Soraya Rodríguez (Valladolid, 1963) comunica. Su responsable de prensa la llama, pero no responde. Aparece con el tiempo justo. "Perdón, está siendo un día horrible. De verdad, horrible", saluda con gesto cansado y triste. Su íntimo amigo y mentor, Alfredo Pérez Rubalcaba, yace en el hospital con "muy mal pronóstico".
La exportavoz del PSOE en el Congreso y ahora miembro de la lista europea de Ciudadanos coloca el teléfono sobre la mesa. No deja de vibrar. Ella mira por el rabillo del ojo cuando la pantalla se ilumina. Tarde nublada, pero sin viento, en el hotel Meliá Recoletos de Valladolid, pegadito a la casa donde nació Miguel Delibes. "Quiero irme a Madrid cuando antes", traslada a su equipo.
Rodríguez acaba de enterarse de que el diagnóstico de "Alfredo" ha dado un giro irremediable. Y eso circunscribe todas sus respuestas. La nostalgia de lo vivido se entromete en la conversación. A veces con silencio, otras con un repentino "no me lo puedo creer".
Le tengo que preguntar por Rubalcaba…
No voy a poder contestar… Alfredo… Es que no puedo. No me lo creo, de verdad. Perdón, pero es que… -empieza a llorar-. Tenía una mala salud de hierro. Le habían operado del corazón, había pasado sus cosas… Le conozco de toda la vida. La primera vez que le vi yo era representante estudiantil y él estaba en el ministerio de Educación. Negociamos la primera ley universitaria. Luego coincidimos mucho tiempo en el partido. Siempre me he sentido muy cercana a él. Vivimos juntos, y muy intensamente, su última etapa. Es un gran político, creo que todos los grupos lo reconocen. Es un socialista honesto, decente, un gran tipo. Para mí, un amigo. Un compañero, un maestro. Lo quiero muchísimo.
Es preciso detener la entrevista varios minutos. Rodríguez, visiblemente emocionada, con la tez inundada de lágrimas, se disculpa y va al servicio. Cuando regresa, todavía de pie, explica: "Creo que la última vez que estuve con Alfredo fue aquí, en este hotel. Cenamos juntos...".
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Ha mencionado aquella etapa en la que usted era portavoz del PSOE en el Congreso. El partido ha cambiado mucho desde entonces.
Aunque públicamente se vendiera como un enfrentamiento entre personas, hubo una gran batalla ideológica. Yo siempre di la cara. Reivindiqué que el PSOE debía mantenerse en la línea en la que tantos habíamos militado y trabajado. Un partido siempre frente al independentismo. Para nosotros, la unidad nacional era la mejor garantía de un Estado del Bienestar solvente. Planteamos como línea roja no contar con los nacionalistas para formar gobierno. Perdimos y me fui.
¿Le pasa alguna vez como a las jugadoras que, después de mucho tiempo con una camiseta, no se dan cuenta de que llevan otra?
No es tanto una cuestión de camisetas. En este asunto esencial al que acabo de referirme, me siento muy identificada con los planteamientos de Ciudadanos. No fue de un día para otro, sino a lo largo de un proceso. Indudablemente, en lo personal, es duro y difícil. Creo que aquí puedo desarrollar la política que quiero, estoy muy a gusto.
¿Usted sigue siendo socialdemócrata?
Sí. También reformista, muy alejada de posiciones radicales de izquierda. Soy tan socialdemócrata como antes de dar el paso. Y sigo igual de alejada del populismo. Me considero una mujer socialdemócrata y feminista, que puede desarrollar un buen trabajo en Ciudadanos. Me encuentro muy a gusto.
Ciudadanos se proclama “de centro”, pero en las generales pegó un buen bocado al PP. ¿Teme que su nuevo partido obtenga la hegemonía del centro derecha?
Siempre se ha dicho, y creo que es cierto, que las elecciones se ganan desde el centro. Cuando el PP tenía once millones de votantes, recogía parte de ese centro político. Igual que el PSOE. El 28 de abril, buena parte de ese electorado de centro optó por un partido liberal, reformista y progresista: Ciudadanos.
Ahora que puede mirar atrás con cierta perspectiva, ¿podría enumerar los motivos concretos que le llevaron a romper su carné de socialista?
