Ahora suma 84 años y está cerca de pasar de testigo de la Transición española a acusado de la corrupción venezolana. De la peor, probablemente, ésa que consiste en aprovechar el saqueo de la única riqueza de un país en crisis. Raúl Morodo (Ferrol, 1935) vio este lunes cómo agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía Nacional entraban a registrar sus oficinas y viviendas a primera hora y acababan arrestando a su hijo Alejo y a otros dos empresarios.
El juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz los investiga por el presunto cobro y blanqueo de más de 3,8 millones de euros procedentes de PDVSA, la petrolera estatal de Venezuela, en la época de Hugo Chávez.
"Estos negocios son vox populi en nuestro país", explica un alto dirigente de la administración de Juan Guaidó, el presidente encargado, reconocido por España para que protagonice él la transición del país caribeño a la democracia.
Y es que "estos negocios" comenzaron justo a las pocas fechas de que Raúl Morodo dejase de ser el embajador español en Caracas del primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, colocado ahí por expreso deseo de José Bono, entonces ministro de Defensa y al que le unía una estrecha relación política y personal.
El encargo al "embajador político"
Raúl Morodo llegó a la Embajada de España en Caracas en 2004, nada más tomar posesión el Ejecutivo de Zapatero. El ministro Miguel Ángel Moratinos eligió a este "embajador político", como él mismo se ha definido en ocasiones, con el encargo de recuperar las relaciones con el Gobierno de Hugo Chávez.
Y es que sólo dos años antes, el gabinete de José María Aznar había apoyado el golpe de Pedro Carmona, un 11 de abril de 2002, que quiso aprovechar un viaje del líder bolivariano al extranjero. La Moncloa reconoció a Carmona como presidente legítimo antes de que éste controlara efectivamente el país. A los dos días, Chávez regresó a Caracas, recuperó el mando y España quedó decolocada. Morodo debía aprovechar el cambio de signo en Madrid para "estrechar lazos".
Pasados los años, en 2013, Morodo presentó el libro Tiempos de oscuridad: historia de los golpes de Estado en América Latina, del politólogo chileno Marcos Roitman, junto al embajador de Maduro en España, Mario Isea. En dependencias de la legación diplomática del régimen en nuestro país, Morodo defendió la "concienciación política y social creciente" en la Venezuela chavista y criticó el "golpe solapado" de 2002.
El día que Morodo conoció a Ramírez, el pagador
El periodista venezolano de investigación Nelson Bocaranda, que se entrevistó con Morodo en numerosas ocasiones, explica a este periódico que la relación fue "muy estrecha". Morodo acabó siendo amigo personal del fundador del "socialismo del siglo XXI", disfrutando de una línea telefónica directa con Chávez... y contacto directo con Fidel Castro en La Habana.
Es más, Bocaranda le pone fecha al momento en que todo empezó. En el verano de 2004, Chávez llamó a Morodo a su despacho en Miraflores y lo embarcó en "un viajecito de ida y vuelta de unas dos horas al interior del país" que acabó siendo, en realidad, una visita de 30 horas a La Habana, a conocer a Fidel. En ese avión viajaba también Rafael Ramírez, la persona que, como presidente de PDVSA, firmaría los pagos a su hijo Alejo Morodo a partir de 2008.
Esta documentación, que ya publicó EL ESPAÑOL en exclusiva en 2016, es parte de la que obra en poder el Juzgado Central de Instrucción número 1. Según los papeles, Alejo Morodo cobró entre los años 2008 y 2013 casi 4 millones de euros de PDVSA, pagados personalmente por Ramírez, ya presidente de la entidad y ministro de la Energía.
El hijo del exembajador vehiculó estos pagos por presuntas asesorías para la implantación de la petrolera venezolana en España a través de su despacho de abogados en Madrid, Aequitas Abogados, y de una empresa pantalla con sede en Panamá y cuentas en Suiza, Furnival Barristers Corporation.
Fuentes policiales confirman que la investigación judicial, por iniciativa de la Fiscalía Anticorrupción, comenzó ya en 2015, y que todos los indicios apuntan al hijo detenido, y sobre todo a los "lazos estrechados" por su padre, Raúl Morodo. La edad lo ha salvado por ahora de ser arrestado, pero el juez Pedraz lo ha incluido en la investigación.
