Hace un par de años escasos, cuando José García Molina alcanzó la vicepresidencia de la Junta de Castilla-La Mancha en el gobierno de Emiliano García Page, Pablo Iglesias dijo que ese era el modelo a seguir: había que sentarse ya en los Ejecutivos con el PSOE.
Quizás el hecho de ser el único miembro de Podemos con tan alto cargo ha avivado en García Molina el deseo de plantear ideas propias. Esta semana ha lanzado una propuesta que no ha gustado nada en la sede central de Podemos en Madrid. Un plan que ahonda en la desigualdad de los españoles creada por los nacionalismos periféricos.
La medida consiste en que para optar a administrativo en una de las dependencias de la Junta de Comunidades cuente más ser nacido en Toledo que haber acumulado méritos, o que para dar clases en una escuela infantil importe más llevar años empadronado en Cuenca que la experiencia previa.
A falta de idioma propio con el que marcar quién es de los nuestros y quién no, Podemos levanta fronteras en Castilla-La Mancha. Los sindicatos han estallado contra la propuesta, calificándola de "xenófoba" e "inconstitucional".
Lo curioso es que esta medida tan llamativa parece sacada de la chistera, una ocurrencia de última hora, pues no aparece en el programa electoral oficial publicado en la web del partido. Y según ha podido saber EL ESPAÑOL, no ha sido consultada, negociada ni siquiera comunicada previamente a la dirección de Podemos.
Sin apoyo de la dirección nacional
En los pasillos de la sede de Princesa, en Madrid, no salen de su asombro, aunque no habrá declaraciones ni posición oficial en contra. Primero, porque García Molina era el destinado a probar que Podemos puede hacer del PSOE un gobernante de izquierdas de verdad. Y por eso lo apoyó Iglesias. Y segundo, porque en plena campaña, luchando por conquistar cotas de poder que obliguen al PSOE a negociar gobiernos de coalición como paso previo a que Iglesias se siente con Sánchez a negociar el nombramiento de ministros morados, nadie quiere polémicas.
Pero lo cierto es que la propuesta de priorizar a los de la tierra frente al resto de españoles en el acceso al empleo público es tomada como un error por la dirección nacional. Se cree que el supuesto beneficio para evitar la despoblación es mucho menor que el perjuicio a la igualdad de oportunidades de los más desfavorecidos, leit motiv de Podemos.
De carácter afable, sonrisa perenne y ambición poderosa, García Molina se presenta ahora a las elecciones autonómicas. Y para marcar perfil propio se ha descolgado con esa propuesta que más parece la del primer partido nacionalista manchego que la de un heredero legítimo de las internacionales obreras.
Es más, su justificación tras recibir críticas internas ha sido reconocer implícitamente la injusticia de la discriminación. Y es que García Molina argumenta que "no puede ser que en Cataluña, País Vasco, Valencia o Galicia haya un doble baremo" que favorece a los locales, "y no se pueda hacer lo mismo en Castilla-La Mancha".
'Darle la vuelta al mundo'
Esta semana, Podemos Castilla-La Mancha ha presentado un librito resumen de su programa electoral para el 26-M. Al estilo de lo que viene repitiendo el partido en todas las convocatorias, su programa oficial es un documento exhaustivo, largo, detallado, denso... la antítesis de la política-twitter de hoy en día. De modo que se edita una guía resumida, de más fácil digestión, y siempre con estéticas arriesgadas: desde un remedo del catálogo de Ikea hasta una versión comentada de la Constitución Española.
Pero en este caso el papelote, cuya portada con pretensiones muestra a García Molina retratado como un rider de peliculón setentero mirando al horizonte junto a su moto de gran cilindrada, esconde el plan que plantea textualmente "priorizar el acceso al empleo público de las personas de Castilla-La Mancha".
El caso es que desde la espantada de Íñigo Errejón el pasado enero, José García Molina se ha desembarazado de su imagen pablista y ha comenzado a marcar su propio perfil. Por ejemplo, convocó una reunión de barones que emitió una nota contraria a la posición oficial beligerante con el ex número dos. Y eso forzó a Iglesias a adelantar el Consejo Ciudadano que debía abordar la crisis.
No fue una rebelión, sino un toque de atención de los secretarios generales territoriales. Y todo en un partido que presume de que "los órganos de dirección de los territorios son autónomos", única respuesta que ha dado un portavoz oficial sobre la propuesta mancheguista de García Molina a preguntas de este periódico. No habrá críticas, pero algunas de las conductas de García Molina ya empiezan a molestar en los despachos de la dirección nacional.