Siempre creí y pensé que no era posible mantener un gobierno con lo que se denominó “mayoría de la moción de censura”: una izquierda populista y partidos independentistas, muchos de ellos de derechas. La izquierda y el nacionalismo no tienen nada que ver. Si esa mayoría era la que se iba a repetir, no quería participar en ello. Estoy absolutamente convencida. ¡Es que no era viable! No me puedo encontrar a gusto en un PSOE que hace coaliciones electorales con ERC, como ha ocurrido en Baleares. Transcurrido el tiempo, me encuentro absolutamente tranquila y gratificada.
Rivera ha contado alguna vez que los socialistas que recalan en Ciudadanos, como por ejemplo usted o Joan Mesquida, son mucho más duros con el PSOE que él. ¿Lo comparte?
Creo que Albert y yo pensamos lo mismo en cuanto al modelo de país, pero él es mucho más duro -sonríe-.
Usted viene de la izquierda. ¿Le molesta que Ciudadanos vete al PSOE, pero no a Vox?
El veto fue una respuesta a Pedro Sánchez, que optó por mantener un gobierno con Podemos, dependiente de ERC, Bildu y el PNV. Eso ya supuso un cordón por su parte a los partidos constitucionalistas.
Dice “sanchismo”, y no PSOE.
Albert también lo dice: “Con el PSOE de Pedro Sánchez, no”.
El "no" apriorístico a Sánchez torna todavía más pronunciado su giro ideológico. Abandona un partido en busca de otro que es incompatible con el anterior. ¿Se convenció o la convencieron?
Las cosas no suceden de un día para otro. Fue un proceso largo. Yo estaba dando una batalla ideológica en el PSOE, la di hasta el último día. La mía fue una de las pocas voces que se levantaron contra el relator y la mesa paralela al Congreso que propuso el Gobierno. También hubo otros que se quejaron como Barreda, Guerra, Page, Lambán… Pero se pueden contar con los dedos de las manos. Mi posicionamiento fue público, claro y notorio. ¿Cómo se producen los contactos con Ciudadanos? Eso pertenece al ámbito de lo personal.
Dice que las voces que se levantaron en el PSOE contra la estrategia del relator pueden contarse con los dedos de las manos. ¿Se sintió muy sola?
Bueno, más que soledad… Yo sabía que había muchos compañeros que pensaban de forma muy parecida a la mía. Tomaron otro tipo de decisiones. Constaté que la batalla estaba claramente perdida.
¿Tan férrea es la disciplina de partido en el PSOE?
Son decisiones personales que uno toma. Siempre he pedido respeto para las mías, por eso lo soy también con las del resto.
Ciudadanos ha hecho casus belli de la subida impositiva de Sánchez. ¿Está de acuerdo en bajar los impuestos?
Tenemos que abordar una reforma fiscal, pero que no cargue más peso en las clases medias trabajadoras. El panorama económico es nuevo. Debemos ser ambiciosos y pensar soluciones que nos permitan mantener un sistema de bienestar digno. Las rentas del trabajo no soportan más presión.
En Ciudadanos existe un grupo de cargos, no muy ruidoso, que aboga por acuñar acuerdos programáticos con el PSOE para apartar a Podemos y los nacionalistas. ¿Le seduce esta idea?
Albert Rivera, cuando se reunió con Sánchez, dejó dos cosas muy claras: Ciudadanos va a ser la oposición a este Gobierno, que pactará un acuerdo programático con Iglesias. No sabemos si incluirá a Podemos en el Ejecutivo, esa es la única incógnita. Obtendrán los apoyos de los nacionalistas e independentistas. Volverá la mayoría de la moción de censura, aunque será más flexible porque el PSOE ha subido a los 123 escaños. Una oposición solvente y responsable no quita para que pueda haber temas sobre los que se llegue a un entendimiento. Como por ejemplo, la reforma educativa.
¿De verdad existe esa "disidencia" en el PSOE de la que habla Rivera?
Yo hablo por mí. Sentí que la batalla estaba perdida. El sanchismo ganó y ahora el sanchismo es el PSOE.
Lambán, Vara y Page fueron muy duros en relación al relator. ¿Los incluye dentro de esa “disidencia”?