40 años en las bambalinas del poder
Pero, ¿quién es Raúl Morodo? O mejor, ¿quién ha sido en los últimos 40 años de la política española? Hace ya un tiempo que su nombre ha desaparecido de las páginas de información política y, sin embargo, no ha dejado de estar a la sombra del poder.
Morodo, jurista y político, fue mano derecha de Enrique Tierno Galván, junto con quien fundó el Partido Socialista Popular, que tomó este nombre en 1974 del previo Partido Socialista del Interior, creado en 1968. Fue diputado constituyente en 1977 y, aunque no se fue con Tierno al PSOE -sino que recaló en el CDS de Adolfo Suárez-, gracias a sus buenas relaciones con los socialistas comenzó su carrera en cargos de representación con el primer Gobierno de Felipe González. En 1983 fue nombrado embajador-representante permanente ante la UNESCO.
Inmediatamente, pasó a ser eurodiputado en las dos primeras legislaturas españolas en Europa, entre 1987 y 1994, siempre en las filas centristas. En 1991, quiso heredar la presidencia de un moribundo CDS con la bendición del propio Suárez, pero salió derrotado. Y al acabar su mandato en Europa, el PSOE de González lo recuperó para la Embajada de España en Lisboa (1995-1999), dada su profunda amistad con el presidente Mario Soares.
Allí fue donde él mismo se autodefinió como "embajador político". De hecho, era el único máximo representante español en el extranjero sin la carrera diplomática. Y su buena labor le valió para permanecer en el cargo incluso con la llegada de Aznar a la Moncloa. Fue relevado en 1999, y en Portugal recibió honores reservados a los jefes de Estado. Tras publicar sus memorias, Atando cabos: Memorias de un conspirador moderado (Taurus, 2001), fue enviado a Caracas a "estrechar lazos" en 2004.
La línea directa con Chávez y Ramírez
Cumplió a fondo, se amistó con Chávez y con Castro, al punto de que incluso gestionó la firma de un millonario contrato de venta de 12 aviones y ocho fragatas por parte de las empresas públicas españolas EADS y Navantia a Venezuela. La firma se realizó por Hugo Chávez y el ministro José Bono en la capital venezolana en noviembre de 2005.
Pero el acuerdo no pudo sustanciarse ante la negativa de la Administración estadounidense. El Gobierno de George W. Bush ya tenía al chavismo en la mira. Y a la España de Zapatero, tras la retirada de las tropas de Irak. Tanto sospechó Washington que se negó a que un país aliado vendiera tecnología militar compartida a la Venezuela bolivariana.
El periodista venezolano Bocaranda explica a EL ESPAÑOL que "Chávez lo sedujo, le puso todo para que estuviese cómodo... él también estrechaba lazos con España así". Hoy, el entonces firmante de los pagos a beneficio de Alejo Morodo, Rafael Ramírez, vive el calvario de los caídos del régimen. El que fue ministro todopoderoso del petróleo pide ahora a la oposición democrática que admita que "el chavismo debe formar parte de la solución de Venezuela".
Así lo cuenta Bocaranda, quien explicaba ya en diciembre de 2004, en los tiempos opulentos del petróleo a más de 100 dólares, cuánto se estrechaban esos lazos. En su columna publicada en el diario El Universal daba cuenta de un "informe confidencial llegado al Congreso de los Diputados" que relataba que Morodo habría establecido un "despacho completo en la residencia en el Country Club fuera de la Cancillería de la embajada" con el objeto de "sostener reuniones privadas con funcionarios del Gobierno y así no se den cuenta sus subalternos".
El entonces senador del PNV Iñaki Anasagasti preguntó por escrito al Gobierno socialista por este informe, que además revelaba "el establecimiento de una línea telefónica directa de la red intergubernamental venezolana (teléfonos interministeriales de la Casa Militar) para sus comunicaciones con el alto gobierno chavista. Sólo otro embajador, el de Cuba, Germán Sánchez Otero (“El Komissar”) tenía hasta ahora ese privilegio revolucionario”.
El Ejecutivo sólo negó las "reuniones privadas fuera de la Embajada". Pero no desmintió la existencia del informe confidencial ni hizo mención en su contestación a la "línea directa" entre Morodo, Chávez y su ministro de Energía, Rafael Ramírez, el pagador que conoció en un viaje sorpresa a La Habana.