Pablo Iglesias ha comparecido en rueda de prensa tras la debacle de este domingo y ha admitido que su cargo "está siempre a disposición de los inscritos, en cada momento". Pero se ha pedido llevar las riendas de Podemos: "Toca asumir la responsabilidad, pero también los 3,7 millones de votos en las generales para que España tenga un gobierno progresista histórico".
El líder de Podemos ha pedido que su partido sea reconocido como "estratégico" en los gobiernos progresistas "a todos los niveles del Estado", porque "sigue habiendo desahucios y gente que no llega a fin de mes, las pensiones siguen sin revalorizarse y los alquileres son terribles". Y pese a la enorme crisis abierta, esta vez ha retrasado el Consejo Ciudadanos, que el pasado 28-A fue inmediato, hasta las "próximas semanas".
Iglesias no sólo no se va, sino que se pide liderar los próximos meses del partido, aunque ya no dice nada de ser ministro: "Creo que mi obligación es encabezar esa tarea para conseguir ese gobierno de coalición", ha dicho, "aunque no pediremos nada que no nos corresponda".
En todo caso, también quiere controlar las negociaciones en las pocas autonomías en las que Podemos tendrá algo que decir, Asturias y La Rioja. Si bien ha admitido que su partido goza de "autonomía territorial", ha hecho hincapié en que "es mi misión también ayudar a los candidatos de las Comunidades Autónomas en esas negociaciones".
El líder de Podemos había comenzado su comparecencia admitiendo "sin paños calientes" que los resultados "son malos y peores que hace un mes". Ha justificado su silencio en la noche del domingo en que necesitaba "darle vueltas a la almohada" y hablar con los candidatos territoriales.
"No estamos contentos, pero no nos rendimos, somos conscientes de nuestro enorme peso estratégico para un bloque de gobernabilidad progresista en el Estado, y las CCAA para que la justicia social sea lo que rija el futuro de este país", ha añadido, insistiendo en los 3,7 millones de votos cosechados en las generales de hace un mes y no en los 2,2 que logró en las europeas de este domingo. Aun así, ha sacado el tema europeo: "En la UE estamos en riesgo si no combatimos la gobernanza neoliberal".
Pero todas las preguntas que no inquirían por su posible renuncia giraban en torno a Íñigo Errejón y su espantada del mes de enero, cuando dejó Podemos por irse con Manuela Carmena. Ese movimiento, finalmente ha dejado a la alcaldesa jubilada y a Podemos como una formación irrelevante.
Errejón, Monedero y lo que queda de Podemos
"Lo que más daño ha hecho son las divisiones, fuimos responsables al no presentarnos en la capital, y éticos al pedir el voto para las dos candidaturas de Madrid ciudad", ha dicho para presumir de buena actitud, olvidando que el viernes reclamaba votar a IU-Madrid en Pie. "No mentimos al decir que ambas listas eran imprescindibles, y ahora nos toca la autocrítica: la división no suma, sino que resta".
Y el mensaje de revisión propia, de pronto se tornó contra Errejón: "Esa imagen ha contribuido a que la derecha nos derrote en Madrid ciudad y Ayuntamiento. Los aliados también tendrán que hacer esa aurtocrítica". Eso sí, se desmarcó del tuit incendiario del otro fundador del partido morado, Juan Carlos Monedero, que anoche acusaba a Errejón de haberse vendido a "las cloacas". Iglesias dijo exactamente a esto: "No estoy de acuerdo con Monedero en esa crítica a Errejón y... No, no estoy de acuerdo", y le subió el rubor a las mejillas.
En todo caso, el líder de Podemos hizo hincapié, hasta entres ocasiones, en que "incluso sumando los votos de Manuela Carmena y Carlos Sánchez Mato habría sido insuficiente para que Madrid resistiera a un nuevo espacio de extrema derecha que gobernará el Ayuntamiento".
Y repitió de nuevo: "A la izquierda no nos funcioina cuando nos dividimos, sólo trabajar conjuntamente, cada uno en el partido que considere. La derecha está llegando a pactos, y nosotros no debemos ser menos listos que ellos".
Pablo Iglesias hablaba por primera vez este lunes parea analizar el descalabro del 26-M. La debacle de Podemos en las elecciones municipales, autonómicas y europeas, en las que ha perdido otro millón y medio de votos en un solo mes, ha provocado una reunión de urgencia del Consejo de dirección del partido. Una cumbre que ni siquiera se celebró tan pronto el pasado 28-A, cuando Unidas Podemos perdía un tercio de sus apoyos y de sus escaños en el Congreso de los diputados. Entonces, valió con decir que las cuentas eran "suficientes" para forzar un "Gobierno de coalición" con el PSOE de Pedro Sánchez.
Pero la noche de este domingo fue de derrota, de "funeral", perdiendo votos estrepitosamente por toda España, en cada territorio, quedándose como fuerza irrelevante en Cantabria y Castilla y León, desapareciendo en Castilla-La Mancha -único gobierno del que Podemos ha formado parte- y derrotado en todos los "ayuntamietos del cambio", salvo el de Cádiz. Que sea el bastión del archienemigo Kichi el único que sobrevive es un síntoma más del desmorone del proyecto de Iglesias.
En esta ocasión no hay parapeto para Iglesias.
Aun así, el secretario general del partido morado no salió a dar la cara. A la dirección le costó digerir unos resultados que coincidieron en toda España. Y si éste es un partido con autonomía territorial total, no es achacable el mal a ninguna de las diversas estrategias en cada región, sino probablemente a que la deriva tiene un elemento común.
Podemos sólo tendrá algo que decir en La Rioja y Asturias, y podrá unirse a multicoaliciones en Canarias y Baleares. Ahí termina su "poder" territorial, por mucho que dijera esta mañana Iglesias.
El futuro incierto
Este lunes, el Consejo de dirección se ha reunido a primera hora, y el líder ha escuchado a sus compañeros de viaje. Su mandato teóricamente expira en 2021, las estructuras están pensadas para que el próximo líder sea una mujer, y ésta en principio no sería otra que Irene Montero, su actual portavoz parlamentaria y compañera sentimental.
Algún outsider ya había comenzado a filtrar informaciones a los medios que pretendían minar la unidad monolítica que había conformado Iglesias en su dirección. Los barones que podían querer moverle la silla han quedado laminados por las urnas y la revolución de las sonrisas se ha pasado al bando de Íñigo Errejón en Madrid que, con 20 escaños ha heredado los restos del naufragio.
Claro, que fue él probablemente el que ejerció de iceberg el pasado mes de enero.