Dios me libre de calificar o hacer juicios de valor sobre los que fueron mis compañeros.
¿Cree que, tras el 26-M, sería posible un acuerdo entre ellos y Ciudadanos?
Es una decisión que deben tomar los partidos. Yo no formo parte de Ciudadanos, no estoy en su estructura orgánica. Soy muy respetuosa con las decisiones que se adoptan internamente.
Pero, ¿a usted, personalmente, le gustaría?
Cuando he integrado la estructura de un partido, he sido clara y valiente, pero creo que, sinceramente, como una independiente que va en las listas de Ciudadanos, sólo me corresponde ser respetuosa y cuidadosa con sus decisiones.
Por cierto, parece que el Partido Popular puede perder el Gobierno de Castilla y León. ¿Cree que ocurrirá?
Va a ganar Igea. El resultado de Ciudadanos en Castilla y León el pasado 28 de abril fue espectacular. Subir de un diputado a ocho, más del 20% del voto, superar al PP en algunas poblaciones… Se decía de Cs que era un partido que podía tener cierta conexión con la clase urbana, pero que no rascaría nada en la mal denominada “España vaciada”. Ciudadanos ha conectado con esa España interior porque se ha hablado de propuestas concretas y reales.
¿Qué le parecería el nombramiento de Miquel Iceta como presidente del Senado? ¿Lo considera una cesión al nacionalismo?
El independentismo ya ha planteado un chantaje: “Si queréis que Iceta sea designado senador, tenéis que apoyar la pretensión de suspender el juicio del procés y dejar a los acusados libres”. Esto es una barbaridad. En relación a la propuesta, me parece que está cargada de contenido.
¿A qué se refiere?
Hablamos de una persona que se ha caracterizado por tener posiciones, en fin, ciertamente claras en relación a los indultos, a una posible consulta… Me refiero a aquello de “cuando en Cataluña haya un porcentaje del 65%”… Como si la Constitución fuera una cuestión de porcentajes. Iceta defendió con ahínco la figura de un relator y la mesa paralela al Congreso para Cataluña. No creo que sea acertado.
Hemos hablado de cesiones, chantajes… ¿Hasta qué punto cree que cederá Sánchez?
El golpe independentista requiere dos respuestas. La del Estado de Derecho ya está dada. Los supuestos responsables están sentados en el banquillo. Pero también requiere una contestación política, que en ningún caso debe pasar por otorgar más poder y recursos a aquellos que amenazan con otro golpe. La nación no debe ofrecer cambiar su base jurídica para convertirse en una nación de naciones. Sólo existe una, España, de ciudadanos libres e iguales.
José Manuel Franco, del PSOE, dijo que Madrid es una nación.
Creo que no lo volverá a decir.
Entonces, ¿avanzamos hacia la España nación de naciones?
Ese camino no conviene. El Estado autonómico, en el que yo creo, no debe convertirse en algo residual en algunos territorios. Necesitamos un Gobierno central fuerte. Debemos caminar en una dirección diferente.
¿Es el nacionalismo el mayor desafío que afronta Europa?
Sí. Los nacionalismos populistas, de un extremo y de otro, encarnan el mayor reto que afronta Europa. Hace unos años, eran fuerzas minoritarias, hoy tienen mucho más impacto y aspiran a una mayor representación. Espero que no sea así. Han cambiado de estrategia: antes trataban de destruir Europa desde fuera, ahora quieren hacerlo desde dentro. Por eso hablan de “reformar Europa”. Si no hacemos nosotros esas reformas, las harán quienes no creen en ella. Europa es el mayor y mejor proyecto que hemos construido en nuestra historia.
Usted fue eurodiputada entre 1999 y 2004. No había Brexit y los populismos apenas tenían fuerza. ¿Cuál fue la Europa que dejó y cuál es la que va a recoger?
Éramos quince países, no veintisiete… Hay muchísimas diferencias. Se han producido grandes cambios en el mundo: la globalización económica, las relaciones sociales, la tecnología… Los cambios son mucho más rápidos que en cualquier revolución pasada. Pero todo esto no significa que Europa tenga menos valor que en 1999. Al revés. Ha adquirido mucho más.
