Es Ramadán y hace calor, pero Hamid Adil Mohamed Ahmed está lleno de energía; trabaja, saca tiempo y sigue haciendo campaña de cara a las elecciones autonómicas del 26 de mayo en Ceuta.
El lunes viaja a Madrid para recoger la credencial y el martes jura el cargo de senador, tras el resultado de las elecciones generales del 28 de abril. Esta semana se convertirá en el primer senador musulmán desde la época de los Reyes Católicos. Algo que le sorprende porque considera que “lo lógico es que en un porcentaje de población tan importante como la musulmana en Ceuta -prácticamente el 50%- ya tuviera una representación”.
Hamid Adil luce un look de hípster, y así lo reivindica. “Me dejo la barba porque me relaja y por pereza -ríe-, pero si me suelto el pelo, me vuelvo calé”, bromea a pesar de que sabe que muchas personas toman su barba por islamista. Atiende a EL ESPAÑOL en la frontera del Tarajal.
Dar un paseo en su Fiat 500 verde agua es toda una aventura. Suenan dos clásicos de los 80, Cruz de navajas y Me colé en una fiesta, de Mecano, a pesar de que confiesa que es "un friki de Madona". Temas de su época universitaria. Se muestra cariñoso y cercano, y ofrece un té a la menta en su barriada, El Príncipe Alfonso. En esta zona deprimida de Ceuta, es conocido como Adil, y muy querido. De hecho, podría haber obtenido más votos de aparecer en la candidatura del PSOE al Senado con su nombre de pila, y no como Hamid.
Pedro Sánchez: "El alma máter de la fiesta"
Tiene 46 años, poco menos que Pedro Sánchez, secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones. “Lo reconocí por su altura durante una entrevista que le hicieron paseando por el Retiro cuando se presentaba a secretario general del partido”, explica Adil. Coincidieron en el mismo grupo de amigos estudiando en Bélgica y se perdieron la pista en una época en que era más complicado mantener el contacto sin las redes sociales. Recuerda que estaba con una beca y se rodeaba de eurodiputados como Rosa Díez. “Ya apuntaba maneras en ese compromiso que tenía con el avance de la sociedad. Era el alma máter de las fiestas”, recuerda.
Sin embargo, Adil no es un fichaje de Sánchez. Lo captó el partido socialista de Ceuta el pasado mes de febrero. Ni por asomo tenía pensado envolverse en la política, aunque sí es miembro de UGT. “Para mí, la política era como el muro de Trump. Todo esto ni lo imaginaba”, bromea. Puso mil excusas al secretario general, Manuel Hernández, “porque no quería que aprovecharan el perfil de ser musulmán de Ceuta y con formación como un rédito electoral”. Al final aceptó porque le dijeron que “querían demostrar que el colectivo musulmán tiene voz”.
Me encontré con que venía un tsunami con el epicentro en la derecha, y me sentí con miedo
Sin embargo, también entró en juego el factor casualidad. No suele ver la televisión, pero la semana anterior a la reunión con el PSOE, había estado enfermo en casa; de aburrimiento puso las noticias, y “me encontré con que venía un tsunami con el epicentro en la derecha, y me sentí con miedo. Nacionalismos, derecha y brexit son los ingredientes para crear pánico”.
Precisamente, el presidente Sánchez y Adil coinciden en ser europeístas. Lloró de impotencia cuando ganó el Brexit “porque sentía que esa unión por la que trabajamos se estaba destruyendo, y pensaba en un efecto dominó”. De hecho, siempre albergó la esperanza de que se repitiera el referéndum, y “hubiera ganado el no”.
Vivió en Inglaterra, Bélgica y Francia. Trabajó cuatro años dando clases en un colegio de Tetuán (Marruecos) antes de volver a instalarse en Ceuta. Una vida de cambios bruscos, donde aprendió la “internacionalidad de los estudiantes”. Estudió Ingeniería en Andalucía y después Gestión Internacional de Empresas en Londres. Llegó a Normandía para hacer el proyecto de fin de carrera y entendió que la multiculturalidad tenía otro concepto, “holístico, integral de la sociedad”. Cuenta como, por ejemplo, “el rector nos ponía las alfombras en los halls de los pabellones para rezar, cuando él estaba acostumbrado a rezar con sus vecinos”.
Actualmente, reside con su familia al lado de la iglesia del Cristo de Medinaceli, donde siempre hay un paso en Semana Santa, la más famosa de toda la ciudad en medio del barrio musulmán ceutí. Considera que “en El Príncipe tienen que cambiar muchas cosas, que dependen de la actitud de la gente y de las actividades de la social democracia. Hay que implementar las acciones para luchar contra la pobreza, la violencia, y la discriminación por nuestra religión”. Defiende que “en Ceuta la diferenciación social es religiosa “, y que “se excluye a una parte de la población”. No le vale el tópico de “tu eres diferente” porque “dentro de una comunidad hay diferentes individuos y cada uno expresa su personalidad en la forma que cree conveniente, es legítimo”.
