecreción" a las negociaciones. En realidad, nada se sustanciará hasta saber cuánto pesan PSOE y Podemos en las autonomías el lunes 27, y qué posibles alianzas se pueden gestar.
A tenor de la nota oficial de Moncloa, el líder del PSOE ha sacado de esta ronda de reuniones la imagen que buscaba. La de "recuperación de la institucionalidad", la del "diálogo desde la discrepancia", la de un presidente estadista.
Sánchez ha demostrado ser un maestro de la transmutación, pasando de reunirse con Quim Torra en Pedralbes -y cogerle el famoso papel de las 21 condiciones- a adalid del centrismo en campaña... y un genio del plagio, comentan en Podemos, arrebatándole argumentos a Iglesias cada vez que éste le aprobaba una ley o, sobre todo, un decreto.
Segunda vuelta
Por eso y por la lección aprendida de hace cuatro años, cuando Iglesias se autoadjudicó ministerios y cargos, el líder de Podemos prefirió mostrar la cara de hombre prudente. Desde su regreso a la actividad política, él ha marcado los ritmos discursivos de su formación -sin más rueda de prensa que dos minicomparecencias, la de tres preguntas en la noche electoral y la obligada de este martes- y ha impuesto un silencio en sus líderes que, por fuerza, habrá de romperse a partir de que este jueves a medianoche empiece la campaña electoral.
Sánchez no se va a pillar en campaña los dedos con acuerdos o avances significativos, con lo que Iglesias podrá seguir utilizando el espantajo de que "si no somos fuertes, el PSOE se echará en brazos de Ciudadanos". Y si logra el complemento de ser imprescindible para que los barones socialistas mantengan sus sillones autonómicos, tendrá más fichas en la partida.
La nueva convocatoria electoral funcionará, efectivamente, como una segunda vuelta en la que habrán de confirmarse o corregirse las tendencias dibujadas el 28-A: el PSOE sube, Podemos baja, pero ni uno ni otro tanto como se podía esperar. Esa suma es la que atrapa a ambos, Pedro y Pablo, en una negociación que ahora queda suspendida: "No habrá más encuentros de este tipo", decía la nota de Presidencia. Mientras, Bruselas mira de reojo.