¿España tiene menos influencia ahora que hace veinte años?
España debe jugar un papel más importante. En muchos sentidos. El eje franco-alemán sigue jugando su papel. Allí figuró Felipe González y ejerció un liderazgo muy importante. Reino Unido a punto de salir, Italia jugando un papel antieuropeo… España tiene una oportunidad para potenciar su protagonismo. En los últimos años, hemos sufrido mucho por esa pulsión de los independentistas de trasladar la batalla a las instituciones internacionales. Eso debe combatirse con mucha más firmeza que hasta ahora.
¿Cómo evalúa la actuación de Sánchez en Europa a lo largo de su Gobierno?
Han sido muy pocos meses.
Pero ha viajado mucho.
Sí, sí, pero un liderazgo no se cambia en nueve meses. El Gobierno español debería haber sido mucho más activo en la batalla exterior contra el independentismo. Claramente. No es de recibo que se sigan abriendo “embajadas”. Me cuesta llamarlas así. Son oficinas con un único objetivo: denigrar a España para conseguir la independencia.
Si de usted dependiera, ¿articularía una ley para cerrarlas?
La ley de acción exterior sólo permite la apertura de oficinas para que los distintos gobiernos autonómicos puedan interlocutar con las instituciones europeas y los agentes económicos de los distintos Estados miembros. Pero no se concibe la política exterior, y mucho menos atentar contra el Estado que las sostiene. No hace falta ninguna reforma legal. La ley de acción exterior no permite abrir embajadas a las Comunidades para hacer política exterior. Es una competencia exclusiva del Estado.
El Tribunal Constitucional no admitió el recurso de Ciudadanos contra la candidatura de Puigdemont. ¿Buscará una reforma legal para impedir casos similares?
Creo que Ciudadanos hizo bien en recurrir. Esa candidatura no es lógica, común ni normal. ¡Es un prófugo de la Justicia que aprovechó su condición de presidente de la Generalitat para huir! Respeto la decisión judicial, pero algo tendremos que hacer para que, en el futuro, los fugados no puedan presentarse. Puigdemont, en todo caso, será candidato, pero no diputado. Cada país entrega las actas a sus eurodiputados, él no puede venir a recogerla. Por eso tiene dos opciones: quedarse a las puertas del Parlamento europeo o sentarse en el banquillo.
¿Se reuniría con él en Estrasburgo si se lo pidiera?
No. Es un fugado de la Justicia. No lo haría hasta que no solventara sus cuentas pendientes. Es presunto autor de un golpe contra mi país.
¿Y si envía a Torra para mandarle a usted un mensaje? ¿Se reuniría?
¡Tampoco des ideas! -bromea-. No lo veo, la verdad. Torra tiene muchas cosas que hacer.
¿Le enervó la reunión de Pedralbes entre Sánchez y Torra?
No es cuestión de enervar, sino de democracia. Torra es presidente de una Comunidad, no lo pongo en cuestión. Pero, sinceramente, un presidente del Gobierno no puede visitar la Generalitat como si viajara a otro país. Cataluña es parte de España. Oiga, Europa afronta muchos más retos estos próximos cinco años. ¡Me hubiera gustado hablar de alguno!
Adelante, estamos a tiempo.
Luchar contra el nacionalismo populista es uno de los más grandes, al que ya hemos hecho referencia. La propuesta de Ciudadanos para estas elecciones es de avance. Hay que hacer reformas. Esta legislatura no puede ser la de los grandes discursos, sino la de las grandes acciones. También debemos concluir la construcción del gobierno económico y acuñar instituciones comunes capaces de respaldar la moneda y dar respuesta a las crisis. Otra cosa importante: avancemos en el pilar social, establezcamos un mínimo de derechos laborales comunes, un seguro de desempleo… ¡La formación! Nunca antes había estado tan relacionada con el empleo. Por otro lado, la defensa de las fronteras exteriores debe ser competencia común, no sólo de los países que, precisamente, hacen frontera. Para acabar: nuestra lista no es sólo de nombres, sino de acción. La integra gente con prestigio que quiere llevar propuestas concretas a Europa. Estamos muy comprometidos. ¡Oiga, es que yo venía a hablar de esto! ¿Se acuerda de Umbral?