Educación frente a la violencia de género
Los jóvenes no tienen expectativas de futuro en este barrio, no hay trabajo y tampoco existe una integración religiosa. Adil está convencido de que “se puede luchar con la educación”. Por eso, fomenta en sus clases “la educación de valores, pero desde la perspectiva cultural”. Además, aprovecha sus cursos para educar a los jóvenes en contra de la violencia de género porque “el machismo no es propio de las religiones, si no de la comodidad del ser humano por naturaleza”.
Existen escuelas gueto en esta barriada. En el Colegio Reina Sofía la lengua oficial es el árabe dialectal de El Príncipe, en una sociedad de derecho, democrática y europea. “Tienden a lo más fácil, la lengua vernácula, porque no tienen compañeros que solo hablen español. Algo no se entiende porque Europa tiene unas políticas muy activas de lucha contra ese tipo de hacinamientos y guetos”, denuncia. Añade que “Ceuta es un modelo de mendicidad, las autoridades locales han mendigado con la ciudad. Aquí han llegado muchos fondos. Cómo se han gestionado, no lo sé”.
Pero le gusta y sigue viviendo en El Príncipe. “Es el barrio con el que me identifico, esa parte que tengo de musulmán, de tradiciones de la España plural. Los dos únicos lugares del mundo que echo de menos cuando estoy fuera son: Londres y El Príncipe. Y la serie de televisión dedicada al barrio es un hecho ficticio y las noticias que se dan son exageradas. El yihadismo del que hablan los medios “no lo percibo en mi entorno. Sí hay una psicosis espantosa, que si te ven con barba tienes que ser terrorista”.
'Ñ'de España
Se pregunta qué pasa en España, donde “se considera a los ceutíes que profesan otra religión como migrantes”.
-¿Eres de origen musulmán? -le preguntan frecuentemente-.
-¿Cómo de origen musulmán? En El Príncipe somos españoles y con “ñ” de España, le pese a quien le pese.
Su familia paterna desciende de Granada, expulsada en 1492. Y los antecedentes de su madre son franceses convertidos al islam, afincados en Lérida y expulsados también de España. De ahí que la mitad de sus siete hermanos sean rubios. En el salón marroquí de su casa, reflexiona sobre “qué países de la cuenca mediterránea pueden hablar de esa pureza étnica. Cuando ha sido el mar más colonizado de la historia”.
No siente que sea normal que cuando cruza a la península “chequeen mi identidad por varios métodos, y me pregunten de dónde soy, dónde vivo”, cuando los datos aparecen en su documentación. Sin embargo, aterriza en el aeropuerto de Heathrow en Londres, uno de los más transitados del mundo, “paso mi DNI y me dicen “Welcome” (Bienvenido)”. Por lo tanto, cree que en España “hay un estereotipo que es religión y nombre”, aunque defiende que “la diferencia simplemente se da cuando entras en casa y practicas otra liturgia. Bueno, y en Ramadán que no comemos”. Y lamenta que “una persona de un lugar pequeño se sienta más integrada en un sitio como Londres. Es muy triste. Hay que matizar mucho la cuestión del islam en España”.
Vivió los atentados de Barcelona en primera persona y considera que “te estereotipan, pues probablemente si hubiera salido cinco minutos antes para comprar un libro, mis vecinos hubieran tenido que ir a mi entierro”. Defiende las particularidades del islam y piensa que “roza el idiotismo hablar de los musulmanes como un conjunto global, cuando los musulmanes de Marruecos son diferentes de los de España, de Túnez, o de los iraníes. A partir de Irán, el islam no habla árabe”.
Al preguntarle por soluciones. Apunta que una salida sería “formar a los teólogos del islam en universidades europeas. Que sean los propios musulmanes de Europa los que transfieran los valores del islam europeo”.
Que Ceuta sea una ciudad más
Dan las 18 horas, y Adil tiene que ir a un entierro. Ya se oye pasar la procesión con los cánticos musulmanes, vienen de la mezquita y trasladan el cuerpo del fallecido al cementerio. De vuelta en el coche por las calles del barrio, los jóvenes lo vitorean. “Me conoce mucha gente joven de los cursos que imparto”, explica modestamente. Otros vecinos le paran y le dicen que “hace falta una farola”, y además tiene todos los problemas que vienen coleando desde siempre en esta barriada: paro, alta natalidad, fracaso escolar, tráfico de drogas y algunos casos de radicalismo religioso.
Habla con los vecinos de manera directa y va cambiando del español al dialecto árabe que se habla en Ceuta, una variante del dariya marroquí. Además, domina el inglés y el francés. De camino a su casa advierte: “Aquí te pueden dar las uvas saludando, saludando y saludando. Es que tardo horas en llegar de un lado a otro”.
Ya con la vista en el Senado, le gustaría integrar las comisiones de Exteriores, Empleo; y duda entre la de Educación o Medio Ambiente. Lo que sí tiene claro es que su lucha en Madrid irá dirigida a que Ceuta sea una “ciudad más, sin fracturas, donde la convivencia sea una característica innata, y que no se hable de ella”.